Su génesis inmediata parte de Pedro Podestá y de María Teresa Torterolo, un muchacho y una joven genoveses que se conocieron y se casaron en Montevideo. La lucha por la vida los trajo a Buenos Aires; se establecieron con un almacén en el barrio de San Telmo y tuvieron sus dos primeros hijos.
Corría el año 1851 y el tambaleante gobierno rosista - digo tambaleante porque el 3 de febrero de 1852 fue vencido en Caseros - había hecho circular el rumor de que si Urquiza entraba en la ciudad iba a degollar a todos los gringos, la familia Podestá por temor regresó a Montevideo, donde la prole aumentó en forma contundente con Pedro, José Juan (Pepe), Juan José, Graciana, Antonio, Amadea y Pablo Cecilio: la robusta familia no suponía que había alumbrado la vida, la presencia y el vuelo del futuro teatro del Río de la Plata.
En el cuarto hijo, Pepe se despertó la pasión por el circo, originada por las representaciones a las que la suerte le había permitido asistir.
Contaría en sus memorias “Medio siglo de farándula” que convenció a sus hermanos mayores y menores para que practicaran bajo su dirección las pruebas que habían visto.
Como el intuitivo artista tenía genio y el improvisado elenco condiciones, pronto fundaron su propio circo, encabezado, naturalmente por el adolescente Pepe.
Graciana se casó con Alejandro Scotti también empresario circense y descollante acróbata logrando con ello integrar el elenco Podestá – Scotti, que llegó a gozar de bastante notoriedad dentro de la modestia endémica del circo criollo.
La eterna cabalgata los encontró en 1884 trabajando en Buenos Aires, en el circo Humberto Primo, situado en Moreno y Ceballos, en la actual esquina del departamento de Policía metropolitano.
Pepe, además de integrar con sus hermanos José y Pablo un trío de trapecistas anunciado como “Los cóndores del trapecio”, había creado un personaje, Pepino el 88, payaso desenfadado que hacía virulentos chistes sobre temas de la actualidad de su época. El público cansado del teatro extranjero, vio en la pista del circo la realidad del l gaucho, sus costumbres, caballos, bailes y asados.
En esa época, los grandes circos dividían sus funciones en dos partes. En la primera exhibían los números clásicos; en la segunda representaban una pantomima, basada en temas exóticos y de acción sostenida, con gran despliegue de escenografía y vestuario..
*Quiso la suerte que en una zona más céntrica, en el lujoso Politeama Argentino, actuara por entonces el circo internacional de los hermanos Carlo, quienes para cerrar la temporada de 1884, quisieron homenajear a ese leal público porteño que tanto los favoreciera, mostrándole una secuencia de color local.
El folletín “Juan Moreira” de Eduardo Gutiérrez (hermano de Ricardo Gutiérrez) reunía las condiciones necesarias para ofrecer un espectáculo emocionante. Conversaron con Gutiérrez y éste aceptó la idea entusiasmado; pero puso una condición que el personaje central fuese animado por un criollo verdadero, temiendo que el protagonista ostentase rubias guedejas y brillantes lentejuelas, no gringo y que supiese montar a caballo, tocar la guitarra, bailar, vestir chiripá y pelear a lo gaucho.
Dada la dificultad de conseguir actores nativos, los Carlo comenzaron a recorrer los circos. Así descubrieron Pepino el 88 con el incuestionable oficio que día a día demostraba en las arenas del Humberto Primo. Como refuerzo del criollaje, toda la compañía de los Podestá fue incorporada a la empresa de los Carlo para las trece funciones que comenzaron el 2 de julio. Por primera vez tuvieron a su servicio las instalaciones de un gran teatro.
Terminada la temporada, la familia siguió a los Carlo hasta Brasil. Después volvió a deambular por las inmensidades argentinas y uruguayas.
En 1886, actuando con suerte esquiva en Arrecifes, provincia de Buenos Aires, alguien tal vez por hambre, incorporaron una segunda parte con aquel Juan Moreira del Politeama hasta que el dueño del hotel, el francés León Beaupuy, hombre muy instruido e inteligente se acercó a Pepe sugiriéndole que si hablaran en vez de sólo gesticular, ese mimodrama sería una ponderable obra teatral, lo que hizo reflexionar a Pepe despertando su fibra de actor.
De inmediato sobre un ejemplar de de Gutiérrez, fue componiendo diálogos correspondientes a la acción mímica y el 10 de abril de 1887 debutó en Chivilicoy con sus hermanos y sobrinos, haciendo uso y abuso de sus voces.
Así gracias al talento de los Podestá la obra “pasó de la pista al proscenio, de la mimodrama al drama, es decir del circo al teatro”.
Pasaron así años de giras ininterrumpidas, entrando el oro a paladas y los aplausos desde el Presidente Pellegrini hasta las masas populares. Durante las cuales* la obra se fue asentando, con agregados de nuevas escenas, de nuevos personajes, de “bailes, canciones y payadas.
Les cupo el honor que distrayendo al público hicieron conocer la dramática condición del gaucho argentino.
Bibliografía:
Crónica de la Historia Argentina. 1880 -1890. Crónica Hyspamérica. Ediciones Cisplatina S. A.
Cuando sus párpados estaban despestañados por el albayalde clownesco, con una actitud pausada Pepe, en 1925 recordaría melancólicamente el paso de la troupe Podestá por nuestra ciudad, exactamente
a los diez años de haber estrenado el Moreira en Buenos Aires, con estas palabras:
”Recorrimos de palmo a palmo la provincia de Buenos Aires; pasamos a Santa Fe y nos afianzamos puede decirse en Rosario, por ser tan prolongada y fructífera la temporada …
El circo de la calle Progreso estaba instalado en el mismo solar que hoy ocupa el teatro Odeón de Rosario, sobre la actual calle Mitre