Es que los dirigentes británicos, que no quieren malquistarse son los “kelpers” ni con los elementos más conservadores de su país, no pueden ignorar que para todo hijo de esta tierra, más allá de sus particulares enfoque spolíticos o ideológicos, la recuperación de las Malvinas entraña un objetivo inclaudicable, que no cederá ante presión o interés alguno.
La soberanía argentina sobre las islas Malvinas es de larga data – pues se entronca con el dominio colonial hispano –una de sus columnas más significativas se remonta a 1829, cuando el civilizado y civilizador gobierno de Martín Rodríguez creó por decreto la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas, acto de reafirmación jurídica que hizo decir por entonces a “La Gaceta Mercantil”: ”Una de las medidas más importantes del gobierno actual ha sido la organización política y militar de las Islas Malvinas y de los terrenos adyacentes al estrecho de Magallanes. Aunque nuestra marina esté en su infancia, podemos sacar gran provecho de las Islas Malvinas. El territorio es muy fértil, su clima menos áspero de lo que corresponde a su latitud.”
El gobierno nombró como comandante político y militar a Luis Vernet, quien no era un recién llegado al archipiélago. Ya estaba allí desde hacía años, animando una vasta y dificultosa empresa comercial de colonización.
Al nombrársele oficialmente, Vernet como autoridad máxima de las Malvinas, puesto que su designación equivalía a la de un gobernador – acrecentó el progreso comercial y la colonización del archipiélago, a tal punto de que inclusive comenzaron a devengarse utilidades.
Entre sus preocupaciones comerciales y sus obligaciones militares, Vernet mantenía una vida matrimonial feliz, que el 5 de febrero de 1930 floreció con el nacimiento de su hija, que bautizó con el nombre de Malvina. El alumbramiento ocurrió en su residencia de Puerto Luis en la Isla Soledad.
Subsistía un viejo problema: la pesca y la caza clandestinas, llevadas a cabo por barcos balleneros extranjeros.
El gobierno porteño dictó precisas disposiciones proteccionistas y reglamentarias para evitar la constante depredación, pero la carencia de dispositivos militares por parte del desguarnecido Vernet hacía ilusorio el cumplimiento de las normas.
Reiteradamente el flamante comandante político y militar solicitaba pertrechos bélicos, como buques de guerra, soldados cazadores y de caballería, cañones etc, sin éxito alguno.
Tal fue se indefensión que el 2 de enero de 1833 fuerzas invasoras del Imperio británico se apoderaron del archipiélago.
Pues del mismo modo como se espera el triunfo final de la razón sobre la fuerza – que viene ejerciendo Inglaterra desde la ocupación violenta sobre las islas, Argentina afirma la decisión de no claudicar en la protesta constante y activa en todos y cada uno de los grandes foros internacionales.
Han transcurrido 20 años, exactamente desde 1994 a 1914 pero nuestra patria no elude mantener conversaciones serias ni está animada por intenciones aviesas, sólo defiende lo que es un patrimonio irrenunciable.
Las Islas Malvinas las consideramos argentinas por razones históricas, geográficas y legales, pese a ser arrebatadas por el Imperio Británico en 1833.