MASCARDI NICOLÁS (1624 – 1673)

Ningún hombre blanco lo precedió en la aventura  de internarse en el hostil territorio patagónico al iniciarse  la segunda mitad del siglo XVII. “Tierra chubutense que vio pasar  sus talares hábitos”.


Nicolás Mascardi fue el primero en arribar a los parajes gélidos del sur, formados por  montañas de forma moreníticas, aguas de deshielo, espejos lacustres de origen glaciario, bosques de arrayanes, a escasa distancia de lo que hoy es San Carlos de Bariloche.


Este sacerdote italiano instaló una reducción  que lo retuvo por cuatro años, donde  comenzó a doctrinar a los indígenas con celo apostólico y ferviente deseo de conversión, y con su buen agrado y santas amonestaciones hacía de ellos cuanto quería, y amansando a los naturales, más reaccionarios, que en esa Misión había muchos.


Duro fue supervivir en esa naturaleza inexpugnable comiendo huevos de avestruz, carne de guanaco y algún caballo salvaje – como él mismo escribiera en 1671.


Como expresa Luis Grassino en “Hombres y hechos de la historia argentina”, pág. 53:”La exótica tierra no ofrecía otros manjares del gusto europeo, al valiente sacerdote italiano”. Su crónica no relata los efectos de semejante alimentación en la salud del viajero. La original dieta  no fue lo único que exigió un esfuerzo de adaptación.


Igualmente debió acostumbrarse a la vestimenta de los nativos que en la primera época  de la conquista recurría  al “quinodesma” tira que le sujetaba el miembro masculino por el prepucio a su cinturón, remplazándolo después por el  taparrabo, prenda que con el tiempo se transformó en chiripá.


El manto de cuero de guanaco le llegaba hasta la cintura, el que según las estaciones del año usaban el pelo hacia el interior de su cuerpo o externamente.


Al decir de Mascardi  ”que más se puede decir de tal desnudez siendo menester ojos muy recatados y corazón recogido en Dios para entender tal desnudez”.
Aclaraba que tales costumbres de los indígenas no eran inmorales, como lo habrían entendido  en el Viejo Continente. Eso sí no dejaba de predicarles continuamente, “sobre el pecado  de la poligamia y multiplicidad de mujeres”.

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El Padre Diego de Rosales refiere sobre esta etapa llena de obstáculos de la vida de Mascardi, que “como recién convertidos, y siendo naturales altivos y soberbios se sujetaban mal a la ley de Dios, y poco sujetos a la ley divina y a los preceptos de la Iglesia.


Y cuenta que el Padre Nicolás Mascardi  sin reposar en los peligros de los caminos, ni temor de dar en manos de los enemigos, ni de perder la vida, porque la tenía sacrificada a Dios y al bien de las almas, hablaba al Indio con suavidad y con aquella gracia que Dios había derramado en sus labios, que le convertía y le ablandaba la dureza del corazón.


Nicolás Mascardi nació el 5 de septiembre de 1624 en Sarzana (La Spezia), Italia. Sus padres fueron Alberigo Mascardi, jurisconsulto, y María Federici di Lorenzo di Sestri Levante.


Ingresó en el Colegio Romano, creado por el propio fundador de la Compañía de Jesús,  donde se quedó en calidad de interno.

Fue allí donde manifestó su deseo de ser jesuita y le aseguró su vocación en una carta que le escribiera a su profesor, el Padre Carlos Francisco de Luca, donde aseguraba que de ser necesario fugarse de su casa paterna para poder llevar adelante su vocación, lo haría sin titubear. 


De hecho, esto hizo Nicolás Mascardi para sumarse a la Compañía de Jesús. Tenía sólo 14 años cuando, un 20 de noviembre de 1638, huyó de su hogar e ingresó en el Noviciado de San Andrés del Quirinal en Roma.

Cursó Retórica desde 1640 hasta 1642 y posteriormente Filosofía durante tres años en el Colegio Romano y durante el bienio 1645-1646 encontramos a Mascardi desenvolviéndose en el Colegio de Orvieto, como Maestro de Primera Clase y Prefecto de la Congregación de Estudiantes, según puede comprobarse en un catálogo de aquellos años. La definición “Primera Clase” no significa la más importante, sino la del primer año de latinidad, en la que los alumnos se iniciaban con los estudios de idiomas, como latín y griego.


Más, a su principal objetivo”  era viajar a estas lejanas regiones en el sur de América”.


 Fue por este motivo que pidió ser enviado para trabajar junto al Padre Ovalle en la evangelización de los indígenas que allí habitaban. En las mencionadas cartas fechadas en 1640  y 1642  ya le escribía a su General Padre Mucio Vitelleschi y suplicaba “no puedo permitir que tantas almas redimidas con la preciosa sangre de Cristo Jesús se pierdan por falta de quienes les prediquen”.


En 1645 llegó la autorización para su nuevo destino: la Vice-Provincia de Chile. En dos oportunidades había escrito sendas cartas solicitando ser enviado a aquellas lejanas tierras, de donde le llegaban noticias de la enorme tarea que la Congregación jesuítica había iniciado a principios de siglo.


Finalmente en los primeros meses de 1650 se trasladó a Sevilla, desde donde cruzó el mare tenebrosum, desde Cádiz hasta Panamá, adonde arribó en noviembre de ese año y de allí a Chile en  1653.


Teniendo pleno conocimiento de la difícil tarea que le representaría llevar la palabra de Dios a la nación araucana se dedicó a dominar la lengua indígena.


Una vez logrado este objetivo comenzó con su misión desde la residencia de Buena Esperanza a la cual fue asignado en su primer destino. Ésta se encontraba a medio camino entre Valdivia, al sur, y Concepción, al norte, pero ubicada al oriente, y no al poniente con las dos ciudades chilenas mencionadas.


Otro hecho relevante de este notable sacerdote fue su curiosidad sobre astronomía,  botánica y  etnología. Lamentablemente en el alzamiento ocurrido en 1655 perdió todos los instrumentos que utilizaba en sus estudios y “los libros del más grande matemático del Perú, el Capitán Juan Lozano.

La última de sus exploraciones la realizó en 1673, hasta las cercanías de un lago que no ha podido ser precisado.


En ese lugar, tal vez en el mes de septiembre, fue atacado por una parcialidad tehuelche rival de los poyas, y muerto a golpes de boleadora y flechas.
Los guías que lo acompañaban alcanzaron a enterrarlo y huyeron; para regresar dos años más tarde, guiando a exploradores españoles que rescataron su cadáver y algunos ornamentos religiosos.

El lago Mascardi honra la memoria de este misionero jesuita.

 

Bibliografía:

Furlong, Guillermo: Entre los tehuelches de la Patagonia, Ed. San Pablo, Bs. As., 1943.

Biedma, Juan Martín: Crónica histórica del Lago Nahuel Huapi, Ed. Del Nuevo Extremo – Caleuche, Bariloche, 2003.

 

Mascardi. Calle. Topografía:

Corre de N. a S. entre las calles Cipoletti y Piedrabuena, desde la calle Lista a la de Mosconi.

Se le impuso ese nombre por D. 19.301 del año 1956.

Recuerda primer habitante blanco de la región de los Lagos del Sur argentino, muy cerca de la ciudad de San Carlos de Bariloche.