LENCINA CANDIDO (1834 -1910)

Cuando el sol brilla mucho, oculta el esplendor de otros cuerpos celestes. Eso ocurre con la historia nacional y local que muchos hombres que actuaron en primera línea, quedaron relegados en la oscuridad y la ignorancia de la gente. Eso aconteció con Cándido Lencina, militar de agallas.


Nacido en Rosario en 1834, primero fue postillón de postas y después se enroló voluntariamente en el Ejército Grande comandado por Urquiza, donde intervino en la batalla de Caseros en 1852.


La guerra de la Triple Alianza o Guerra del Paraguay fue el  conflicto militar en el cual la Triple Alianza  -coalición integrada  por Brasil, Uruguay y Argentina- luchó militarmente contra el Paraguay.


Ese sería el comienzo de la contienda que duró hasta 1870. Hubo sentimientos encontrados porque no  todo el  país estaba de acuerdo en ir a la guerra, salvo Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe.

 
Esta última provincia gobernada por Nicasio Oroño de inmediato se abocó  a la formación de batallones. El 7 de mayo de 1865 se designaron los oficiales  del Batallón 1ª de Santa Fe  con hombres que habían nacido en Rosario pero en su mayoría habían visto la luz en lejanas provincias y llegado a la pujante urbe ribereña del Paraná junto con sus padres en tiempos de la Confederación Argentina o en épocas más recientes. – nos dice Miguel Angel De Marco en su obra “Guerra del Paraguay”. Pág. 97.


Entre los veteranos que habían luchado en diversos terrenos se halló Cándido Lencina de 30 años, que había empuñado el sable en Caseros, Cepeda y Pavón.


Su batallón llamado Plantel de Voluntarios Santafesinos de caballería, partió desde esta ciudad el 17 de julio de 1865 y llegó en agosto al campamento de Ayuí, con un total de dos jefes, 24 oficiales y 27 soldados entre ellos altos y erguidos mocovíes.Algunos habían visto la luz en lejanas provincias y llegado a la pujante urbe ribereña en tiempos de la Confederación Argentina o en épocas más recientes agrupados como personal de tropa que había sido arengados por el gobernador Oroño.


Don Nicasio no desconocía la vida de campamento y el fragor de las batallas, pues, entre otros títulos, ostentaba el de haber sido secretario del general José María Paz,  teniente de caballería en Caseros, capitán del Ejército de Línea de la Nación, como tantos otros hombres hechos a la vida dura, a las luchas fraticidas y a los  desafíos viriles, dispuestos  a  combatir para  en dejar bien alto el nombre  de su tierra natal.


El batallón que le asignaron, como otros de la misma arma correspondientes a la provincia de Santa Fe vistieron al principio blusas color cáñamo  y con carteras y  solapas de bolsillo color, pantalones abombachados y boinas  azules. Pero con posterioridad recibieron uniformes parecidos a los de la Guardia Nacional porteña.


Lencina intervino en todas las acciones de aquella campaña y fue condecorado con los cordones de Tuyutí y  escudo de plata por el asalto a Curupaytí –batalla donde encontró gloriosa muerte el subteniente Mariano Grandoli – Recibiría también  medallas otorgadas por los gobiernos del Uruguay y Brasil.


A lo largo de cinco años de campaña, usaron diversos cubrecabezas aparte del expresado: bonetes de policía, quepis y sombreros de paja. Así parece surgir de los detallados cuadros de Cándido López. (El retratista y pintor de esa  contienda).


El regreso. En Buenos Aires en diciembre de 1869, el Gobierno decidió otorgar a los veteranos de la guerra medallas en cuyo anverso se acuñaría la leyenda: “Al valor  y la constancia, la provincia agradecida” de oro para los jefes, de plata para los oficiales y de cobre para la tropa. Santa Fe, había dispuesto tal beneficio en 1865, apenas iniciada la lucha.


 El día 30 zarparían del puerto de Rosario los buques de transporte de aquellos que habían regresado victoriosos para que el día 31 estuvieran amarrados en este último puerto.


Los veteranos no fueron recibidos en Buenos Aires .por el presidente Sarmiento como merecían .


Cándido Lencina ostentando las insignias de sargento mayor, recién al regresar a Rosario, recibió junto a otros combatientes el reconocimiento merecido a su valor y desempeño con aplausos, vivas y expresiones de cariño de la gente.


Como sucedió y sucederá después de cualquier guerra, la reincorporación de los combatientes  a la vida cotidiana resulta penosa y lenta, pero Lencina optó por dedicarse a tareas rurales, en un campito que pertenecía a sus ancestros; lo que le permitió llevar una vida sencilla y digna.


Aparte fue un privilegiado porque décadas después, cuando al dotarse  el 28 de junio  de  1890 de Juzgado de Paz al pueblo Aguirre, Estación Arroyo Seco se lo nombró Juez de paz ad –honorem y al crearse al año siguiente la Comisión de Fomento fue designado cabeza de la primera Comisión.

Llegó  otra vez a presidente de la Comuna desde 1900 a 1906.

 

Bibliografía:
La establecida en el texto.

Lencina. Calle. Topografía:
Corre de N. a S. paralela a Juan de Dios Filiberto 850 a la altura de San Juan de Calasanz 8700.
Carece de designación oficial.
Recuerda a Cándido Lencina (1834 -.1910) militar rosarino. Por su accionar fue condecorado  en varias oportunidades. Fue presidente comunal dela localidad de Arroyo Seco.