ROSSINI GIACCHINO (1792 -1868)
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Rossini nació en Pésaro, Estados Pontificios - actual Italia -  hijo de Giuseppe, apodado El vivaz, cornista de oficio, y de Anna Guidarini, cantante en los teatros locales.

Tocando en la banda municipal a los seis años, Rossini mostró un extraordinario genio musical desde la más temprana edad y estudió música con su padre.
Aprendió a tocar la espineta con el vinatero Giuseppe Prinetti; posteriormente estudió con el canónigo Giuseppe Malerbi, en cuya biblioteca leyó las partituras de grandes compositores del pasado.


Se conoce poco de su juventud más se sabe que fue un muchacho seductor,  inquieto, amigo del jolgorio y que tomaba en broma la seriedad de los empresarios, intérpretes y  su propio talento.


En Bolonia tuvo por primer profesor a Angelo Tesei e ingresó en el prestigioso Liceo Musical, bajo la tutela del sacerdote Stanislao Mattei.


Ganó un premio por una cantata que compuso a los dieciséis años de edad.


Había escrito su primera ópera, Demetrio y Polibio, a los catorce, y a partir de entonces su máquina  creadora  se movió a una velocidad inverosímil, cuyo mayor récord sería “El barbero de Sevilla”, la que compuso en catorce días.


Como clavecinista acompañante en teatros, Rossini fue llamado para componer una ópera breve en 1810 y, dado el éxito que logró, siguió componiendo, particularmente en Venecia y en Milán, con éxitos sonados en la mayor parte de los casos  - su séptima ópera conquistó La Scala con cincuenta y tres funciones iniciales  y repentinos fracasos, pero afianzándose como el primer compositor de su tiempo, a pesar de no contar siquiera veinticinco años de edad.


En esos momentos, Rossini llevó a la perfección musical el género bufo. Tuvo la ventaja de contar, ya en esta primera etapa, con grandes cantantes, en quienes pensaba al momento de desarrollar la melodía de los personajes, considerando las posibilidades de sus voces. Algunos de ellos eran Marietta Marcolini, Filipo Galli y Paolo Rosich.


“El barbero de Sevilla” (1816) fue, dentro de su prolífica producción, su obra más perdurable.

 


Cuando Rossini visitó a Beethoven en Viena, éste le aconsejó amablemente:”siga escribiendo barberos”, con eso quiso decir que la ópera cómica era el género apropiado para su genio.

Su originalidad no proviene estrictamente  de su composición ya que, siguiendo la costumbre de la época, Rossini utilizó material de otras obras suyas o ajenas. Incluso la famosa obertura  fue escrita primitivamente para su ópera “Elisabetta, regina d´ Inghilterra”.


A pesar de todos esos injertos, mantuvo una unidad y una espontaneidad deslumbrantes.

.Lo más curioso en el caso de Rossini,  no fue  tanto su música  como su silencio.


Si entre 1810 y 1829 compuso cuarenta óperas, luego se pasó los últimos cuarenta años de su vida  sin escribir una sola nota para el teatro lírico.


Mientras tanto, Rossini también recorrió  Italia, y creó óperas de todos los géneros  - serio, semiserio, bufo -  cuya influencia fue absoluta para todos los compositores posteriores y aun contemporáneos, y representó las ya creadas, que contenían melodías que se convertían en hitos inmediatos y permanentes.


Durante esas décadas se dedicó a recibir amigos, a concurrir a cuanta fiesta  se le pusiera por delante  y a recorrer medio París en busca del mejor proveedor  de tagliatelle o de macarroni.
Mujeriego incorregible, se casó dos veces, siempre por conveniencia, la primera por favorecer a su carrera y la segunda para consolidar su bienestar económico. ¡Qué precio tan caro! Lo que lo llevaría a buscar en la comida y otros placeres momentáneos intentos de  felicidad, a tal punto que cuando se despidió de la ópera, se había convertido en un hombre obeso que ocultaba sus manos rechonchas  bajo un chaleco ajustado.


Rossini contaba con treinta y siete años cuando bajó la cortina  a su carrera musical.


Según su biógrafo Fréderic Vittoux, “recuerda la etapa de oro de su producción un poco semejante  a la excepcional efervescencia  del cine norteamericano entre 1920 y 1940.


En ambos casos el  mismo período prolífero la misma demanda entusiasta  del público, la misma avidez de creación, las mismas “prime donne”  encantadoras y caprichosas”.
Ciudades como Turín, Bolonia, Livorno, Florencia o Roma estaban obligadas a estrenar óperas nuevas cada año. Por toda Italia entonces se buscaban talentos nuevos y  Giacchino debió luchar a capa y espada para tener cada vez más fama y dinero.


A cambio entregó la loca felicidad de su música; y para algunos sería el único compositor importante que supo conciliar en la ópera lo irónico y lo trágico, la sonrisa y el melodrama.


Logró pues durante su época de gloria ser agasajado por la nobleza de varios países, mientras públicos entusiastas reventaban las salas donde se presentaban sus obras.
Finalmente se instaló en París, donde alcanzaría a paladear muchos años de éxito.


Del grandioso maestro en el ocaso de su vida  dejaría el nombre  a unos canelones rellenos, contrariamente a aquel afiebrado músico que cuando componía apenas tenía tiempo ni le interesaba  la gastronomía.

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Su desaparición en 1868 conmovió a Europa y en su tumba colocaron este epitafio:”Dejó el mundo mejor que lo encontró".

 

Bibliografía:

Artículo “Giacchino Rossini” de  la revista “Temas y fotos”,1994.

 

Rossini. Cortada. Topografía:

Corre de E. a O. desde 1500  hasta 2099 a la altura de Gorriti 1800.

Carece de designación oficial.

Recuerda al talentoso compositor de óperas Giacchino Rossini ( 1792 -  1868)