Su historia comenzó con la anécdota de la presentación de una madre al coronel don José de San Martín, con el objeto de que incorporase su hijo de 14 años al Cuerpo de Granaderos a Caballo.
El jefe de la fuerza se interesó por obtener una plaza para aquel hijo del señor Lavalle y Cortés, doctor en Jurisprudencia de la Universidad de Lima, muy amigo de Rivadavia, quien va a designarlo esos días Administrador de Aduanas.
El muchacho de ojos azules, pese a su corta edad tiene la prestancia de un soldado dispuesto a pelear. Según los documentos: “El 27 de agosto de 1812 se da de alta al nuevo cadete” no obstante estar completo en número”.
Juan Lavalle ingresó entonces, al Escuadrón 4° cuyo jefe, el comandante Zapiola descubriría de inmediato, que el rubio muchacho maneja el sable en los ejercicios de cuartel con firme resolución de veterano.
González Arrili nos ilustra: “Lavalle, portaestandarte, debió permanecer entre los reclutas del Retiro. Ya con quince años la innación lo consumía”. Así siguió por bastante tiempo hasta cuando San Martín lo ingresó a las fuerzas de auxilio a Bolívar.Actuó con fiereza en el Combate de Rïo Bamba (1822).
Ascendido a teniente coronel, permaneció en Lima hasta que pasó a las órdenes de Alvarado, a recorrer las desastrosas aventuras de la llamada nueva campaña de Puertos Intermedios. Esa campaña le valió los despachos de coronel. Operó sobre Chancay, pero a poco, disgustado con el general Santa Cruz y ofendido con Bolívar, pidió su separación del ejército.
Llegó a Mendoza dispuesto a cumplir su “juramento de amor”. El 7 de abril de 1824 se unió a María de los Dolores Correa, aunque antes de su casamiento viajó a Buenos Aires y al pasar por el Rosario, unos bandidos lo asaltaron robándole todo su equipaje y papeles. En 1823, desde San Nicolás escribió al general Estanislao López, reclamando un baúl con documentos de importancia.
Poco tiempo después, con su esposa arribó a la capital, donde había sido nombrado jefe del 4° Regimiento de Caballería de línea, los “Coraceros de Buenos Aires”.
Entre los diversos triunfos obtenidos por Lavalle, merece recordarse la victoria de Bacacay, en febrero de 1827, durante la guerra con el Brasil.
Un año después por razones políticas, el 1° de diciembre de 1828 se sublevó contra el gobierno de Dorrego, en un motín que tuvo lugar en la plaza de la Victoria. Ante tal actitud tan insólita, Dorrego vióse precisado a huir, uniéndose a Rosas en el interior.
Elegido gobernador interino Lavalle, cometió el error de no mantenerse en su primera actitud, pues en la mañana de aquel mismo día había firmado una proclama que decía: ”El que os habla no quiere mandar; quiere ver libre a su patria”, seguramente previendo un ataque a la ciudad de Buenos Aires.
Muchos compatriotas con la crueldad que da la política le incitaron a tomar medidas extremas contra el ex – gobernante. Lavalle fusilando a Dorrego y Del Carril, escribiendo, - como dijera él mismo en su carta del 20 de diciembre, ambos de 28 años, habían sido influenciados en sus ideas por hombres de mayor edad y experiencia.
Lavalle no dudó y el 13 de diciembre, decidió que Dorrego fuese fusilado y así lo hizo. “La historia me juzgará” fueron sus palabras; pero el recuerdo de su injusticia le persiguió siempre.
Los caudillos del interior se alzaron en su contra, hasta derrotarlo en Puente de Márquez. Entonces debió entregar en forma efectiva la provincia a Rosas, contra quien realizaría varias campañas.
En 1840 penetró en Entre Ríos y derrotaría a Oribe y Echagüe. Llegó triunfante hasta Merlo y allí, en lugar de atacar a Rosas, abandonó la campaña, sin que se comprendiesen las causas de esa medida. En una nueva arremetida fue derrotado en Quebracho Herrado por Oribe luego en Famaillá.
Hechos que le harían comprender que se debía a los suyos, más no fue así, mientras su esposa y sus cuatro hijos estaban en la Banda Oriental a buen recaudo, él se retiró a Salta y después a Jujuy, donde fue muerto el 9 de octubre de 1841, por una bala disparada contra la puerta de su casa por un partidario rosista.
Sus hombres llevaron su cadáver en heroica marcha a través de cerros y hondonadas hasta Potosí, para evitar que fuera profanado.
El general Tomás de Iriarte en diversas oportunidades se refirió al estado de ánimo y las reflexiones que habría formulado el general Lavalle durante la campaña del Ejército Libertador en el año 1840 cuando en los últimos días del mes de agosto pasó la noche en la estancia de Almeida, en el mismo lugar donde fue fusilado Dorrego.
En sus Memorias dice que Lavalle le habló muchas veces sobre la ejecución: “Me hicieron cometer un crimen; yo era muy joven entonces, no tenía reflexión, y creí de veras que hacía un servicio a la causa pública.”.
Bibliografía:
Del Carril Bonifacio: “Historia de una amistad inquebrantable” Art. del diario La Nación en su edición del 1° de noviembre de 1998.
General Iriarte Tomás: “Memorias”.
Lavalle. Calle. Topografía:
Corre de N. a S. entre la calle Alsina y el bulevar Avellaneda, desde la Calle Humberto hacia el sur.
Se le impuso ese nombre desde su apertura, y se oficializó por Ord. 3 del año 1905.
Recuerda al general Juan Lavalle (1797 – 1841), guerrero de la Independencia y de las luchas contra el dictador Rosas.