En los años del Centenario, Rosario ya no tenía el aspecto abigarrado y heterogéneo que la había caracterizado en sus inicios. La sociedad todavía era cosmopolita y el intercambio comercial seguía siendo, la principal actividad, pero la escala de su desarrollo era otra.
Los pioneros del comercio, los artesanos y los navegantes que habían elegido para vivir, consideraban que el progreso sería posible para ellos y sus descendientes y, por añadidura para la ciudad.
El rápido avance capitalista, que fue sustentado por la corriente inmigratoria que aseguraba abundante fuerza de trabajo y a su vez ensanchaba el mercado del consumo interno, por la inversión de capitales extranjeros que financiaban las empresas diversificando la producción de productos.
Por obra de la casualidad en 1911, don Angel Muzzio, por entones dueño de una ferretería en Buenos Aires navegando por el río Paraná en un precario bote a vela, descubrió Rosario - declarada ciudad apenas 59 años antes por el General Urquiza.
Por curiosidad bajó y recorrió sus calles, quedando sorprendido del movimiento febril de la ciudad, sus edificios y paseos públicos.
Le llamó la atención el edificio del Palacio Municipal, imponente para la época, que había sido construido en 1898 por Gaetano Rezzara.
“El Palacio de los Leones” es la designación del Palacio Municipal, sede del Poder Ejecutivo Municipal de Rosario, Argentina. Está en la esquina de las calles Buenos Aires y Santa Fe, frente a la Plaza 25 de Mayo, y separada de la Catedral por el pasaje peatonal Pasaje Juramento, que vincula la plaza con el Monumento Histórico Nacional a la Bandera.
Observador sagaz, descubrió que muchos inmigrantes habiendo prosperado, a imitación de significativas construcciones porteñas, vivían entre las grandes avenidas y el bulevar Oroño en palacetes de diversos estilos predominando el afrancesamiento.
Y a ojo de buen cubero descubrió que Rosario a partir del Centenario era un emporio comercial que abastecía a los locales y a miles de inmigrantes que llegaban para radicarse o hacían escala en la ciudad en su traslado definitivo a las colonias.
Los colonos, sin embargo solían volver una o dos veces por año para comprar artículos de consumo en las grandes tiendas rosarinas.
Sin abandonar sus negocios tradicionales, los comerciantes más emprendedores ya habían diversificado su comercialización: se involucraron ela compra de tierras, usando el capital acumulado.
Reitero: Hombre de reflexión y atento creyó encontrar el lugar apropiado para invertir.
Natural de Susa, Italia, de donde había partido hacia el Río de la Plata en 1849, decidió plantar el emprendimiento que tenía in mente bajo el rubro de Angel Muzzio.
Al igual que en el puerto porteño estableció primero una pequeña herrería y simultáneamente con su embarcación de de escaso porte importaba carbón de Cardiff, más hierro y maderas. Cargamento que no llegaba a destino porque en ruta era vendido y transbordado a un barco de guerra brasileño.
Transacción comercial que repetiría varias veces entre Brasil y Buenos Aires, hasta contar con el capital necesario para abrir un almacén que estableció sobre calle Córdoba, dedicado a la venta de maderas, hierro y sal.
Sin imaginárselo el negocio se convirtió en poco tiempo en un “estallido comercial” obligándolo a buscar instalaciones más amplias. Don Angel Muzzio abriría después un local sobre San Martín 1142, acoplando nuevos rubros como venta de maquinarias industriales agrícolas.
En 1887, el fundador formó una sociedad con sus dos hijos Angel y Rómulo y la empresa pasó a llamarse Angel Muzzio e Hijos. Su hijo menor, Silvio, se unió a la firma en 1895. Sus hijas mujeres si bien estaban financieramente al negocio, no formaban parte activa en el manejo del mismo.
Cuatro años después, 1891 al morir el fundador, el rubro sería variado, añadiéndose aserradero (que si bien se incendió fue reedificado sobre calle Independencia (Hoy Maipú) y San Juan agregando un taller para la construcción de ejes.
Más la verdadera extensión del negocio tuvo lugar en 1904 cuando la casa obtuvo la mayor parte de sus maderas del puerto de Pensacola, Ottawa y Nueva Escocia, importando cargamentos enteros y también otras, adquiridas en los aserraderos del Chaco santafesino.
Para poder atender la demanda de artículos de ferretería, la casa importaba de Inglaterra, hierro ondulado; de Bélgica, barras, lingotes, vigas y planchas de hierro y toda clase de artículos esmaltados de Europa y Norteamérica.
En sus propios edificios se fabricaban kilómetros de alambre tejido y se torneaban y cepillaban maderas ornamentales para la construcción. Materiales que no sólo era para el consumo interno sino que llegarían a exportarse llegaron a exportarse.
En 1914, la antigua Aduana – pintoresca construcción con almenas y torres de reminiscencias medievales, levantada en 1870, debió ser reemplazada por un nuevo y espacioso espacio, porque así lo exigía el intenso movimiento portuario.
Según los historiadores, la empresa de don Angel Muzzio e Hijos, significó la fusión del capital y el trabajo en beneficio de la ciudad y su gente, no como en otras fábricas de magnitud semejante, los conflictos laborales no tardaron en llegar.
Bibliografía:
Álbum Historiológico. Rosario, 1914.Editorial. “THE READ STAR”. Maipú 772. Biblioteca Mikielievich.
Muzzio Angel. Pasaje. Topografía:
Corre de N. a S. desde 5200 hasta 5399 a a alura de Nuestra Señora del Rosario1200.Carece de designación oficial.
Recuerda a don Angel Muzzio (1829 – 1891) creador de uno de los mayores emprendimientos comerciales de nuestra ciudad durante el siglo XIX.