Cuando en 1884, bajo la primera presidencia del general Julio Argentino Roca, conspicuos representantes del Congreso nacional aprobaban la construcción de una línea férrea desde lo que es hoy Rosario norte hasta la localidad de Sunchales no imaginaron que la franja donde está comprendida la zona de influencia de la conocida estación en Rosario adoptaría el nombre de la localidad santafesina, nomenclatura que se mantuvo vigente casi medio siglo y alguna vez lució con letras pintadas de blanco sobre los negros en los clásicos tablones clavados en la entrada y salida de la parada ferroviaria inundada de olor a gramilla y a cereal.
ESTACION FERROVIARIA SUNCHALES AÑO 1900
Sunchales con todas las letras, no solamente manifestó su naciente esplendor en el tránsito humano signado por largas filas de carruajes esperando la llegada de los trenes sino también contribuyó la enorme profusión de hospedajes,fondas y bolichones del pescadi frito, la milanesa ,la carbonada o guiso de papas , el minestrún, y la buseca, obligadas primicias gastronómicas que junto a guesos tragos de vino de quinta consumían igual los dueños de los coches de alquiler,guardas de tren y gente venida del interior , paisanos de una u otra región, según las cosechas.
El centro del barrio lo constituía sin duda dicha estación .“Aquel
perímetro – expresa Rafael Ielpi – comprendido entre La Plata
(que pasaría a ser Ovidio Lagos en 1915) y Avenida Francia (hasta 1904,
boulevard Timbúes) Salta y Güemes, había quedado listo para
que se convirtiera en terreno apto de su nuevo nuevo destino. Énclave
de la zona prohibida de la ciudad.” En efecto desde las últimas
décadas del siglo XIX, tendría como principal atractivo: la prostitución.
“Un interés curioso acota Ielpi – Aquel perímetro
que compartían miles de marineros y extranjeros que llegaban al puerto
y sólo sabían de castellano, la mágica palabra que les
abriría las puertas de un efímero placer rigurosamente pagado:
”Pichincha”.- sería la nuevga denominación del barrio.
Era punto de partida de los rosarinos viajeros y de llegada de miles de pasajeros del interior y de lugares lejanos, a quienes acuciaba el deseo de conocer la parte oscura y misteriosa, llamada “Pichincha”.
“Las pupilas de las casas de tolerancia vivían encuadradas en una
norma perfecta; adentro eran trabajadoras protegidas hasta donde las ordenanzas
lo mandaban a la medida de los intereses en juego y la salud de los clientes,
afuera eran mal ejemplo y escarnio para la gente decente aún cuando caminaran
tranquilamente en las escasas horas en que podían hacerlo. No se mezclaban
con los demás; miraban el mundo desde lejos. El suyo se reducía
a las paredes del prostíbulo”. – Clarifica Aurora Alonso
de Rocha.
Aparte de los prostíbulos existían en el lugar, los perigundines.
Aunque la versión no sirve para determinar el origen de la palabra “perigundín”,
es sumamente valiosa como pintura de lo que ocurría en esos locales.
También lo es la descripción de Tobías Garzón en
su “Diccionario argentino”, editado en 1910.
Garzón afirma que peringundines eran llamados “ciertos bailes de
la plebe o sundines” que se daban para la gente del pueblo, los jueves,
domingos y feriados, y que duraban desde las cuatro de la tarde hasta las ocho
de la noche.
Estuvieron en boga en Rosario de Santa Fe por el año 1867. El dueño
de la casa donde se verificaban esos fandangos, que eran públicos, cobrando
a los hombres un real por cada seis minutos de danza y pagando a las mujeres
dos o más pesos bolivianos, moneda que corría entonces, por todo
el tiempo que durara el baile, las que tenían las ropas sudorosas y pegadas
al cuerpo.
Estos bailes se propagaron a Buenos Aires, y Córdoba, hasta el otro lado
del Río de la Plata. En Montevideo, florecieron las academias, que en
buena medida serían la versión uruguaya de los locales rosarinos.
En ese amplio espectro de parroquianos y extranjeros, sexo, naipes, diversión
y rufianismo existía un ramo, que algunos memoriosos recuerdan ”el
de la gastronomía”: boliches, fondas, tugurios y comedores trabajaban
a pleno y muchos obnubilaban sus frustraciones adorando a Baco.”
Sunchales, la estación llamada después Rosario Norte, mantiene
aún su primitiva estructura, actualizada para una ciudad que ha crecido
en altura y opulencia.
Funciona hoy, un organismo de la Municipalidad de Rosario y el barrio ha revivido
de entre las cenizas, con pintorescas ferias de antigüedades y artesanías,
restaurantes modernos, y locales de diversión y baile, de gran atracción
para propios y extraños, tan lejos de aquella centenaria zona de riesgo.
Bibliografía:
La expuesta en el texto.
“Sentir el Tango”. Publicación de Ediciones Altaya. Buenos
Aires, 1998.
Alonso de Rocha Aurora :”Tristes chicas alegres”. Suplemento Señales.
Diario La Capital. Septiembre 2003.
Sunchales. Pasaje. Topografía:
Corre de N. a S. desde 300 hasta 399 a la altura de Tucumán 4000.
Carece de designación oficial.
Recuerda al barrio cuyo epicentro era la estación de nombre homónimo,
y que fuera en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del
XX, una zona de riesgo.