YAPEYÚ

Nuestra Señora de  los Reyes Magos de Yapeyú -  nombre que significa soplo del río - en sus comienzos tenía alrededor de 16 hectáreas ocupadas inmediatamente por típicas construcciones de piedra y adobe.

La Reducción Jesuítica de Yapeyú fue fundada por la Compañía de Jesús, en 1626 cobrando importancia cuando se instaló en el lugar la Reducción Jesuítica de Yapeyú.

Tres sacerdotes – Pedro Romero, Nicolás Durán Matrilli y Roque González – se convirtieron en los responsables de la iniciación  del poblado.

Yapeyú, Corrientes, fue de vital importancia en la historia de las misiones, no solo por ubicarse en el extremo meridional respecto de las otras misiones, sino que también poseía una gran riqueza económica por la producción de ganado en sus tierras.

Llegó a albergar alrededor de 7.000 guaraníes, a los que se les sumaba el contingente de los padres jesuitas, que inicialmente estaba distribuido en dos patios( ha recordado un estudioso):en el primero se ubicó la iglesia, el cementerio, las celdas para los padres y los talleres, y en el segundo dos almacenes, el Cabildo y la casa para los gobernadores.

 Se encargaban de la evangelización de los aborígenes, fundando una de las mayores iglesias de las misiones. Sus pisos y bases de columnas se exhiben en el Museo Padre Furlong.

 

A partir de la expulsión de los jesuitas, el padre del futuro héroe fue nombrado Teniente gobernador de Yapeyú, instalándose  con su familia, en abril de 1775, en la residencia de los gobernadores.

Se trataba de un pequeño fuerte, formado por una sucesión de cuartos para las fuerzas militares  cercano al cual estaban las caballerizas, el sector doméstico o  residencial propiamente dicho, con un gran patio, según la usanza generalizada de la época.

En una de esas habitaciones nació don José  de San Martín y  se crió frente a la selva y frente al río, mientras oía contar a sus padres las historias sobre  los indios y negros  que indefensos eran cazados por  las bárbaras invasiones  de los llamados “mamelucos  brasileños”, vecinos lusitanos  que incursionaban nuestro territorio  robando  ganado, saqueando las riquezas yapeyuinas -  especialmente los objetos de oro y plata del culto parroquial  -  y llevándose  centenares de  indios que después vendían como esclavos en puertos americanos otros más lejanos.

Como dijimos anteriormente, fueron los comerciantes locales del Virreinato Río de la Plata los que continuaron exitosamente con la trata de indios y esclavos y los que lograron poco a poco mayores ventajas económicas. Las travesías no se circunscribieron sólo al África atlántica, sino que los buques negreros que partían del Río de la Plata llegaban hasta los mercados de Mozambique y aún a la Isla de Francia en el océano Indico.

Una sustancial disminución de las tasas dadas en el marco del Reglamento de Libre Comercio de Esclavos permitió, entre 1791 y 1796, un flujo permanente de
esclavos hacia esos puertos y la exportación de frutos de la tierra a modo de
retorno.

Hacia fines del siglo la esclavitud estaba firmemente arraigada en el territorio y su comercio fomentó las actividades agrícolas y ganaderas.
 
Sobre todo estas  últimas puesto que la exportación de cueros y sebo  vacuno se convirtió en la forma más frecuente de financiación de la trata.

Al momento de iniciarse el siglo XIX Buenos Aires estaba sólidamente inmersaen su proyecto atlántico, sirviendo de nexo entre las poblaciones continentales y la corriente comercial triangular que contactaba los puertos rioplatenses con los africanos y los del resto de la América española.En ese entorno, el niño empezó a descifrar el alfabeto en la escuela democrática de Yapeyú, fundada por el legislador laico de las misiones secularizadas.

 

Prontamente se convirtió en una de las reducciones más florecientes y sus fértiles tierras dieron origen a la ganadería y a la agricultura, llegando a tener  en 1767 ms de cuarenta y ocho mil vacunos de corral” - alude Armando Alonso Piñeiro.

El 25 de febrero de 1778, nació  don José Francisco de San Martín, y en ese entonces, el departamento de Yapeyú comprendía cuatro pueblos: su capital, La Cruz, Santo Tomé y San Francisco de Borja.

Gracias a la fundación de numerosas estancias, capillas y puertos, se intensificó el intercambio comercial de los excedentes de los productos misioneros con Buenos Aires.

 

La antigua reducción tuvo la gloria de legar a la posteridad los melancólicos recuerdos de la presencia jesuítica y las ruinas de la casa natal del Libertador.

Mitre ha dedicado a este período, estas  macizas frases: “El niño criollo nacido a la sombra de las palmas indígena, borró tal vez  de su memoria estos espectáculos de la primera edad, pero no olvidó jamás que había nacido en tierra americana y que a ella se debía”.

En 1779, Juan de San Martín fue ascendido al grado de Capitán del ejército real;  y poco después Gregoria Matorras volvió a Buenos Aires con sus cinco hijos  para reunirse allí con su esposo en 1781.

En 1783 el funcionario Juan  de San Martín  con  su familia abandonó esa tierra cuando la  demanda de esclavos y mercaderías era plena y grandes eran los caminos recorridos por los indios y negros desde el puerto de Buenos Aires hasta su destino final.

El 4  de abril de 1784, Juan de San Martín  llegó  a Cádiz, falleciendo diciembre de 1796 en Málaga.

Sus restos fueron trasladados al cementerio de La Recoleta, en Buenos Aires. 34 años después.

Una nueva y salvaje embestida portuguesa, en 1817, a las  órdenes   del brigadier Chagás  y al mando del capitán Gamas, incendiaron  todo lo plantado destruyendo  definitivamente  aquel floreciente pueblo de Yapeyú.

Ni la provincia ni el país, envueltos en la vorágine de la guerra por la Independencia, estaban en condiciones de acordarse  del solar  donde había nacido el Libertador.

En 1899 un entusiasta sanmartiniano, el ingeniero Florencio de Basaldúa, afirmó haber redescubierto la casona, parcialmente salvada no sólo  del saqueo portugués de 1817, sino también de una demolición llevada a cabo por un grupo de colonos en 1862.

Un informe oficial de la época aclaraba “que en la manzana 45, al costado sur se hallan las ruinas de la casa de San Martín. Era la primera de la barranca, tenía palmeras en su patio y estaba situada junto a un ombú, de los muros sólo quedaban restos”... asevera Carlos Vigil en “Los monumentos y lugares históricos de la Argentina”.

Basaldúa exhortó al presidente Julio A. Roca, a ocuparse con urgencia del tema, a fin de evitar que el deterioro del tiempo hiciera desaparecer lo que quedaba. En 1899 se levantó una columna  de homenaje a San Martín en la plaza yapeyuina.

El 16 de julio de 1915, el Congreso Nacional sancionó la ley 9655, cuyo artículo primero  reza: “Autorízase al P. E. Para adquirir en propiedad la manzana  de terreno ocupada por las ruinas de la casa que fuera del general San Martín, en Yapeyù, con el objeto de restaurarla y conservarla como monumento de gratitud nacional”.

En 1938, la provincia de Corrientes declaró a las “ruinas de la casa de gobernadores de Yapeyú, donde nació el general San Martín” como monumento provincial.

El 5 de octubre de 1945, por D. Nacional  N° 24.455, Yapeyú fue declarado lugar histórico.

 

 

Bibliografía:
Piñeiro Armando Alonso: “La casa donde nació el Libertador” en Cronología Histórica Argentina. Pág. 84 y sig.
El historiador Carlos Assadourian,1973 ha explicado largamente cómo las diferentes regiones producían “frutos de la tierra” y demandaban medios de producción y subsistencia, independientemente del mercado de la plata. Archivo General de la Nación. Buenos Aires. Interior,1795. Legajo 38. Expediente 1. 

 

Yapeyú. Pasaje. Topografía:
Corre de S. a N.   desde 3600 hasta 3799, 390 hasta 4399 a la altura de Salvat 1000; Ugarte 1000.
Recuerda el lugar donde nació José Francisco de San Martín, el 25 de febrero de 1778 y  donde transcurrieron los primeros años de su infancia.
En el interior de la misma se erige una urna donde se conservan los restos del padre de San Martín.