ROBLES JOSÉ F.

Hace muchos años, exactamente el 19 de septiembre de 1885, el Congreso Nacional Argentino sancionó una ley mediante la cual se ordenaba la creación del primer instituto nacional para sordomudos, que se constituyó en la primera escuela oralista para sordos de nuestro país.


Por ello, todos los 19 de septiembre, en la República Argentina, se conmemora el Día Nacional de las Personas sordas, aunque de la propia historia se puede deducir que se debería celebrar el Día nacional de la Lengua de Señas Argentina, lo que parecería una contradicción. Y de hecho, lo es.
Pero veamos el porqué.


La decisión política educativa en ese entonces, estaba orientada hacia una filosofía dogmática en la educación especial para sordos: el oralismo. La aplicación de esta corriente acarreó severas restricciones impuestas a los niños sordos en relación al uso de las manos para la comunicación.


 Aparece abiertamente la represión lingüística. Debían aprender la lengua mayoritaria oyente (el español) para que se los pudiera entender y además, “porque con las manos hablan los monos”.


El nuevo Instituto Nacional comenzó a funcionar un año después  (1886) bajo la dirección del canónigo italiano Serafín  Balestra, quien afirmó: “… El ministerio de Cristo debe abrir la boca del  sordo… ” Y, en nombre de Dios y del habla, llegó a usar la electricidad como método terapéutico para excitar y encaminar los labios de los niños sordos. Su interés se centraba obsesivamente en la abolición de las señas dentro de las escuelas y luchó hasta borrar cualquier rastro de ella.


En 1897 se creó, en ese mismo instituto, una sección aparte para niñas sordas y se mantuvo a los pequeños sordos separados por sexos.
Aún bajo la estricta prohibición de comunicarse con las manos, cada grupo, a escondidas, en los recreos, durante las noches, cuando ningún ojo represor los veía, se comunicaban por señas.


Posteriormente, en 1901 se separaron las escuelas por sexos y se crea el instituto Nacional de Niñas sordomudas.
En esos tiempos, las únicas escuelas para sordos se localizaban en Buenos Aires razón por la que se organizaron como internados para los niños del interior del país.


Esto generó, además, otra consecuencia social que benefició también la expansión de la lengua de señas, ya que los egresados de estas escuelas fundaron las primeras  asociaciones de sordos argentinas. Y crearon en estos espacios un lugar de libertad comunicativa, un lugar en donde podían   decidir por ellos mismos.
Su interés se centraba obsesivamente en la abolición de las señas dentro de las escuelas y luchó hasta borrar cualquier rastro de ella.


En 1897 se creó, en ese mismo instituto, una sección aparte para niñas sordas y se mantuvo a los pequeños sordos separados por sexos.


Con respecto a nuestra ciudad asiente Mikielievih: “José Robles  fue fundador y director de la primera escuela de sordo mudos que funcionó en Rosario”.


Se denominó “Serafín Balestra” porque Robles había sido alumno  del canónigo Balestra en Buenos Aires, y había  leído la obra de Roliles quien en París editó: “El auxiliar del maestro para la enseñanza  de los sordomudos según el sistema de la palabra pura.”


Robles  optó por aplicar su metodología para gente no oyente y dedicó su obra al gobernador José Gálvez y a su ministro el Dr. Cafferata, quienes habían propiciado su quehacer.
 El establecimiento era mixto para la enseñanza de oyentes, sordo-mudos y ciegos. Se dictaban clases diurnas y nocturnas de artes y oficios, donde preparaban obreros, herreros, carpinteros, torneros y tenía alumnos externos,  medio pupilos e internos.”


Su propósito le demandó esfuerzos y sacrificios por la indiferencia de los poderes públicos en apoyarlo, hasta que con ayuda de la Municipalidad de Rosario consiguió dotar al establecimiento  con elementos necesarios para la enseñanza de un número elevado de educandos sordo mudos.
En 1890 contaba con un numeroso alumnado.


Artículo editado y sostenido en el año 2006 por las señoras  Viviana Burad y María Ignacia Massone:
Desde el histórico 19 de setiembre de 1885 hasta la actualidad han transcurrido más de cien años en los que a pesar de la colonización violenta, a pesar del “lengüicidio”, las personas sordas lograron la supervivencia de su lengua de señas.


Quizás algunos piensan todavía que el oralismo ‐ impuesto mundial y formalmente en el Congreso de Milán en el año 1880 ‐ más  los audífonos y los implantes cocleares convierten a los sordos en oyentes.
 Si esto fuera tan simple, en los países más avanzados técnicamente del mundo no habría sordos. Sin embargo, el número asciende mundialmente a cifras millonarias, con innumerables asociaciones, confederaciones y hasta una Federación Mundial de Sordos.


Las personas sordas, aunque parezcan lingüísticamente extranjeros en su propia patria, son nuestros conciudadanos, aunque sean dueños de una lengua y una identidad propias. Y con ellos compartimos también intereses sociales.


Tal vez, las necesidades comunicativas de los sordos encuentren solución bajo el amparo de una educación bilingüe ‐ bicultural en Lengua de Señas Argentina –Lengua Española y porque no, “multilingüe intercultural”.
Un niño sordo profundo puede adquirir naturalmente la lengua de señas justamente porque se adapta a sus condiciones físicas, porque utiliza para vehiculizarse sus partes sanas: sus ojos y sus manos. Y esa lengua la estructurará cuando esté a su alcance en su entorno.


Para los sordos, “ver”, tiene el mismo valor afectivo y de significación que para los oyentes “oír”. Las manos, como la voz, pueden expresar ideas, sentimientos, emociones. Por ello, la lengua de señas resulta más eficaz, funcional y natural para lograr la comunicación.


Pero el bilingüismo aparece también cuando voluntariamente una familia oyente con un hijo sordo decide aprender la lengua de señas para comunicarse en forma cotidiana.
Es decir que la introducción temprana de la lengua de señas en la vida del niño sordo puede ayudar a que el desarrollo mental y comunicativo siga un curso cronológicamente adecuado que le permita desplegarse como un ser humano íntegro y no como un oído que no escucha.


Por ello, si la lengua de señas es valorada por los sordos y no es menospreciada por los oyentes, se elevará la autoestima que como toda persona, el sordo necesita y esto le permitirá reflejar una autoimagen positiva.
Y la escuela, con un proyecto educativo bilingüe, puede tener un peso importante que ayude al niño sordo a adquirir plenamente lo que será su primera lengua natural completa: la lengua de señas, que a su vez será la lengua de la enseñanza mediante la que aprenderá los mismos contenidos curriculares que los niños oyentes de su edad.

 

Bibliografía:

Massone, M. I., Simón, M. y Druetta, J. C. (2003) Arquitectura de la escuela de

Sordos. Buenos Aires.

Sánchez, C. La increíble y triste historia de la sordera. Caracas: (1990),

Skliar, C. La educación de los sordos ‐ Una reconstrucción histórica,

Cognitiva y pedagógica. Mendoza: Ediunc. (1997).

 

Robles José. Calle. Topografía:

Corre de E. a O. desde 3200 hasta 3899, a la altura de Calderón 3900.

Se le impuso ese nombre por O.  4671 del año 1977.

Recuerda A José Robles, pedagogo fundador de la primera escuela de sordomudos y ciegos de Rosario.