El catolicismo español, en los siglos XV y XVI fuertemente aferrado a principios que consideraba elementales, celoso defensor de sus dogmas y en permanente actitud vigilante ante la eventual penetración de otras doctrinas, aseguró – tanto en España como en América - “la pureza de la ortodoxia.”.
La Corona, por su parte, a través de una doble política, colonizadora por un lado y catequizadora por el otro, encontró en la Iglesia el elemento fundamental para contener los desbordes de la Conquista e imponer las modalidades indispensables de la convivencia tanto a los indígenas como a los colonos recién llegados.
De acuerdo con estos principios puede afirmarse que la Iglesia inspiró casi todas las formas de pensar y sus formas eran unánimemente reconocidas.
Todos los aspectos de la vida social americana estuvieron fuertemente influenciados por ella. Por otra parte, la innegable religiosidad de los pobladores así como la constante acción evangelizadora convirtieron al catolicismo en uno de los vínculos fundamentales de la unidad hispanoamericana.
En ese mundo, la hija menor de Gaspar Flores, arcabucero del virrey y de María de Oliva, dama de la nobleza del Cuzco, antes de la salida del sol, como un ritual recogía las flores que piadosamente habría de llevar a la Virgen del Rosario en la vecina iglesia de Santo Domingo. A un costado del huerto una ermita doméstica le servía de encalada celda donde se entregaba arrobada a la contemplación, al rezo y a mortificaciones físicas usando un silicio.
Había nacido el 30 de abril de 1585 en la “Ciudad de los Reyes” con el nombre de Isabel, según consta en los Archivos del Monasterio de Santa Catalina de Siena en la ciudad ce Córdoba.
Profesó un 30 de agosto más tras las rejas, quiso edificar su mundo de oración, ayuno y otros sacrificios corporales transitando el terreno de lo sobrehumano como queriendo purgar las culpas de sus contemporáneos hispánicos que infligían a los naturales, una vida de subyugo, castigos y crueldades.
Un día decidió dejar la clausura para luchar con firmeza y vocación de servicio a favor de los indígenas y en contra de las soberbias minorías blancas.
Visitó hospitales, entró en la covachas de los cholos, indios y negros combatiendo la fiebre, las llagas y la lepra, y curó con sus manos a bubosos y cancerosos abandonados por sus parientes.
Afirma el escritor Enrique Larreta:” A su vez que sus mortificaciones y éxtasis místicos conmovían el ánimo popular en el año 1615, ante el ataque del pirata Juan Spilberg al puerto del Callao, Rosa marchó al frente en defensa de su ciuada. Hecho que le valió el respeto y la admiración de todos.”
A los 31 años, entregada a su obra misional moría Santa Rosa de Lima, el 24 de agosto de 1617 en casa de sus amigos don Gonzalo de la Maza y doña María Uzátegui, casona hoy convertida en el Monasterio de Santa Rosa de las Monjas.
En 1677, el Papa Clemente X ordenó su canonización.
El Congreso de Tucumán de 1816, la nombró “Patrona de América”.
Bibliografía:
Fernando Devoto y Marta Madero: “historia de la vida privada en la Argentina”. De la colonia a 1870. Buenos Aires, septiembre 1999.
Santa Rosa de Lima. Cortada. Topografía:
Corre de E. a O. desde 100Bis hasta 100, a la altura de Pavón 4700.
Se le impuso ese nombre por D. 4675 del año 1977.
Recuerda a la primera santa americana, nacida en Perú en 1566, quien desde niña manifestó su inclinación al retiro y a la penitencia cristiana.