La revista “Caras y Caretas “ el 9 de julio de 1927 informaba: “ París empezó a moverse hacia el aeródromo de Le Bourget a las 6 de la tarde. A las 22. 22 un acróbata bajaba de su trapecio bajo la luz de sus reflectores, que parecían convertir el picadero del circo en un lago para una pantomima acuática. Era Lindbergh, que acababa de unir en un solo e histórico vuelo de 32 horas Nueva Yok – París. El servicio postal más directo y rápido que la humanidad conoce, después de la edad de los semidioses”.
Un hombre, bañado por los haces de luz de los faros, sacándose un casco protector de cuero claro, emergió del lomo del avión, que parecía descascararse. Un grito de admiración francés, con dejo de inglés, atronó el aire. La muchedumbre corrió como un líquido oscuro, rompiendo las esclusas, hacia ese hombrecito, sonámbulo, que quería bajar del avión y no lo conseguía. La luz de los reflectores vaciló un momento. Se conmocionó también ante la hazaña.
Cuando los rayos luminosos comenzaron a fijarse sobre el avión, sólo la máquina restaba.
Lindbergh había desaparecido. Un símbolo acababa de nacer. Y al igual de lo que ocurre en la actualidad con las estrellas populares, el joven alto, rubio, algo desgalichado, muy anglosajón había sido trasladado en un automóvil al centro de París, pero recién al día siguiente desde los balcones de la embajada de los Estados Unidos saludaría al pueblo enfervorizado, portando las banderas de ese país y de Francia”.
Un símbolo acababa de nacer. En efecto, si bien no había sido el primero en cruzar el Atlántico en aeroplano, ni el primero que realizara una travesía sin escalas (Ambas proezas ya se habían realizado en 1919), fue el primero en llevar a cabo la audaz tentativa de cruzarlo solo.
Linbergh había nacido en 1902 Detroit, Michigan, en el seno de una familia de inmigrantes suecos. Desde muy joven se sentiría atraído por la idea de volar. Se matriculó tempranamente en una escuela de aviación en Lincoln, Nebraska y en 1923 compró su primer aeroplano.
Dos años después decidió aspirar al premio Orteig, consistente en 25.000 dólares que se otorgaba a quien cruzase el Atlántico sin escalas. Proeza que hizo realidad gracias a su arrojo ya apoyo financiero de empresarios de Saint Louis.
El Spirit of St. Louis, construyóse a toda prisa; aunque debió competir a su término con otras unidades como las del explorador del Ártico, Richard E. Byrd.
Inició su travesía agotado por la incertidumbre y el aprestamiento de la víspera, 20 de mayo de 1927 y tras de atravesar la borrasca, la niebla y la inestabilidad del aeroplano en una ruta de 5.782 km. logró cumplir su objetivo.
Tal aventura lo haría pensar en la idea de hacer rutas aéreas entre St. Louis y Chicago. Tiempo después él mismo se asombraría diciendo: “Imagínate ser capaz de poder sobrevolar la tierra a voluntad, aterrizando en éste o en cualquier hemisferio.”
Y al convertirse en un héroe de fama internacional promovería viajes aéreos comerciales ante reyes, financistas y todo el que lo escuchara. Realizó después vuelos de reconocimiento junto a su mujer, Anne Morrow utilizando rutas hasta entonces desconocidas.
Aquel hombre seguro de afrontar el peligro sin limitaciones con un presente pleno de realizaciones, como ocurre muchas veces, la parte oscura de la fama, el honor y la gloria le infligió un golpe mortal: La noche del 1° de marzo de 1932 el hijo del matrimonio Lindbergh fue secuestrado en la opulenta casona de Nueva Jersey. El secuestrador había dejado una escalera apoyada en la ventana del dormitorio del niño y una nota de rescate escrita en un inglés imperfecto sobre el alféizar.
Llegaron cartas desde distintos puntos asegurando tener información, hasta llegar un falso informante, antiguo agente del FBI a estafar a los Lindbergh en 100.000 dólares.
Dos meses después cuando el aviador hallábase abocado a una nueva infructuosa búsqueda, cuando un camionero encontró el cuerpecito del niño en una carretera próxima al hogar familiar.
La policía no pudo cerrar el caso hasta 1934 cuando un carpintero alemán Bruno Richard Hauptmann, en una estación de servicio utilizó un billete de diez dólares de los marcados en la transacción.
Coincidentemente se encontraron en su taller 30.000 dólares y tablones de madera similar a la de la escalera utilizada para el secuestro. Aunque tanto él como la institutriz se declararían inocentes del hecho en forma contundente, Hauptmann fue declarado culpable y ejecutado en 1936.
De allí en más el famoso aviador buscó la paz del retiro en Gran Bretaña, aunque volvió a su patria al estallar la II Guerra Mundial.
Lindbergh tuvo una larga vida, pues dejó de existir a los 72 años.
Bibliografía:
Clarín1927.”Historia del año. Lindbergh cruza el Atlántico”. Junio 1929.
Linbergh. Cortada. Topografía:
Corre de E. a O. Desde 5100 hasta 5399 a la altura de Matienzo1090.Barrio Azcuénaga.
Carece de designación oficial.
Recuerda al aviador norteamericano Carlos A. Lindbergh (1902 – 1974) quien en 1927 realizó solo el primer viaje entre New York y París.