SARJAR (Palabra quichua que significó “Marcar o delimitar”)
El ministro de Guerra del gabinete de Avellaneda creyó poder realizar una expedición definitiva contra el indio. Contó con la voluntad del presidente y el voto de las cámaras.
La primera medida debía ser marcar la frontera, ampliándola para el logro de mayores espacios para la cría de ganado que por entonces , única fuente de recursos del país.
El Congreso autorizó la inversión de cuatrocientos mil pesos fuertes con los que se proponía el gobierno fundar nuevos pueblos, establecer sementeras, prolongar el telégrafo.
Detrás de los fortines avanzaban muy cuidadosamente los pobladores. Los primeros en establecerse fueron los soldados que, a la antigua usanza arrastraban detrás de sí a la “china” y sus criaturas.
La consigna general era no dejar avanzar a las huestes indígenas.El ministro Alsina sugirió la idea de marcar tres obstáculos: una fosa o zanja con parapeto de tierra, un alambrado fuerte o una cadena con postes de hierro o rieles de Barlow.
Se optó por la propuesta, pero antes de la zanja y su parapeto se prolongó 42 leguas el territorio de los blancos.
Los indígenas llamaron con euforia a la propuesta de Alsina: “sarjar” - que significaba marcar o delimitar terreno”.
Toda la estructura ideada por Alsina tenía la finalidad de delimitar el avance de los indios, pero un hecho imprevisto detuvo su aplicación, pues una repentina y grave dolencia obligó al ministro a regresar a Buenos Aires, donde falleció a poco de llegar.
El ministro de Guerra, el coronel Roca que se había manifestado contrario a la línea de demarcación de Alsina y con furia hubo anotado en su libreta de bolsillo: ¡Atajar con murallas a los enemigos! Así pensaron los chinos y no se libraron de ser conquistados.
Asienta González Arrili :“Roca afirmó "si no se ocupa la pampa, es inútil toda demarcación y plan para impedir las invasiones" y sin vacilar se propuso arrinconar al indio, al mestizo y al refugiado, obligándolos a capitular de una vez y para siempre”.
De inmediato, por pedido del presidente, los jefes de frontera se dirigieron a los caciques invitándolos a someterse a las autoridades del país.
Más fracasados los intentos pacíficos, al terminar el verano de 1879,el Gobierno decidió aportar fondos para la campaña.
Con la financiación aprobada, Roca estuvo en condiciones de preparar sus fuerzas para lanzar la ofensiva final. La expedición partió entre marzo y abril de 1879.
Los seis mil soldados fueron distribuidos en cuatro divisiones que partieron de distintos puntos para rastrillar la pampa. Dos de las columnas estarían bajo las órdenes del propio Roca y del coronel Napoleón Uriburu, que atacarían desde la cordillera para converger en Choele Choel.
Las columnas centrales, al mando de los coroneles Nicolás Levalle y Eduardo Racedo, entrarían por la pampa central y ocuparían la zona de Trarú Lauquen y Poitahue.
El 25 de mayo de 1879 se celebró en la margen izquierda del Río Negro y desde allí se preparó el último tramo de la conquista. El 11 de junio las tropas de Roca llegaron a la confluencia de los ríos Limay y Neuquén.
Pocos días después, el ministro debió regresar a Buenos Aires para garantizar el abastecimiento de sus tropas y para estar presente en el lanzamiento de su candidatura a presidente de la República por el Partido Autonomista Nacional.
Lo reemplazaron en el mando los generales Conrado Villegas y Lorenzo Vintter, quienes arrinconaron a los aborígenes neuquinos y rionegrinos en los contrafuertes de los Andes y lograron su rendición definitiva en 1885.
Todo salió según el plan con el acompañamiento de la armada que con el buque El Triunfo, a las órdenes de Martín Guerrico, navegando por el Río Negro.
El saldo fue de miles de indios muertos, catorce mil reducidos a la servidumbre, y la ocupación de quince mil leguas cuadradas, que se destinarían, teóricamente, a la agricultura y la ganadería.
Las enfermedades contraídas por el contacto con los blancos, la pobreza y el hambre aceleraron la mortandad de los indígenas patagónicos sobrevivientes.
El éxito obtenido en la llamada “conquista del desierto” prestigió frente a la clase dirigente la figura de Roca y lo llevó a la presidencia de la república.
Para el Estado Nacional, significó la apropiación de millones de hectáreas. Estas tierras fiscales que, según se había establecido en la Ley de Inmigración, serían destinadas al establecimiento de colonos y pequeños propietarios llegados de Europa, pero no fue así, fueron distribuidas entre una minoría de familias vinculadas al poder y entre los jefes militares, que pagaron por ellas sumas irrisorias.
La conquista del desierto dejó un saldo de 4.000 indígenas prisioneros, entre ellos los famosos caciques Pincen, Catriel y Epumer, la ocupación de la margen norte del Río Negro, se logró la libertad de centenares de cautivos, se puso fin al comercio clandestino de hacienda que los aborígenes efectuaban a través de la cordillera, aunque lo más palpable sería la seguridad de los pobladores rurales al desaparecer el peligro de los malones.
Roca había dicho: “Sellaremos con sangre y fundiremos con el sable, de una vez y para siempre, esta nacionalidad argentina, que tiene que formarse, como las pirámides de Egipto, y el poder de los imperios, a costa de sangre y el sudor de muchas generaciones”.
Particularmente considero que la Expedición al desierto fue el primer genocidio de lesa humanidad que sufrió nuestra Patria. Otros podrían haber sido los medios de entendimiento y convivencia pacífica.
Bibliografía:
González Arrili Bernardo: “Expedición al desierto”. Historia de la Argentina. Tomo VIII. Pág.2756 y sig.
Schoo Lastra D:”el indio del desierto”. Buenos Aires, 1930.
Sarjar. Pasaje. Topografía.
Corre de N. a S. desde 1200 hasta 1299 a la altura de Juan B. Justo 8900.
Se le impuso ese nombre por D. 4676 del año 1977.
Recuerda a la línea de demarcación ideada por el ministro Alsina en 1.877.