Hugo del campo en su obra: Los anarquistas Buenos Aires 1971, titula: “El periodismo de Combate”
“Profundamente idealistas los primeros militantes gremialistas confiaban en el valor casi mágico de la propaganda, que al ilusionar la conciencia embotada de los oprimidos, los convertía en verdaderos seres humanos altivos y rebeldes.
De ahí la profusión de periódicos aparecidos desde la década del 80.
El auge del anarquismo individualista se manifestó en las páginas de “El Municipio, 1887”, “El perseguido, 1890”, continuando después por “El rebelde y la nueva civilitá”.
Los periódicos eran editados, generalmente, por pequeños grupos organizados, algunas veces como centro de estudios sociales.
Muchas veces se costeaban mediante donaciones voluntarias de los lectores, publicadas muchas veces con seudónimos, por temor a la represión.
Deolindo Muñoz, nacido en nuestra ciudad en 1845 desarrollaría en ella una multifacética acción.
Ejerció la presidencia del Concejo Deliberante de enero a julio de 1879 donde desplegaría una voluntad superior que lo condujo a la Jefatura política, al Ministerio de gobierno de la provincia y otros altos cargos.
Reitero: El 25 de mayo de 1887 fundó “El Municipio”, diario al que consagró la mayor suma de sus energías, iniciando en él decididas campañas en pro de la moral contra cuyos enemigos siempre mantuvo enhiesta la fusta potente de su ingenio.
Censuró al régimen roquista que dominó un período de excesivo materialismo, en el que lo único que importaba era el negocio, la especulación y la obtención de resultados generosos para aquellos cercanos al poder y para los inversionistas extranjeros.
Deolindo Muñoz desde las columnas de El Municipio criticaba sin miedo a ese sector minoritario, a esa oligarquía que sólo le importaban los intereses económicos despreciando los sectores populares y anteponiendo siempre sus vínculos con Europa.
Si bien la política de Roca y su concuñado Juárez Celman se preocuparon por colocar al país en un mejor nivel internacional, el pueblo pagaba un gran costo social y el periodista tendría siempre una voz cantante de los problemas derivados de los nuevos sistemas de trabajo, para la defensa de los trabajadores y la creciente pobreza, factores que derivarían en conflictos.
Por ejemplo en la edición del 5 de abril de 1903, El Municipio editorializa: ”Debe suponerse que desgraciadamente está dormido en los hombres que constituyen los poderes públicos, el sentimiento de humanidad y todo impulso del deber cuando no los aflige ni las inclinaciones a la reflexión del estado desesperante de las clases obreras”.
“Se observa de un tiempo a esta parte cierta agitación entre los elementos trabajadores, y aún aquéllos que ganan el miserable pedazo de pan en compensación de su sangre, sufren los efectos del malestar general y se resuelven luchando por mejorar su situación. Cuán terrible ha de ser la situación de los infelices que no pueden subvenir a las necesidades de su hogar, si hasta los que conservan un jornal apenas pueden procurarse algún mendrugo, un poco de luz y un ruinoso techo. Estas agitaciones están justificadas y no nos cabe que aumentará su trascendencia, extendiéndose por todo el país.
No puede exigirse a un ser humano que se arrrincone y se muera de necesidad sin exhalar una queja, sin pronunciar una exclamación enérgica, sin que se pueda defienda contra las crueldades y las injusticias...”
Sostenía Muñoz sabiamente con firmeza que “gobernar es una ciencia y un arte ejercidos con una gran cuota de sencillez y responsabilidad para la defensa de los asalariados, comerciantes y pequeños y medianos hacedores de la economía”.
A pesar que después de haber figurado como el primer contribuyente a las arcas de la Municipalidad, debió cesar la publicación de su periódico por no poder cumplir con las obligaciones fiscales que corresponden a todo ciudadano.
El destino se opuso a sus esperanzas de vivir y le arrebató la vida con 65 años cuando aún se esperaba de él una labor proficua y desinteresada.
Nota necrológica de Deolindo Muñoz aparecida en el diario La Capital, en su edición del 13 de mayo de1912.
“Era un carácter que tenía la fortaleza de una encina que ha cedido a la fatalidad como el tronco secular cede al golpe recio del arma demoledora. Templado en las luchas del ideal al que consagró su inteligencia y su pluma de periodista viril, Deolindo Muñoz no supo nunca de abatimientos ni vacilaciones. La franqueza era su divisa, la lucha su norma, la verdad su lema. Por eso se le vió siempre en todos los terrenos con la frente alta, con el brazo firme, con la voluntad decidida.
Recio como un golpe, tenía sin embargo la bondad del justo. Su espíritu estaba modelado así y así era, sin que pudiesen influenciarlo ni el agasajo, ni el consejo, ni la conveniencia ni nada. Iba derecho al deber con la conciencia tranquila, con el alma satisfecha, con esa satisfacción que engendran las obras que se estiman buenas.
Su actuación fue invariable. En el cargo público, en la redacción del diario, en la intimidad, consecuente consigo mismo, jamás se despojó de aquella hombría propia de los fuertes.
(...) Por eso el Rosario sabe que cruzó a través de todas las situaciones y que afrontó todas las alternativas con un mismo gesto de entereza.
“La Capital”, del día siguiente, al dar cuenta del sepelio, decía: “ Don Deolindo Muñoz se fue, pero su recuerdo perdurará mientras el Rosario exista”.
Bibliografía:
Mikielievich Wladimir C: “Nota necrológica aparecida en el diario La Capital, edición 13 de mayo de 1912.
Mikielievich W. C: “Deolindo Muñoz” en Diccionario de Rosario (Inédito).
Muñoz Deolindo. Calle. Topografía:
Corre de E. a O. desde 200 hasta 5399, a la altura de Nuestra Señora del Rosario 6100, Ayacucho 6100.Barrio Sáenz Peña.
Se le impuso ese nombre por Ord. 25 del año 1920.
Con anterioridad se denominó calle Victoria.