Entre los que forjaban la espada de la Revolución de Mayo: Belgrano era el yunque y Moreno, el martillo. Eran la más alta expresión de los elementos constitutivos del nuevo gobierno, mientras sus demás colegas reflejaban sus cualidades y cooperaban armonizados por el interés común.
Entre ellos Matheu, un hijo común de la Madre Patria decidido por el nuevo orden de cosas.
Nacido en Mataró, España, el 4 de agosto de 1765, estudió en España, donde se graduó de piloto naval. Junto con su hermano Miguel obtuvo un permiso de la corona española para comerciar con las colonias.
Era piloto de altura, es decir piloteaba naves mercantes.
Viajó varias veces al Río de la Plata trayendo y llevando artículos que en Cádiz comerciaba su hermano y aquí la casa de los Larrea, hasta que un día al encontrar en Buenos Aires su compañera, dejó las naves formando un hogar e instalando un almacén por mayor en la ex –calle Cangallo, entre San Martín y Reconquista.
Su tienda llegó a ser una de las más importantes de la ciudad.
El amor lo hizo argentino al adherirse en la lucha contra los británicos durante las Invasiones inglesas.
Se alistó como oficial en la compañía de Miñones y participó tanto de la Reconquista de Buenos Aires como de su posterior defensa.
Logró una posición influyente en el Cabildo de Buenos Aires, en donde respaldó desde el principio los movimientos revolucionarios de Mayo, asistiendo al Cabildo Abierto del 22 de mayo. Su vida dio un giro muy intenso: de la privacidad de los negocios pasó al ardor de las discusiones políticas y se integró al bando patriota tras iniciarse como masón en la Logia Independencia.
Juan lo empujó a la acción y lo llevó a la Junta, primero, porque hacía falta quien entendiera de los asuntos del mar y luego porque estaba relacionado con la mayor parte de los comerciantes del interior, pobres o poderosos que tenían en él depositada la confianza y abonado su crédito.
Fue nombrado vocal de la Primera Junta de Gobierno, y desde el 25, se le encargó el ramo de guerra, director de una fábrica de fusiles que debía instalarse a toda prisa, comisario de los vestuarios que estaban cortando y cosiendo cien mujeres uniformes militares, proveedor de los ejércitos que debían para el litoral y para el norte, como también armador de los primeros barcos – los que había – para defender los ríos interiores de la escuadrilla española refugiada en Montevideo.
Luego presidente de la Junta Grande, cuando Cornelio Saavedra viajó al Norte.
Gracias a los ingresos que obtenía del comercio pudo apoyar al primer gobierno patrio y a las expediciones militares al Alto Perú y Paraguay, al igual que Juan Larrea.
Matheu era hombre que hablaba poco y hacía mucho. No le interesaba intriga política alguna. Siempre trabajó lealmente por los ideales emancipadores.
Desmejoró su salud en 1817 y entonces abandonó todas sus tareas oficiales dedicándose únicamente a la actividad comercial también debilitada por los vaivenes de la revolución, hasta su muerte acaecida el 28 de marzo de 1831.
Falleció apesadumbrado por la anarquía y el despotismo en que había caído el país.
Sus restos mortales descansan en el Cementerio de la Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires.