La decisión del juez de paz y comandante militar de Rosario, Matías Nicolorich de oponerse, junto con el cura párroco, a que el retrato del dictador don Juan Manuel de Rosas precediera a la imagen de Nuestra Señora del Rosario en la procesión del 7 de octubre de 1841, los obligó a huir por las islas del Paraná para tratar de reunirse con las fuerzas del general Lavalle, aunque Santa Coloma decidió darles por residencia a los Nicolorich, la ciudad de Santa Fe.
A las pocas horas de tan precipitada marcha, llegaron a la Villa Fiel e Ilustre Villa, la gente del tristemente degollador Martín Santa Coloma y se apropiaron de todos los bienes de los Nicolorich, la estancia de Los Desmochados y la casa de “Los altos”, frente a la plaza 25 de Mayo, primera casa de altos de Rosario, sobre calle Santa Fe 700, que había sido levantada después de 1830.
Matías Nicolorich nacido en el año 1780 en la localidad de Bol, isla de Brach, en la costa Dálmata, por entonces protectorado de la República de Venecia, hoy Croacia, llegó joven a Rosario, donde dejó innumerables testimonios de una vida intensa.
A los siete años, Matías se escondió en un bergantín en el puerto de Trieste, lugar al que regresó después de diez años de recorrer el mundo.
Habiendo heredado el barco al morir su capitán, partió rumbo a América, residiendo primero en Buenos Aires.
Llegado al Rosario alrededor de los años 1812-1813, se casó el 22 de septiembre de 1814 con la criolla María Luisa de la Sienra y Morcillo Bailador. Por ese entonces, la población de la villa era de tan solo 756 habitantes, distribuidos en 15 manzanas, las calles en general no tenían nombre y los pobladores habitaban en ranchos de paja.
Con la venta del barco, Matías compró un terreno contiguo al de su suegro y allí edificó su primera casa, en la que nacieron cinco de sus hijos.
La construyó "como veinte metros adentro, una enorme cocina y un comedor. Dentro del comedor había una escalera para subir al altillo, que fue el dormitorio; tenía dos ventanitas bajas y anchas al norte y cuatro michinales al sur, para hacer fuego por ellos en caso de invasión de indios o de los porteños".
Casado tres veces con rosarinas, tuvo una numerosa descendencia.
Dos de sus nietas nos han dejado valiosos relatos familiares en donde se lo evoca, ricos testimonios por la visión que nos ofrecen de la vida y las costumbres de la villa en la primera mitad del siglo XIX: Domitila Ferrer de Alonso en sus apuntes "Recuerdos de familia", y Elvira Aldao de Díaz en su libro "Recuerdos de antaño".
Subsistió la familia ante loa embates indígenas como pudo en su amargo destino y el niño creció con una personalidad ambivalente, pasando de la melancolía a la alegría, pero nunca perdió su capacidad de luchar por sus ideales.
La tercera casa de Matías, y la más conocida, fue la de Santa Fe entre Comercio (hoy Laprida) y Buenos Aires. Al vender la segunda construyó esta, sobre la calle y con balcones. En 1830, Matías compró a Josefa Cardozo y al albacea de Magdalena Basualdo dos lotes contiguos y edificados con frente a la calle Santa Fe y cuyos fondos llegaban hasta la barranca del río. Estos terrenos pertenecieron anteriormente a Martín Cardozo, quien en 1761 se los comprara a Santiago Montenegro. Al oeste lindaban con la propiedad de Joaquín de Ibarlucea, con quien Matías firmó a fin de ese mismo año lo que se conoce como el primer convenio de medianería de la ciudad, cuyo texto decía: "Digo yo Matías Nicolorich, que don Joaquín de Ibarlucea, me ha dejado cargar sobre el mojinete de su casa, que linda por el oeste de mi edificio, obligándome yo por esta gracia, que me hace dicho señor, a levantar de ladrillo la pared divisoria, desde su cocina hasta la conclusión de su fondo, hasta la altura que corresponda a la seguridad de cada uno..En sus Anales, Eudoro y Gabriel Carrasco cuentan que por 1842, en el Rosario las casas de azotea no superaban las 40, el resto eran ranchos con techos de paja. La cuadra de la calle Santa Fe era una de las pocas totalmente construida, las demás presentaban numerosos terrenos desocupados.
Las fotografías del álbum de G. Alfeld de 1866 dan fiel testimonio de las casas de toda la cuadra. La de Matías, entre la de Correa y la de Ibarlucea, a pesar de sus dos pisos no se diferencia en altura de sus vecinas.
Sí se distingue por sus dos balcones en la planta alta. Dice Elvira Aldao de Díaz en su libro “Recuerdos de antaño”: "Mi abuelo hizo construir en el Rosario la primera casa de dos pisos, tan baja que parecía de uno”. Quienes pasaban a caballo podían cortar los claveles que su hija Santos criaba en sus balcones. Tenía al frente un zaguán, cocina, comedor, cuarto para los negros y el salón para la tienda de su esposa. En la planta alta, tres dormitorios y la despensa, unidos por un corredor.
En esta casa un rayo fulminó a María Luisa, su mujer. Una centella cayó en el frente, rompió la puerta del balcón, atravesó el entrepiso y llegó al comedor, donde estalló.
Al poco tiempo se casó con una hermana de ella, Inés, quien murió súbitamente sin dejarle descendencia. Cuenta Domitila Ferrer de Alonso que Inés vivía con una profunda culpa por haberse casado con quien fuera el marido de su hermana y que un día subiendo las escaleras enredó su pelo en la baranda, y creyendo que era el espíritu de su hermana quien la agarraba, cayó muerta en el acto.
La tercera esposa de Matías fue Dolores Moreno.
Con la familia que formó con ella y los hijos solteros de su primer matrimonio vivieron en la casa de la calle Santa Fe, hasta que un hecho político los obligó a dejarla. Siendo comandante militar, el 7 de octubre de 1841, Matías se negó junto con el cura párroco a que el retrato de Rosas precediera la procesión de la Virgen del Rosario.
Perseguido por tal proceder debió huir rumbo a las islas. Dolores con sus hijos partió a Santa Fe, de donde volvió a Rosario después de cinco años.
Se les confiscaron todos sus bienes: la casa, la estancia, los esclavos y el ganado, bienes que le fueron devueltos tras la caída de Rosas en la batalla de Caseros.
En esa residencia nació Pedro Nicolorich, el 21 de octubre de 1838, donde vivían sus padres junto a los cinco hijos del primer matrimonio de don Matías, sus tres hermanos y su madre doña Dolores Moreno.
Aún adolescente se cultivó trabajando aquí en Rosario en el estudio jurídico del doctor Avelino Ferreira.
Dueño del don de la palabra, a los veintiún años ingresó al periodismo escribiendo en coautoría con Damaceno Fernández, en el trisemanario “El Litoral” publicación de muy poca duración.
En su corta vida vivió muy de prisa, abarcando varios estamentos: periodista, poeta y militar, así a los 22 años renunció al cargo de oficial 1° de la Jefatura política del Rosario para enrolarse en la corriente liberal que predominaba en Buenos Aires.
Después de Pavón y aprovechando que Evaristo Carriego había abandonado la publicación del diario “El progreso” con las máquinas de éste junto otra vez a Damaceno Fernández empezó a editar el diario “La Nueva Era” que apareció diariamente cesando el 13 de febrero de 1862.
A pesar de su efímera existencia colaboraron hombres de principios indiscutidos como José María Gutiérrez, Juan Chassaing, Pastor Obligado, y Estanislao del campo. De éste se dio conocer la sátira rimada sobre la batalla de Pavón – según informa Mikielievich.Más si bien no militó en ningún movimiento local de los que estaban activos en esa época medio figuró entre los redactores del diario “El Rosario”, que combatía calumniosamente la candidatura de Oroño.
Al estallar la guerra del Paraguay, el 7 de mayo de 1865, el gobernador Oroño designó a los oficiales del Batallón 1° de Santa fe. La mayoría había nacido en Rosario pero algunos habían visto la luz en lejanas provincias y llegado a la pujante urbe ribereña junto a sus padres en tiempos de la Confederación Argentina o en épocas más recientes – acota De Marco.
Como genuina expresión de la ciudad, el 1° de Santa Fe o Santafesino experimentó el apoyo de la población que se aprestó a garantizar la provisión de voluntarios, y elementos de subsistencia, sobre todo las familias cuyos hijos marcharían a campaña.
Nicolorich, con el dinamismo de su juventud, valientemente participó en varios combates: la toma de Uruyuayana, Paso de la Patria, Estero Bellaco, Tuyutí y Yataití Corá.
En vísperas del asalto de Curupaytí, el 22 de setiembre de 1866, deseando acompañar a sus camaradas rosarinos solicitó permiso para marchar al enfrentamiento, el que le fuera concedido, lugar nefasto y mortal porque mientras sucumbía el Abanderado Grandoli, Nicolorich cayó gravemente herido, falleciendo dos días después en la ciudad de Corrientes.
Sus restos descansan en Rosario.
Damaceno Fernández en el diario Rosario escribió: “Pedro Nicolorich”. Rosario, octubre de 1864.
Encabezó su homenaje póstumo así: “Dos años van corriendo desde que una existencia plena de esperanza fue tronchada en su más verde primavera. La guerra homérica que el pueblo argentino sostiene en las estepas del Paraguay ha costado el sacrificio de vidas preciosas llenando de eterno luto el corazón de innumerables familias rosarinas.