José Antonio Melián nació en 1784, cuando Buenos Aires por entonces era capital del Virreinato del Río de la Plata.
Ingresó al ejército virreinal poco después del año 1800.
Al producirse la primera de las Invasiones inglesas combatió en Barracas contra los invasores. Más tarde participó en la Reconquista de Buenos Aires, y al año siguiente combatió en las filas de los Húsares de Pueyrredón en la Defensa contra la segunda invasión. Por méritos de guerra fue ascendido a capitán por el virrey Liniers.
Formó parte de los grupos del pueblo adherentes a la Revolución, agitados por la carencia de información fidedigna de los hechos que ocurrían en la Península., como French, Beruti, Guido, el hermano de Vieytes y otros más.
Más su acción revolucionaria, no apareció hasta fines de 1810,cuando se incorporó a la Expedición Libertadora al Paraguay, dirigida por Manuel Belgrano y tuvo una actuación destacada en las batallas de Paraguarí y Tacuarí.
Después pasó al sitio de Montevideo, combatiendo en la batalla de Cerrito.
Participó en la campaña de 1814 contra el caudillo de los federales, José Artigas, en operaciones acontecidas en la provincia de Entre Ríos.
En agosto de ese año, el Director Supremo Posadas lo nombró comandante general de las milicias de Entre Ríos, con orden de reunir cuatro regimientos; viéndose de inmediato obligado trasladarse a Paysandú por orden de Juan José Viamonte, desde donde evacuó las tropas de Zapiola, derrotadas por los federales.
Regresó a Entre Ríos, donde junto a los coroneles Eusebio Valdenegro y Rafael Hortiguera derrotó a Blas Basualdo en la batalla de Rincón.
Después de la definitiva derrota en la batalla de Guayabos, regresó a Buenos Aires.
Asiente el historiador Daniel Balmaceda en su página: “Melián y los estribos” La campaña libertadora era un asunto muy serio y San Martín quería tener a los mejores hombres a su alrededor. Necesitaba jóvenes valientes en un muy buen estado físico, intrépidos y, a la vez, disciplinados. El gran capitán era consciente de la importancia que tendría la disciplina militar en una campaña de largo aliento y, sobre todo, en cada metro cuadrado de un campo de batalla. Esa tarea resultaba muy compleja porque los bravos oficiales d san Martín no eran carmelitas descalzas.
Lavalle, Dorrego, Aldao, Pedro Ramos, los Olzábal, Zapiola, Juan Apóstol Martínez, Brandsen, Isidoro Suárez y Necochea. Estos son algunos nombres de la corajuda oficialidad que rodeaba al Libertador. Es el turno de hablar de otro valentón del grupo: José Antonio Melián, que en 1815 fue convocado para mandar un escuadrón del exquisito Regimiento de Granaderos a Caballo, marchando a Mendoza a colaborar en los preparativos de la gran campaña.
Melián tenía una costumbre muy criolla, aprendida en su niñez, en la estancia de los Correa, su familia materna: la de despreciar los estribos. Trepaba al caballo de un salto, cruzaba los estribos en la cruz del animal para que no lo estorbaran y galopaba en forma desaforada.
San Martín no aprobaba esta conducta y lo reprendió en forma tajante el día que Melián partía con su escuadrón nada menos que para hacer el reconocimiento de la cuesta del Chacabuco. Le anunció que al regresar debía cumplir un arresto de quince días.
En tal combate fue tan grande su audacia y bravura que el Libertador no sólo le levantó el arresto sino que le regaló los que él mismo había usado en 1808, cuando integró las filas españolas en la batalla de Bailén.”
Después participó en la campaña del sur de Chile, destacándose en Curapaligüe y logrando el ascenso al grado de coronel.
En la batalla de Cancha Rayada se distinguió entre los jefes, que más número de tropas salvaron del desastre. Combatió en la batalla de Maipú, asombrando a sus compañeros al atacar alternativamente y con igual éxito tanto a la caballería como a la infantería enemiga.
Pidió y obtuvo la baja por razones de salud en 1818, viviendo en Chile por más de tres décadas, dedicado a tareas agrícolas.
Volvió en 1849 a Buenos Aires, donde el gobernador Juan Manuel de Rosas le otorgó el retiro militar con derecho a sueldo pleno, y consrvando el grado de coronel.
Más tarde ocupó por corto tiempo la comandancia de San Nicolás de los Arroyos, antes de pasar definitivamente a retiro.
Falleció en diciembre de 1857 en la ciudad que lo vio nacer.