RIVADAVIA BERNARDINO (1780-1845)

Rivadavia no es solo el nombre del prócer, sino la expresión de una época, “la época de Rivadavia” que cubrió La Nación de obras verdaderamente civilizadoras y como promesas de acontecimientos posteriores.


Las obras fueron de extrema significación para el logro de una sociedad cimentada en el orden y la igualdad de los hombres.


Sin embargo, muchos disentían con su ideario y proyección, incluso hasta el mismísimo General San Martín, que en una nota le expresó a su amigo Pedro Palazuelos: “Sería de no acabar si se enumerasen  las locuras de aquel visionario y la adoración de un gran número de compatriotas creyendo improvisar en Buenos Aires, la civilización europea que diariamente llenaban el Archivo Oficial. Cabe pues, preguntarse de su endiosamiento, declarándolo el “Más grande de la Patria de los argentinos”.


Cuando el país, en cierta forma estaba estancado, Rivadavia decidió imponer una organización administrativa copiada de los sistemas financieros europeos. Aparte, propugnaba crear una fuente de ingresos externos, para emancipar al Estado de la absorbencia interna de la Aduana de Buenos Aires.


Hijo de un funcionario nacido en la aldea gallega de Monforte, Bernardo Benito de Rivadavia y de madre porteña, doña María Josefa Rivadavia, primos entre sí (como era costumbre española en el siglo XIX), el 20 de mayo de 1780, nació Bernardino de la Trinidad, que sería "nuestro primer hombre civil", según Mitre.


Su progenitor fue un funcionario Real de mediana familia burguesa, quien   quiso que el niño Bernardino (1780-1845) se dedicase al estudio del derecho, pero no llegó a recibirse de doctor ni abogado, limitándose a ejercer tareas procuratorias y administración de propiedades.
Sin embargo, durante las invasiones inglesas, actuó decididamente defendiendo la ciudad junto a su padre que por entonces era abogado de la Real Audiencia.


No le tocó mayor participación en los sucesos del 25 de mayo de 1810, pero su espíritu activo y tenaz, con una plomo a toda prueba y habilidoso, se congració con los factores del Poder, a excepción de la mutua antipatía personal y profesional con Moreno.


Como hombre maduro era de rasgos negruzcos y labios gruesos semejantes a los hijos de esclavos, de mucho vientre y piernas delgadas.
Sus enemigos lo llamaban "Sapo de diluvio" y también lo apodaron "El Mulato", hasta "Napoleón" le llamaba la atención su actitud que para resolver cuestiones gubernamentales, pasaba todo el tiempo caminando con sus manos en la espalda.


Aspecto físico que no le impediría casarse con Juana del Pino, hija del que fuera virrey don Joaquín del Pino. Incomprensible casamiento porque nuestro patriota era considerado un personaje con poco brillo para lucirse entre lo más rancio de la sociedad colonial.


Era amigo de Belgrano y le agradaba conversar largamente con él pues coincidían en la apreciación de muchos problemas urgentes y por considerarlo un maestro de su iniciación, por su inteligencia brillante y dueño de las nuevas ideas de los filósofos traídas de Europa a nuestra incipiente Nación. 


El temperamento de ambos era diametralmente opuesto, pues Rivadavia se caracterizaba por ser arrogante, con firmeza de carácter y de grandes embestidas como lo demostró al ejercer la secretaría del Primer Triunvirato logrando aplastar la conspiración de Álzaga , mientras que Belgrano aunque de decisiones claras - también lo demostró al crear la Bandera por cuenta propia - era un tipo modesto, con gran templanza y más bien de bajo perfil.


En el bagaje de disposiciones por creación rivadaviana, se destacaron los decretos sobre libertad de imprenta y seguridad individual. Este último, valiosísimo fundamento de uno de los grandes principios de la Constitución de 1853.


Rivadavia en 1812 suscribió el acuerdo aceptando la escarapela creada por Belgrano, celeste y blanca y en el que se declaraba explícitamente que la Revolución de Mayo significaba el advenimiento de una nueva nacionalidad".


Como gran estadista suprimió las trabas que impedían la comercialización de productos por extranjeros radicados en el país pues enseñó que el extranjero no era un huésped sino un hijo más de esta tierra de promisión.


Prohibió la radicación de esclavos, uniformó el sistema monetario, y como nos ilustra Octavio R: Amadeo: “A todo llegaba su impaciencia creadora, hizo levantar los planos del futuro puerto de Buenos Aires, construyó el primer camino macanadizado a la Ensenada... buscó agua para su pueblo con la urgencia de un Moisés, y todo bajo las risotadas de los incrédulos que después se reirían de Sarmiento.


En dos oportunidades fue designado diplomático en Europa, en 1814 y 1825 donde su presencia modesta y gastos cautelosos se interesaban por el progreso de las artes, las ciencias y las letras con meticulosa atención, logrando que en Londres con Canning (1825) se reconociera la Independencia argentina.


El Congreso de 1826 el 6 de febrero, sancionaba la ley de creación del cargo de Presidente de la Nación Argentina y al día siguiente fue electo Bernardino Rivadavia.
Durante su mandato - que durara sólo un año- se inició una guerra civil entre dos grupos antagónicos "los presidenciables y los disidentes " más la guerra con el Imperio del Brasil, pese a los sonados triunfos del Juncal e Ituzaingó.


El Ejecutivo encarnado por Rivadavia, resolvió en tales circunstancias intentar una paz honrosa con Brasil y para ello envió a don Manuel José García para que "buscase la paz a trueque del sacrificio de los derechos argentinos a la provincia oriental (hoy Uruguay), con la esperanza de que el gobernador se contentase de dejarla independiente, a cambio del desarme de la isla de Martín García".


El flamante presidente había fracasado en la paz buscada y su única salida fue el renunciamiento.


Después de dos años de ostracismo marchó a Cádiz donde falleció en el mayor sufrimiento e indigencia el 2 de septiembre de 1845.
Sus restos fueron repatriados 12 años después.


Octavio Amadeo lo define de esta forma: "Rivadavia fue un creador, fabricante de sueños, un hombre de fe, un hombre de esperanza, un hombre de caridad, un hombre de Cristo. Era un sembrador enloquecido, sus semillas fueron devoradas por aves de rapiña, tras él las dejó caer en su ansia pródiga sobre rocas estériles.

Pero la tierra era magnífica, una tierra descansada, fecunda y ávida, que esperó por siglos la semilla.
Era de la raza de los precursores; y tenía que ser vencido y lo fue. Porque toda grandeza genuina termina en una cruz; todo hombre que corta un camino hace una cruz y muere en ella.”

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Bibliografía:
Amadeo R. Octavio: "Vidas Argentinas". Editorial Emecé. Bs. As.1936. Tomo 649. 3ra.edición.
González Arrili, Bernardo. Historia de la Argentina, según la biografía de sus hombres y mujeres. Editorial Nobis. Bs. As. 1964.
Palcos Alberto: "La visión de Rivadavia". Buenos Aires.1936.

Rivadavia. Calle. Topografía:
Corre de E. a O. al Norte de la calle Güemes, desde 1800 hasta 2600 a la altura de Bv. Oroño 100 Bis.
Su nombre fue impuesto desde su apertura, por Ord.3 del año 1905.
Recuerda al prócer Bernardino Rivadavia (1780-1845), “El más grande hombre civil de la tierra de los argentinos” según Bartolomé Mitre.
En 1945, en el jardín del centro de Bv. Oroño que mira a la calle Rivadavia, fue descubierto un monolito que presenta una placa de bronce con la leyenda "Bernardino Rivadavia 1845-1945. La Municipalidad de Rosario en el centenario de su muerte.”

 

NOTA CURIOSA DE NUESTRA CIUDAD:


Plaza 25 de Mayo: una ubicación privilegiada.


Se encuentra cerca del Río Paraná, y a pocos pasos de la peatonal más concurrida de la ciudad. Ocupando una manzana definida por las calles Santa Fe, Buenos Aires, Laprida y Córdoba, está ubicada en un lugar privilegiado del centro rosarino.


 Frente a ella, se encuentran la Municipalidad de Rosario, conocida como el Palacio de los Leones, y la Basílica Catedral de Nuestra Señora de Rosario. Ambos monumentos separados por el Pasaje Juramento, que conduce a nuestro querido Monumento a la Bandera.


La Columna a la Libertad


En el centro de la Plaza se puede observar la Columna a la Libertad, dedicada, tal como su nombre lo indica, a la Libertad. Esta misma lleva una estatua que la representa de pie en su parte superior. Además, la columna está rodeada por estatuas de nuestros héroes nacionales: José de San Martín, Manuel Belgrano, Mariano Moreno y Bernardino Rivadavia.


El monumento, inaugurado el 9 de julio 1883, fue esculpido en mármol de Carrara por Alejandro Biggi, artista nacido en Carrara, Italia, y radicado en Bs. As a fines del siglo XIX. Sin embargo, previo a tal columna, en su lugar, se encontraba el primer monumento a la Constitución Argentina de 1853.

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NOTA CURIOSA NO SOLO PARA LOS ROSARINOS, SINO PARA LOS ARGENTINOS:
Nos dice Daniel Balmaceda en “Espada y Corazones” con respecto al sillón presidencial que según el mito fue el sillón del primer presidente no constitucional.
Bernardino de la Trinidad Gonzales Ribadavia, así fue bautizado, pero él terminó suprimiendo su apellido en Rivadavia, las dos veces con ve corta en diciembre de 1813.


Fue el primer presidente y el primero en renunciar (1826-1827).


Luego de él fueron muchos los que habrían ocupado el famoso “Sillón de Rivadavia”.


Algunos por la fuerza, otros por los votos del pueblo. Algunos con debilidad, y otros con demasiadas ganas de no abandonarlo.


Pero en realidad ningún presidente posterior a Don Bernardino, ocupó el sillón de Rivadavia, simplemente porque no existe.


¿A dónde se sentó Rivadavia cuando ocupó el poder ejecutivo? Nadie lo sabe.


De su mobiliario se conocen dos sillones, pero ninguno de los dos formó parte de su escritorio de Presidente.


A uno de ellos que era de caoba y brazos cortos, lo donó a la Universidad de Buenos Aires para los rectores, el que se fue deteriorando y debió ser reemplazado.


El otro, lo cedió a la Catedral Metropolina y en cada tedeum era ocupado por el Magistrado de turno.


Allí sí cuando el presidente se sienta a escuchar el sermón, ocupaba el sillón de Rivadavia.

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