Nació en Norfolk, Inglaterra en 1758. Su adolescencia fue sin duda pintoresca y excepcional, pues el que aspira pasar la vida en el mar al mando de una nave, debe primero pasar años aprendiendo los conocimientos propios de las múltiples ramas de la náutica y teniendo en cuenta el protagonismo del mar; en cambio Nelson teniendo solamente doce años había comenzado a navegar por los océanos en el barco de un tío suyo.
Algunos años después participó en una expedición al Ártico y apenas hubo regresado, emprendió viaje hacia las Indias Orientales, demostrando disciplina y vigor, pese a su constitución física endeble.
A los 18 años su estado de salud lo obligó a tomarse un período de reposo, debido a su gran debilidad, mal que padeció durante toda su vida.
En 1880 después de ganar la promoción de lugarteniente de navío obtuvo el grado de capitán de navío en la Armada Real a los veinte años comandando primero un bergantín y después una fragata.
Su carrera en marina se inició con caracteres efectivos, al comandar una flota en el Mediterráneo y después en el Atlántico.
Al surgir Napoleón, Gran Bretaña fue la única potencia europea que supo resistírsele y Nelson debió defender su territorio de todo ataque francés.
Nelson participó en esa lucha con sumo ardor pues sentía una profunda antipatía personal hacia los revolucionarios franceses.
Profesaba con fervor u religión (era hijo y hermano de pastores anglicanos) pero a su vez devoto monárquico. Los franceses eran republicanos y tachados de ateos, circunstancias que impulsaron a Nelson a combatirlos, acechando con fervor a las naves y puertos franceses.
Participó en importantes combates navales, como la toma de Córcega (donde perdió un ojo, 1774) y la Guerra de la Independencia contra las Trece Colonias británicas de Norteamérica (1775-83). En las contingencias de la lucha perdió primero el ojo derecho en Córcega (1794) y después el brazo derecho, en Santa Cruz de Tenerife, (1797).
Ya al mando de una escuadra, y así minusválido físicamente no llegó a tiempo de impedir que Napoleón saliera del puerto de Tolón, pero le persiguió por todo el Mediterráneo hasta hundir a la flota francesa en Abukir (1798), dejando aislado en tierra al ejército napoleónico y frustrando así la campaña de Egipto, persiguiéndola hasta las Indias Occidentales.
Pero fue en las guerras contra la Francia revolucionaria en las que se convirtió en un símbolo de heroísmo para los británicos, alcanzando en aquellas guerras alcanzó el grado de almirante, siendo ennoblecido (barón en 1798 y vizconde en 1801) y una pensión de 2000 libras esterlinas y fue cuando encontró a su eterna amante, Lady Hamilton.
En lo sucesivo, la Francia napoleónica tuvo que contentarse con la hegemonía continental, limitándose a combatir el dominio británico de los mares empleando aliados que dispusieran de una flota: primero Dinamarca (a la que Nelson derrotó en Copenhague en 1801) y luego España.
En este segundo caso, Nelson hubo de hacer frente a una escuadra hispano-francesa mandada por Villeneuve y por Gravigna, que planeaba la invasión de Gran Bretaña.
La escuadra se dirigió a América en una maniobra de distracción, pero Nelson la persiguió cruzando dos veces el Atlántico y, tras una primera escaramuza frente al cabo Finisterre, la siguió hasta Cádiz, donde el almirante Villeneuve se había refugiado olvidando el objetivo de invadir las islas Británicas.
Nelson dejó la marina francesa extremadamente debilitada y se convirtió en un héroe nacional para su país.
Dos años después se mantuvo en acecho a la altura de la costa de Cádiz, frente al promontorio de Trafalgar, en espera del enemigo que se hallaba refugiado allí.
Y cuando sonó la hora de la batalla de Trafalgar (1805) Nelson, tal vez presintiendo su propia muerte escribió cartas de despedida a los suyos, ordenó su testamento y oró de rodillas colocándose a su vez todas las condecoraciones, objeto de su orgullo.
Posteriormente ascendió al puesto de mando dando la orden de iniciar la batalla, donde fue herido de muerte por un mosquetazo. Mientras concluía la batalla moría el gran Almirante inglés.
Con aquella victoria aseguró la hegemonía marítima de Gran Bretaña, indiscutida hasta más de cien años después.