Tres nombres son significativos en las primeras décadas del siglo XX dentro de la literatura rosarina: Emilio Ortiz Grognet, Marcos Lenzoni y Domingo Fontanarrosa.
Fontanarrosa nacido en Rosario el 13 de enero en 1893, murió en la misma ciudad que lo viera nacer veintiocho años antes.
Su fecha de nacimiento desde su niñez le parecía un signo premonitorio de su suerte, “hasta llegó a lamentarse que si su apellido hubiese tenido el agregado (h) significando hijo, hubiese esdo formado por 13 letras.
Fueron compañeros del colegio Castro, con el Dr. Lo Valvo, brillante intendente de nuestra ciudad en el período 1951- 52 y autor de la magistral obra “Planificación y urbanismo” donde tipifica al poeta como un adolescente delicado, triste e introvertido, como consecuencia de una niñez solitaria y una adolescencia incomprendida.
Vivía al lado de una madre que constantemente le recriminaba su espíritu poético, tal vez más por ignorancia que desamor, expresándole “que el pan de cada día se gana con sudor y no con poemas”.
Por esa razón su producción “Angustia” como “La epopeya interior” que al parecer se perdió después de su muerte, reflejan su pérdida de sueños y el valor de lo que significa vivir la vida..
Nos dice Osvaldo Aguirre en su artículo del diario La Capital del 26 de setiembre de 2004 en su artículo ”Poemas olvidados en un cuaderno”: “Como ocurre con frecuencia en la literatura del pasado rosarino, se desconocen circunstancias básicas. La fecha de aparición de “Angustia” no está clara. En su primera antología de poetas rosarinos” (1938) Ecio Rossi afirmó que el libro se publicó en 1918, mientras Plácido Grela, en un artículo posterior, dijo que en realidad el libro se conoció el año anterior”.
En una nota final de ese texto, el propio Fontanarrosa escribió: “El 8 del corriente mes de agosto de 1917, el mes traicionero y fatal, debía ver la luz pública Angustia, mi primer libro”.
Precisamente justo ese día falleció su padre, por lo que la distribución debió postergarse, aunque la obra estaba impresa. Claramente no se sabe cuando comenzó a circular.
Acota Aguirre: “La poesía inédita de Fontanarrosa fue preservada por Raúl N. Gardelli (1916 - 2002).
Se trata de dos cuadernos cuyas páginas están numeradas y que están fechados en 1918, y de un pliego de hojas sueltas que contienen un poema largo. “La araña gris” y otros dos más cortos, “Nuestros ancianos dioses” y “El cuaderno en blanco”.
En un artículo publicado en 1993, Gardelli manifestó no recordar como esos textos habían llegado a sus manos. No obstante, el olvido fue reparado, porque en el transcurso de conversaciones posteriores afirmó que los había recibido de Alberto Corvalán (1904 – 1979) quien fuera secretario general de La Capital.
Lo descriptivo y lo íntimo alternaron en su poesía, donde el amor, la soledad y la muerte serían ejes de su temática, más exaltados en “Angustia” y más serenos en “Sonata de estío”, alcanzando casi notas de placidez y optimismo en los versos de “Serenidad”:
¡Qué exquisita quietud. Aquí fenece
lo real, lo brusco. Todo me parece
más amable. Qué instantes más serenos.
Qué dulce conexión con las estrellas.
Cómo todas las cosas son más bellas,
cómo todos los hombres son más buenos!
Sin embargo algo que más impresiona en Fontanarrosa su auténtico presentimiento de la muerte, toda una vida doliente como muerte anunciada, que se descubre clarísimamente en la expresión “Hay en todas las cosas una vaga tristeza/ que en los seres sensibles se transforma en dolor”.
Lo liberaría de su enfermiza desolación, la creación en Rosario de una revista “José Mármol” y su participación en política al viajar a Buenos Aires.
Arribó lamentablemente cuando la agitación obrera iba en aumento, a partir de 1916 orientada por el anarquismo, tiempo en que la política argentina adquirió un definitivo tinte social más al producirse la gran huelga portuaria a fines de 1917.
Fontanarrosa, redactor del diario “la Protesta”, mostraba casos de la vida real, mano de obra víctima del poder del capital y en total estado de indefensión por la sociedad misma.
Durante su estadía en Buenos Aires y durante el primer período presidencial de Yrigoyen, estalló la trágica “Semana de enero de 1919” con motivo de la huelga de los Talleres Metalúrgicos de Vasena el 7 de enero, donde se produjeron confusos episodios que dejaron centenares de víctimas e incluso llegó a poner en peligro la propia estabilidad del gobierno.
La opinión, sobreexcitada por las noticias provenientes de la Revolución rusa, creyó en una real subversión marxista y como reacción se desató una verdadera ola persecutoria, en la que quedó envuelto Fontanarrosa por ser escritor del diario anarquista y encarcelado casi dos años.
Al ser liberado regresó a su ciudad, débil física y espiritualmente dejando de existir a los pocos meses.
Su muerte se produjo el 21 de junio de 1921, año en que el presidente Yrigoyen elevaba al Congreso de la Nación el Código del Trabajo – en el que se establecía por primera vez, en forma armónica las normas que deben regir los problemas laborales.