Expresa Guadalupe Palacio de Gómez: “Muchas veces nuestro país tuvo las formas de un refugio donde los desesperados o huidos encontraron la posibilidad del sosiego, donde la libertad parecía ampliarse como una comarca deseada frente a los ojos que lo miraban desde las orillas lejanas.
Muchas veces nuestro país rompió el cerco del miedo y habilitó fronteras para que en este suelo muchos creadores del arte pudieran realzarse.
El puerto de Buenos Aires vio descender de los barcos a más de un hombre deseoso de encontrar un lugar donde cristalizar sus expectativas.
José Planas Casas fue un emblema de esos años, escultor, pintor y grabador, nacido en Torroella de Montgri, Gerona, España en el año 1900.
Estudió en la Sociedad de Estimulo de Bellas Artes, donde hizo sus primeros contactos con jóvenes artistas aprendiendo el oficio de grabador y antes de cumplir los 18 años instaló un estudio junto con Pompeyo Audivert, Manuel Colmeiro y Demetrio Urruchúa.
Posteriormente inauguró junto con Audivert un taller de grabado comercial.
Residió en nuestro país desde 1911, y en 1925 adoptó la ciudadanía argentina.
El Buenos Aires en el que vivió Planas Casas fue excepcional. Todos los ismos del arte comenzaron a irrumpir en la Gran Aldea.
Surge el grupo de París, formado por los que regresan de estudiar en Francia, integrado por Xul Solar, Emilio Pettorutti, Juan Del Prete, Horacio Butler, Héctor Basaldúa y Aquiles Badi, a quienes se les sumarán más tarde los del Nuevo Salón, en 1929: Spilimbergo, Berni, Centuríon, Larco, Guttero, Norah Borges, Bigatti y Fioravanti entre otros.
Del brazo de estos compañeros de ruta, José Planas Casas comenzó su vida artística. Presentó sus obras a los salones y en muestras individuales, e ilustró libros y poesías.
Tras el manifiesto de Bretón o en el seguimiento de las ideas estéticas de Kandisnsky, Mondrian, Gabo, Pavsner o Bahaus, los jóvenes artistas de entonces se enrolaron en las nuevas expresiones de vanguardia dejando atrás los últimos resabios del postimpresionismo.
En esa época José Planas Casas estudió y trabajó en el Instituto Argentino de Artes Gráficas. Junto con Juan Batlle Planas y Leopoldo Presas, entre otros, asistiendo a las clases que dictaba Spilimbergo, y en 1939 constituyó el grupo Orion que se llamaban a sí mismos surrealistas.
Admiró a Picasso, Dalí, Miró, Max Ernst, Rodín, Bourdelle, analizó los trabajos pedagógicos de Klee y los módulos Le Corbusier.
Estudió obras cubistas y surrealistas. Tuvo en cuenta al Giotto, a Piero Delia Francesca, Fray Angélico, Miguel Ángel, Bellini, Tiziano, Seurat y Carrá, el manejo del color de El Greco y la pintura oriental.
Todo tendría para él un singular atractivo, pero fue el surrealismo el motivo principal de su vida.
En 1940 se incorporo con todo su bagaje de conocimientos como profesor de Escultura en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Santa Fe, razón por la cual se traslado junto con su familia a dicha ciudad.
En 1942 asumió la dirección de esa escuela, continuando siempre con la tarea docente y con el trabajo creador en su taller particular.
En dicha ciudad se rodeo de nuevos amigos como Gustavo Cochet, Sergio Sergi, Zapata Gollán, Estrada Bello, Paganini, Ricardo Supisiche y muchos más que reconocerían en José Planas Casas a un verdadero maestro.
Nanzi Vallejo, presidenta de la Asociación Amigos del Museo Municipal, explicó que “en Santa Fe, el 11 de mayo de 1959, un conjunto de artistas aunados bajo el nombre de la emblemática laguna santafesina, conformaron el “Grupo Setúbal”.
El Grupo Setúbal fue el primer núcleo de artistas santafesinos que se reunió formalmente en función de una idea común: “Recordar a los verdaderos “maestros santafesinos de la pintura”.
Falleció en 1960 en esa ciudad, capital de nuestra Provincia.
En el diario El Litoral del 15 de julio de 1960, se rescató un pasaje de su manifiesto en el que, en líneas generales, expresaba su propósito de llegar al conocimiento y sentimiento del público.
Imaginaron un grupo abierto a todas esas inquietudes pictóricas con el fin de aspirar a su progresiva expansión y a la vigencia de un equipo para la investigación de los temas técnicos y estéticos.
Tal como sostiene Mario Luis Pereyra, en ‘Matías Molinas, pintor del silencio’, “fueron artistas que representaron el medio, miraron el río sin olvidar los habitantes y personajes del entorno.
El soporte, papel, tela o cartón, sirvieron para transformar el paisaje, lo inmortalizaron con honor y compromiso”.
Sus obras ejecutadas en la década del 40, están en el “Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodriguez” de la ciudad que adoptó como propia, Santa Fe. Dicho Museo se originó en 1922 por una donación.