"Era un hombre de juicio recto, pero sin las luces de la inspiración - nos asegura Mitre, - de porte grave y carácter algo apático, de alma serena, reconocido por todos como un patriota abnegado y virtuoso, y un soldado de buena escuela." Su escuela había sido igual que la de San Martín, en España.
Acaso sea su vida una gran biografía para novelarla. Habría de escudriñar en su vida privada, que no conocemos con amplitud, más bien los historiadores sólo explicitan su actuación militar.
José Casimiro Rondeau Pereyra nació en Buenos Aires el 4 de marzo de 1775. Su padre era un comerciante francés.
Vivió su juventud en la entonces llamada Banda Oriental. A los veinte años ya sabía pelear contra el indio infiel y el portugués de la frontera, pero tempranamente, se mudó con su familia a Montevideo, donde se educó.
Abandonó sus estudios teológicos en segundo año para comenzar la carrera militar en el regimiento de Infantería de Buenos Aires (1793).
Nos dice Gónzalez Arrili: "Cuando quiso exponer su "Autobiografía" lo hizo en estilo de foja de servicio de un soldado, que yo resumiré: "En el curso de mi carrera he obtenido cinco despachos de general de ejércitos de operaciones en distintas provincias y tres de comandante general de armas en diversos períodos..."
Intervino contra las invasiones inglesas. Las fuerzas de Whitelocke lo capturaron y lo enviaron como prisionero a Londres. Logró liberarse y se dirigió a España.
En La Coruña, organizó el batallón de Buenos Aires para luchar contra la invasión de Napoleón.
En agosto de 1810 regresó a Montevideo. De inmediato, se unió a los patriotas de la Revolución de Mayo.
La Primera Junta de Buenos Aires lo nombró teniente coronel y estuvo a cargo de las fuerzas patrióticas en la Banda Oriental (Uruguay).
Apoyó a Artigas en el primer sitio de Montevideo y luchó en el segundo. Por sus brillantes tácticas en la batalla de "El Cerrito" contra los realistas fue nombrado comandante del ejército del Norte para reemplazar a San Martín que había renunciado por razones de salud (1814).
Para disimular un poco el escandaloso reemplazo, el Director Gervasio Antonio de Posadas lo ascendió a Brigadier general y lo transfirió como Jefe al Ejército del Norte.
De inmediato se puso a organizar la que sería la tercera campaña al Alto Perú. Contaba para ello con los refuerzos enviados desde Montevideo, es decir, tropas que habían participado del sitio, muchos de los antiguos sitiados y, sobre todo, un poderoso armamento capturado allí.
Cuando todo estaba listo para marchar hacia el norte, Rondeau recibió la noticia de que Posadas mandaba reemplazarlo en el mando del ejército por Alvear.
Era la segunda vez que esto se producía: anteriormente Alvear había reemplazado a Rondeau cuando era inminente la caída de Montevideo en poder de las fuerzas de Buenos Aires. Este irracional mandato trajo tal contrariedad en las filas que varios oficiales se sublevaron.
Comunicaron a Rondeau que no acatarían al nuevo jefe y lo instaron a iniciar las operaciones. Este rechazo público a la autoridad de Alvear, obligó al reemplazante a regresar antes de llegar a su destino.
Rondeau estableció su cuartel general de avanzada en Huacalera, hasta tanto Güemes librando pequeños combates y escaramuzas y con la colaboración inestimable de las fuerzas de Fernández Campero llegó hasta Yavi.
Esta circunstancia y ante el miedo de seguir perdiendo prestigio y respeto ante la tropa, Rondeau destituyó a Güemes como Jefe de vanguardia y nombró en su reemplazo al Coronel. Martín Rodríguez. En tono ofensivo ordenó al caudillo salteño a entregar a Rodríguez la División Salta, "... más éste se negó arguyendo que dicha división no pertenecía al ejército, ni estaba bajo las órdenes de su General en Jefe”.
Martín Rodríguez recibió órdenes de entrar a la Puna y lograr una victoria para mejorar la imagen del ejército. Lamentablemente el resultado de esta misión fue totalmente inverso, ya que al hacer un alto en el paraje conocido como "El Tejar", su presencia fue detectada por el comandante enemigo Antonio Vigil, quien atacándolo sorpresivamente lo redujo con facilidad tomándolo prisionero junto con varios de sus efectivos. De esta refriega logró huir Mariano Necochea quien logró llegar hasta el cuartel general para informar lo acontecido.
Rondeau luego de las malas noticias demoró su accionar permitiendo al jefe realista Pezuela a concentrar su fuerza en Cotagaita otorgándole la libertad a Martín Rodríguez para que pactara una reunión.
Hasta tanto, en reemplazo de Martín Rodríguez fue nombrado el General Francisco Fernández de la Cruz para que avanzara hasta el Tejar y luego tomase rumbo hasta Puesto del Marqués donde se tenía noticias que estaba establecida la vanguardia enemiga.
Esto era así ya que en los primeros días de abril de 1815, Antonio Vigil con 300 hombres de caballería de línea, se había establecido en la hacienda del *Marqués de Campero (Puesto del Marqués).
Vigil pertenecía a la vanguardia del ejército español acantonada en Yavi.. Seguramente confiaban en la tregua de hecho que el general de su ejército Joaquín de la Pezuela había establecido con Rondeau.
Güemes, entonces, viendo la indecisión y la falta de iniciativa por parte de Rondeau, parte a las dos de la madrugada hacia el Puesto del Marqués con un Regimiento de Dragones y un contingente de mil gauchos salto-jujeños comandados por el mismo. De la Cruz y a su vez ordenó entonces la partida de un batallón de infantería: "Los Cazadores" al mando de Rudecindo Alvarado.
Antes del amanecer al Puesto del Marqués, aproximadamente 5,30 de la mañana, donde se divisó el campamento enemigo en pleno descanso. A la voz de atacar del jefe salteño, los centauros gauchos se lanzaron en rabiosa embestida contra la dormida tropa y en feroz entrevero realizaron terrible matanza.
En el combate murieron cuatro oficiales y 105 soldados realistas. Quedaron heridos o prisioneros cinco oficiales y 117 soldados. Además, según el parte de guerra correspondiente, los españoles perdieron todas sus armas y municiones, guiones, equipajes y bestias.
Esta rebelión obligó a Posadas a renunciar, y en su lugar fue electo Alvear; quien dedicó su gobierno a perseguir a sus opositores, pero apenas tres meses más tarde fue derrocado por una rebelión militar.
El Cabildo porteño designó para sucederlo a Rondeau, que no podía perseguir a nadie en la capital por la sencilla razón de que estaba a 2000 kilómetros de allí.
Todos estos desórdenes minaron la autoridad de José Rondeau como jefe del Ejército, que perdió meses claves en preparativos y reorganizaciones.
En este ámbito de insubordinaciones y rebeldías se dispuso el comienzo de la campaña. El general Paz recordaría después en sus Memorias que era un ejército anarquizado, con poca moral, que marchaba hacia un desastre seguro.
Vicente Fidel López nos advierte en su "Historia" que era un inepto forrado en piel de jesuita" y según el general Paz en sus "Memorias", "era de una refinada hipocresía". Sin duda, Mitre es el más ecuánime de los tres.
Vencedor indiscutido de la batalla del Cerrito, los historiadores greñudos, le regatean tal gloria, mientras que derrotado en Sipe – Sipe, muchos cargan sobre sus hombros la mayor parte de la responsabilidad.
El único que procura ser justiciero es, otra vez, Mitre. “Los que han atribuido esta derrota a órdenes dadas a destiempo se equivocan, parece que no comprenden que la batalla estaba perdida antes de darse. Era un ejército nacional desmoralizado, sin cabeza y sin nervio, que se mantuvo en una posición que creyó inexpugnable”.
Rondeau falleció en la mayor pobreza, el 18 de noviembre de 1845. Dos días antes de su muerte, llamó a su ahijado, el joven oficial de artillería Bartolomé Mitre, para hablarle de la patria y sus esperanzas. Le dio cuanto tenía: su espada, "Vencedora en el Cerrito y derrotada con dignidad en Sipe - Sipe".
Se trata del actual boulevard Rondeau, llamado antiguamente - según títulos de propiedad de la época - "Calle pública" y más tarde, Calle principal o "real". Y aún más tarde "boulevard San Martín" conocido por camino que va a San Lorenzo - nos dice julio Imbert en su artículo: "Alberdi, mi pueblo". Diario La Capital, en su edición del 30 de noviembre 1969.
En Alberdi, su ancho principal sería de 150 varas, realzado por la obligatoriedad a los adquirentes de lotes con frente a esa arteria de reservar a su frente un espacio libre de 10 metros con destino a jardín, impuesta por el fundador del pueblo, Sr. Puccio.
Al delinearlo se previó dos amplias franjas laterales para el tránsito y una central por donde se extendía la línea del Ferrocarril Francés que unía Rosario con Santa Fe, entre hileras de eucaliptus que adquirieron gran desarrollo y que fueron la mayoría derribados en 1928, para construir un amplio veredón.
Este veredón, flanquedo por estos típicos árboles, sobrevivientes de 1890, a lo largo de varias cuadras, ( de Luis Vila hacia el Norte) sirvió de paseo hasta fines de la sexta década del siglo XX, cuando se iniciaron los trabajos que convertirían al boulevard Rondeau en autopista.
Esos eucaliptus, serían aquellos que cantó Alfonsina Storni de esta manera: "eucaliptus antiguos y paraísos tiernos".
Agrega Cignoli: "Por igual circunstancia se levantaron las vías que sobre la franja este se habían tendido para el desplazamiento de la Compañía Tramway Rosarina del Norte, que partiendo de Córdoba y Cafferata llegada hasta Progreso- hoy Gallo - a cuatro cuadras de la plaza."
El bulevar Rondeau seguía la línea de la Compañía Ferrocarril Santa Fe, establecida en 1888, que tenía una parada en ex “Pueblo Alberdi” (actual barrio Alberdi de Rosario). Fue ensanchada y convertida en carretera durante la administración municipal (1958-1959) del intendente Luis Cándido Carballo, siguiendo un ambicioso y efectivo programa de obras públicas.
En la actualidad el bulevar Rondeau (boulevard General José Rondeau) es una avenida de doble mano, con pistas de baja y alta velocidad en el norte de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.
Arranca como la continuación de la avenida Alberdi, señalada por el busto de Lisandro de la Torre (del escultor rosarino Erminio Blotta) y haciendo un giro de 30º, corre en línea recta, casi paralelo al río Paraná (que se encuentra a unas seis cuadras), a lo largo del nor-noroeste de la ciudad, constituyéndose en el límite occidental de Barrio Alberdi.
Finaliza en el nudo de la Avenida de Circunvalación, el acceso al Puente Rosario-Victoria y el inicio de la RN 11, que indica además el límite municipal de Rosario con su ciudad conurbada de Granadero Baigorria, lugar donde está emplazada una estatua de la Virgen del Rosario, y una señal eléctrica de bienvenida para los visitantes que entran a Rosario desde el norte.