SANCTI SPÍRITU
La osada iniciativa de los navegantes hispánicos y lusitanos del siglo XV, buscando la tierra de las especies, daría origen a la navegación oceánica.
Después que Colón descubriera el Nuevo Mundo en 1492 otros aventureros se lanzaron buscando nuevas rutas o nuevas riquezas: así Balboa descubrió el Pacífico; Solís el mar Dulce o Río de la Plata; Magallanes el Estrecho de Todos los Santos y Elcano circunvaló por primera vez el planeta.
Juan Gaboto o Caboto, veneciano, después de contactarse con poderosos mercaderes y con el mismo rey de Inglaterra, Enrique VII, descubrió tierras que él creyó estaban frente a Yatay (China) más, en verdad pudo ser Labrador y la isla del cabo Bretón. A su muerte, su hijo Sebastián siguió su derrotero, bordeó Groenlandia y se supone que entró en la bahía de Hudson.
En 1512 se dirigió a España, donde entró al servicio del rey católico (1512), con el rango de Piloto Mayor, en reconocimiento de sus profundos conocimientos cartográficos.
El 3 de abril de 1526 iniciaría el viaje más aventurado de su larga carrera, con cuatro naves y 200 hombres.
Desistió de ir a las Molucas, tal como había convenido con el Rey, sino que puso proa hacia el río de Solís
.
El 27 de febrero de 1527 entró en el estuario y siguiendo la costa oriental se encontró con Francisco del Puerto, único sobreviviente del grupo del descubridor del Mar Dulce, que serviría de guía e intérprete.
Según el hallado, el Carcarañá nacía precisamente en las sierras del oro y la plata y Gaboto, en la búsqueda del imperio del rey Blanco, amarró en la confluencia de los ríos Coronda y Carcarañá y el 9 de junio de 1527 construyó 20 casas con techo de paja, fundando así un pueblo que llamó Santi Spíritu
Explicita Amadeo Soler: “La vida se pasaba en paz con los indios comarcanos y no había en ese momento necesidad de construir un fuerte, pero los proyectos del Capitán General Sebastián Gaboto de explorar tierra adentro y los ríos, y guardando en ese lugar los bienes de su Majestad, el Emperador de España, los armadores le sugirieron la conveniencia de construir una fortaleza. El proyecto perseguía también la idea de protegerse de posibles ataques, no sólo de los indios que podrían cambiar sus ideas amistosas, sino de la probable presencia de expediciones portuguesas y francesas, de las cuales se tenían noticias que merodeaban y hacían incursiones clandestinas en el Río de la Plata.”
Asevera Mikielievich: “Con un reducto central amurallado y una edificación central de adobe donde se depositó la mercadería de rescate de los armadores y la hacienda del rey; se hicieron tapias con tierra bien cernida, que se iban levantando dentro de cofres de madera, apisonándola de forma parecida a lo que ahora conocemos como cemento armado.
La empalizada se levantó con troncos de árboles talados en las inmediaciones, sobre un terraplén, formado con la tierra que se sacó de un foso protector, tal como se hacía en las fortificaciones militares y en los castillos de España”.
En un principio a cambio de hachuelas, cuchillos y anzuelos, los naturales de la comarca proveyeron de alimento a los arribados a su tierra.
Sebastián Gaboto, con espíritu aventurero, como avanzada hacia las anheladas riquezas, se largó Paraná arriba con una galeota y ciento treinta hombres.
El Paraná encierra rumores de ambiciones lejanas y recuerda aventuras que le fueron propias.
Gaboto alcanzó Itatí y exploró los ríos Paraguay y Bermejo, frustrando sus sueños porque el rey Blanco no aparecía.
Entretanto el hambre y el maltrato comenzaron a apretar en el asentamiento y los hombres que vivían a la vera del río compartiendo el rango y responsabilidad del cazador con las urgencias y los imperativos del guerrero, los mismos medios con que conseguían su alimento, emplearon las acciones que terminarían con el poblado y la vida de los pobladores en agosto de 1529.
Los 823 días que los expedicionarios vivieron en Sancti Spíritu fueron fugaces pero fructíferos porque sin proponérselo descubrieron que gracias al cultivo del maíz, la papa, el camote, más las variedades de peces, y nuevas hierbas curativas, ésta “era una tierra de promisión”.
Sólo dos cañones quedaron como testigos de la destrucción del primer asiento español en el Río de la Plata llevado a cabo por Gaboto.
En las inmediaciones donde estuvo emplazado el fuerte Sancti Spíritu, actualmente se encuentra el pujante pueblo Gaboto, una pintoresca aldea de pescadores, orgullosa de su pasado.