Nos dice el historiador Armando Alonso Piñeiro: "Tanto se ha escrito sobre la personalidad militar y estadista del Libertador, tanto se ha investigado sobre sus condiciones morales y la densa campaña continental, que poco o nada ha quedado de su vida afectiva".
Remedios fue la jovencita quinceañera a quien el que sería Libertador conoció en los lujosos salones del matrimonio formado por Antonio José de Escalada y Tomasa de la Quintana, la noche del 25 de mayo de 1812, en la recepción ofrecida conmemorando el segundo aniversario de la fecha patria.
No hacía tres meses aún que el adusto teniente coronel acaba de llegar a Buenos Aires procedentes de Europa.
Con 34 años de edad todavía no había experimentado las delicias del amor, solo sensaciones de las guerras contra Napoleón.
Debió sentirse profundamente conmovido –así coinciden los testimonios coetáneos- ante la presencia de la resplandeciente porteña y así lo expresaría por escrito, en una de sus raras confidencias íntimas a su amigo Mariano Necochea.
El casamiento fue ultrarrápido, se celebró el 12 de septiembre de aquel mismo año, pese a la desconfianza y oposición de la madre de Remedios, molesta sin duda porque su flamante yerno multiplicaba más que largamente la edad de su hija; no obstante la familia debió enfrentarse ante la decisión inquebrantable de su pequeña Remedios.
La fatalidad quiso, 11 años después, que esa joven enamorada muriera a la injusta edad de 25 años, en la quinta de los Escalada y no en la casona familiar del centro de Buenos Aires.
También opina el historiador Pacífico Otero en su Historia del Gran Capitán: "Los documentos que conocemos guardan un silencio absoluto en lo relativo a las relaciones de San Martín con su esposa desde abril de 1819 a los primeros meses de 1823. A no dudarlo, ambos se comunicaron con la frecuencia que las circunstancias lo permitían, escribiéndole San Martín ya desde Chile o ya desde Perú pero como se trata de documentos privados, las cartas cambiadas no aparecen en el Archivo del Libertador..."
Nos dice Gónzalez Arrili: " San Martín debió quedar desconforme con la educación que le dieran a doña Remedios en la casa de los Escalada. Procuró que la hija Merceditas no atravesara iguales inconvenientes y, cuando pudo la sustrajo de la influencia de la abuela, llevándosela a Europa.
Hay unas cartas a Guido donde se ve claro su disconformidad: "La niña estaba muy resabiada, dice. No sabía obedecer, le daban berrinches. La mitad del viaje lo pasó arrestada en su camarote. Pero la comprensión del general pudo más”.
La historia argentina recuerda el amor por su hija y sus nietas durante su ostracismo en Francia, pero poco nos dice de su amor de hombre treintañero por esa dulce niña de tez mate, cabellos negros y rizados, boca fina y osos grandes y expansivos. (Esa descripción física consta en una miniatura de porcelana donada por su sobrina Remedios Oromí de Acosta.)
Ricardo Rojas en "El santo de la espada " narra el encuentro entre el héroe y Remedios así: "Al poco tiempo de llegar a Buenos Aires y de haber obtenido su graduación, San Martín fue presentado a algunas de las principales casas de la ciudad, entre ellas la de don Antonio José de Escalada, cuyo hogar refundía la sencillez patriarcal de las viejas familias coloniales con las maneras cortesanas que dejó el virrreinato”.
En aquella casona situada frente a la Plaza Mayor porteña, en las inmediaciones de la Catedral, después de la de Riglos, concentraba la elite de la sociedad de esa época.
Escalada, criollo rico, habíase casado en segundas nupcias con doña Tomasa de la Quintana, mujer elegante y hermosa, cuyas hijas, doña María de las Nieves y doña María de los Remedios, heredaron la belleza de la madre y la gentileza del padre.
Esta última, María de los Remedios Carmen Rafaela Feliciana nacida el 20 de noviembre de 1797, al igual que su hermana fue criada en un ambiente de boato y distinción, y fue en una de esas distinguidas reuniones, el 25 de mayo de 1812 que conoció al coronel San Martín, que llevaba dos meses de regreso al Río de la Plata.
Esa noche cruzaron las primeras palabras, luego llegó el pedido de mano, y ahí nomás el casamiento, el 19 de setiembre del mismo año, cuando apenas ella había cumplido los catorce años.
El matrimonio duró once años, pero la pareja pasó más tiempo separada que juntos. En efecto a los tres meses de la boda, el esposo salió de campaña en persecución de los godos que merodeaban las costas del Paraná no demorándose una nueva partida para hacerse cargo del Ejército del Norte.
Cuando llevaban cuatro años de casados, al ya general, le dieron la gobernación-intendencia de Cuyo, y Remedios creyendo que había llegado el momento de armar su casa en la ciudad de Mendoza, se instaló y llegó a dar a luz a su única hija, Mercedes.
En enero de 1817 San Martín debió partir hacia Chile, para realizar el máximo de los objetivos de la emancipación americana, y ella debió regresar con su hermano el coronel Mariano Escalada y su sobrina Encarnación Demaría a la casa paterna, en marzo de 1819, aconsejada por su tío el general Hilarión de la Quintana, más sin la criada negra Jesusa porque la morena se había sumado a las huestes del General.
El 30 de abril de 1819, el Libertador le escribió a Bernardo O´Higgins: “Remedios marchó para Buenos Aires, pues el temperamento de este país (refiriéndose a Mendoza) no le probaba; aquí me tiene usted hecho un viudo”.
La esposa enferma, vivió esperando la vuelta de su marido, mientras él llevaba las banderas de la revolución a Lima.
La delicada de salud de Remedios se agravó y por consejo de su médico se instaló en la quinta de Barracas de su hermano Bernabé (en las actuales calles de Caseros y Monasterio).
Estaba postrada y sin aliento cuando el 10 de junio de 1821, su marido entraba victorioso en la capital del Perú.
En breve nota biográfica el historiador Carranza, anota: "Nos decía una de las sobrinas que rodeó su lecho en los últimos instantes: Murió como una santa, pensando en San Martín, que tardó en llegar unos meses después, con amargura en el corazón, con un desencanto y melancolía que no le abandonaron jamás."
Al general Guido, amigo íntimo del Libertador, desde Lima le escribió el día 17 de agosto de 1823: "Temo que al llegar ésta, ya no exista Remedios, según la carta de usted y otras que he visto confirmando su mal estado".
Cuando estas líneas salieron, los presentimientos de San Martín y los suyos se habían cumplido pues ya había fallecido de tuberculosis el día 13 de agosto. Documento que consta en el Archivo del Padre de la Patria. Tomo IX, pág.440.
Antes de partir para Europa, San Martín mandó decir una misa en sufragio de su bien querida esposa y puso sobre la tumba en el cementerio de la Recoleta en un pequeño monumento de mármol la leyenda: "Aquí descansa Doña Remedios de Escalada. Esposa y amiga del General San Martín. 1823." dejando acaso sin pretenderlo el testimonio insustituible que los historiadores buscan en vano en los papeles de época.
Amiga, en efecto pues se sabe de su trabajo al frente de las damas mendocinas que cooperaron con el armado de la Expedición Libertadora, y amiga inimaginable porque debió ser la solitaria depositaria de las ilusiones y proyectos del esposo. Nos quedaremos sin saber esos secretos. No las tiernas, y reiteradas palabras de amor tan comunes a todo romance, sino la gloria prefigurada de los planes libertadores, el enigmático latido de la historia presentida en confidencias memorables que se han perdido para siempre.
Cuando se renovó el monumento a Remedios en 1928, la lápida original que fuera encontrada en una casa de remate, fue enviada al Museo Histórico Colonial de Luján.