Fue un cura guerrillero de la Revolución de Mayo, pues le encantaba meterse en entuertos y guerrillas.
Nacido en Buenos Aires el 16 de febrero de 1777, estudió en el Córdoba y próximo a ordenarse sacerdote debió trasponer los Andes para recibir el orden sagrado porque en Buenos Aires no había una autoridad religiosa con rango de obispo para ordenarlo.
De regreso al país desde Santiago de Chile, lo enviaron a Concepción del Uruguay, Entre Ríos, donde participó como capellán de una expedición contra los indios, de esas que regresaban siempre en derrota.
En 1808 le asignaron la capilla del Rosario, donde siempre se mostró corajudo cuando comenzaron a soplar vientos de emancipación. Muy polémico por 1811 se negó a permitir que el Alcalde del lugar, Isidoro Noguera, ocupara su asiento en la capilla, por considerarlo contrario a la Gesta de Mayo, promoviendo un incidente de importancia, quien no demoró en denunciarlo a la Real Audiencia reclamando se le sancionara.
La Audiencia pidió informe al comandante militar de la región y éste se expidió: “debo decir en honor a la verdad, que la mayor parte y los más pudientes de los europeos de este pueblo, que son los contrarios al cura, son tan enemigos de éste como de la patria, por consiguiente no es extraño que procuren hacer cuanto mal puedan a todo patricio”, añadiendo en beneficio de Navarro: “según lo tengo observado e informándome de su conducta pública, son falsas las imputaciones que se le hacen.
Su iglesia es de las mejores y más bien atendidas; todos los días festivos les predica doctrina y exhorta a sus feligreses sobre el interés que deben tomar en la causa justa que defendemos. Y esto he notado que no les agrada” .
Termina el comandante Vicente Lima su informe: “Veo con los mejores vecinos y más honrados patriotas, se trata con mucha armonía e intimidad. A éstos, lejos de quejarse, les oigo hablar bien de él y decir que están muy contentos”. - así lo fundamentan los historiadores Giannone y De Marco.
En el Rosario le tocó bendecir la Bandera que creara Belgrano y muy cerca le correspondió participar del Combate de San Lorenzo, asistiendo a más de un herido.
El año 14 lo halló en San Isidro, siempre con su investidura de sacerdote, con fama de orador fervoroso se le asignó una cátedra, cargo que desempeñó sólo por dos años gozando de gran popularidad- según afirma el doctor Adrián Beccar Varela en su libro sobre historias de San Isidro.
Su sólida instrucción sobre problemas nacionales el 17 de noviembre de 1816, le permitió lucirse en la Catedral frente al Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, quien lo designaría un año después, capellán castrense acompañando al Libertador en la campaña de los Andes.
En los campos de batalla, junto a la espada del Gran Capitán brillaba la cruz del padre Navarro. En 1818 al tributarse las exequias en memoria de los patriotas caídos en la batalla de Maipú, después de pronunciar una fervorosa oración fúnebre, O¨Higgins lo eligió como rector del Seminario de Santiago y canónigo de la Catedral de esa ciudad capital.
El mismo O´Higgins, sería quien lo enviara preso militar a la ciudad de Valparaíso, desde donde intervendría en los movimientos que culminaron con un cambio de gobierno.
Puesto en libertad regresó a su patria, más no demoró regresar a Chile, pues de tendencia unitaria, no podía aceptar los caudillos propugnando por el sistema federalde gobierno, ambiciosos y desafiantes en sus movimientos, enhorquetados en sus pingos veloces y con un instinto operativo superior a sus adversarios, llegaban a Buenos Aires.
Navarro mereció la confianza de sus superiores eclesiásticos, a pesar de su espíritu combativo. Nunca bajó la guardia, sólo el paso de los años pudieron vencerlo. Ya anciano, después de Caseros pensaba volver a su tierra portando un ensayo de organización constitucional, pero los achaques propios de sus 87 años le impidieron cumplir con sus objetivos.
Regresó a Chile en 1824, y fue diputado nacional por el partido de Benjamín Vicuña Mackenna, de quien era amigo. Por muchos años ejerció cargos en el seminario de Santiago, donde se formaron muchos sacerdotes importantes de Chile y de la Argentina.
Falleció en 1854 en Santiago de Chile.
Sus restos fueron repatriados y depositados en el Convento de las Catalinas de la ciudad de Buenos Aires.
Yaben, Jacinto R., Biografías argentinas y sudamericanas, Buenos Aires, 1939.