MARADONA ESTEBAN L. (1895-1995)

 Pregunta la profesora Guadalupe Palacio de Gómez: ¿Qué es un mito dentro de nuestra  sociedad?
“Los mitos relatan acontecimientos prodigiosos protagonizados por seres sobrenaturales o extraordinarios (hombres), que a partir de  su quehacer hicieron que el hombre fuera mejor.


Por ese motivo relatar un mito es una celebración que se realiza el marco de ceremonias importantes de la vida adulta (actos deportivos, sociales o políticos) o a través de la prensa oral o escrita. 


El objetivo principal es revelar a cada pueblo, el origen común del hombre y de la vida, enseñando  con  sus  actividades cotidianas  y su significativa historia, ser  un ejemplo a imitar.


“En nuestra patria Esteban Laureano Maradona fue un mito de la medicina y la generosidad”.

Nos ilustra María Laura Cicerchia en su artículo “El hombre que perdió el tren”:
“El tren hizo un alto en un paraje perdido en el monte formoseño. Era 1935. Unos lugareños se acercaron a la formación buscando ayuda para una mujer que agonizaba por un parto complicado y un esmirriado pasajero de 40 años acudió al pedido: abandonó su viaje a Tucumán y se internó en sulky entre las malezas para salvar a la esposa de un empleado ferroviario que dio a luz a una beba.


Quien acudió para asistir a tal urgencia sería el mítico doctor Esteban Laureano Maradona, a quien Dios le había marcado el camino que habría de seguir hasta el final de sus días”.


Esteban Maradona nació el 4 de julio de 1895, en Esperanza, Santa Fe; en un hogar de serias virtudes morales, más descendiente de José Ignacio Maradona, diputado por San Juan ante la Junta Grande de diciembre de 1810.


Según el mismo: “Vivíamos en un estado natural, como los indios", mi infancia fue feliz y plena de vivencias con la naturaleza...aprendí a domar potros. Fui mal alumno, desordenado, rebelde...solitario de carácter fuerte como mi padre...que era bastante severo y tenía muchas estancias desperdigadas en la provincia...”


En su libro "Recuerdos Campesinos" reconstruye con mucha emoción, las imágenes de su infancia y juventud.


Luego, como no existía Facultad de medicina en la provincia de Santa Fe, debió trasladarse a e Buenos Aires, donde se graduó en 1928 y ejerció su profesión durante dos años.


Aún joven, según descripciones hechas por manos amigas, “se lo veía como un viejo”, pues no lo conformaba Buenos Aires, esa ciudad poderosa y rica que había sido gobernada por hombres de tendencias liberales.


Fue discípulo de Bernardo Houssay y de Pedro de Elizalde, entre otros. Fue desobediente, testarudo y fanático de los derechos de los pobres y tuvo que soportar persecuciones en el gobierno de Félix Uriburu.


Agrega María Laura Cicerchia: En sus disertaciones, según sus palabras sobre legislación laboral, expresaba: “los capitalistas me tenían entre ceja y ceja”, lo que significó una persecución durante la dictadura de Uriburu”.


Con Irigoyen en el poder las cosas cambiaron, pues congeniaba con las ideas políticas de don Hipólito, hasta que después del golpe de estado del año 30, decidió radicarse entre indios y criollos harapientos en una casa de ladrillos sin revocar, alero de chapa y un solo cuarto que sería laboratorio, consultorio y hospital.


Rechazó entonces el ofrecimiento de trabajo en la Capital Federal para quedarse en un pueblo paraguayo sin agua ni electricidad, donde atendía a los soldados combatientes entre 1932 y 1935 en la Guerra del Chaco boreal entre Paraguay y Bolivia, por esa idea que él sostenía que “el dolor no tiene banderas ni fronteras”.


Viajó a Paraguay previo paso de instalar un consultorio en Resistencia, Chaco. Llegó a ser aceptado como jefe del Hospital Naval de Asunción.


Cuando comenzó la guerra entre paraguayos y bolivianos: atendió a los heridos de ambos bandos. “Cuando terminó la guerra doné los sueldos a los soldados paraguayos y a la Cruz Roja...y me fui”.


De vuelta al país, rechazó otra vez trabajar en la Capital Federal para quedarse medio siglo en un pueblo formoseño, sin agua ni electricidad, al que lo llevó la casualidad.


Allí sucedió un hecho que cambió el rumbo de su vida. “El tren que me llevaba a Tucumán, donde vivía mi hermano, estaba a punto de arrancar.”


Con mi viejo maletín de médico en la mano, estaba sólo, parado en el andén del pasaje Guaycurú (hoy Estanislao del Campo, en la provincia de Formosa) y pedían a un curador, y a los gritos desesperados me hicieron subir a un sulky y me interné en la espesura del monte sin importarme el tiempo que me llevaría el auxilio.


Toda mi energía se concentró en salvar esas dos vidas en un parto complicado... perdí el tren... Después de cuatro años de curar a paraguayos y bolivianos en la guerra, cómo no voy a hacer algo por esta gente de mi patria... Con el tiempo me aceptaron, aunque primero tenían miedo de acercarse, ninguno se quería ir sin que yo revisara sus cuerpos sesgados por el dolor”.


 Durante su estadía decidió aprender la lengua de los tobas, pilagás, wichis y guaucurúes para enseñarles a leer y escribir. Permaneció en Estanislao del Campo años hasta que su salud se lo permitió.


En el kilómetro 240 de la ruta nacional N°81 está Estanislao del Campo y ahí se encuentra lo que fue su casa-consultorio. Está en una soledad absoluta, pero muy bien custodiada por sus vecinos que, al observar cualquier movimiento en la puerta, muy animosos se acercan a contar anécdotas de su querido Dr. Dios.


Ahí está su modesto catre, una mesa, un escritorio, un brasero y un ropero con sus austeras ropas.


Decía: “No hice otra cosa que cumplir con mi juramento hipocrático de hacer el bien al prójimo. Fue un ejemplo de altruismo y dedicación.”


Susana Boragno agrega: “Le gustaba la luz natural. Cuentan que le pusieron un farol en la puerta de su casa y pidió que se la sacara...no le interesaba la luz eléctrica.


Recordaban que le gustaba que lo llamaran Piognac que en pilagá significaba Dr. Dios.”


Invirtió todo en mitigar el cuerpo y el espíritu de esa gente aborigen ignorada por el mundanal ruido. Entretanto investigaría la flora y la fauna autóctonas y los vocablos indígenas.


En 1985 tuvo que ser trasladado a Rosario, para ser internado por desnutrición en el Hospital Provincial.


Nuestro médico rural, el Dr “Dios” Maradona falleció el 14 de enero de 1995 a sus 99 años.


Dos años después Naciones Unidas le daría el Premio internacional Estrella de la Medicina para la Paz y posteriormente el Senado de la Nación impulsó su candidatura para el Premio Nobel de la Paz.

 

maradona.html

 

 

Bibliografía:
Romero Sosa Carlos María: “El doctor Maradona”, disertante y etimologista.
Para La Capital, Buenos Aires, 1995.
Cicerchia María Laura: “El hombre que perdió el tren “en LA CAPITAL 1867 – 2007. 15 de noviembre. 140º Aniversario.

Maradona. Pasaje. Topografía:
Corre desde 100 hasta 299; 800bis hasta 1100Bis. A la altura de 8600, Eva Perón 8600.
Carece de designación oficial.
Recuerda a Esteban Maradona (1895-1995), al benemérito “médico de los pobres”.