Miguel Ángel Scenna en la revista “Todo es historia ” nos dice: “Pocas figuras hay en nuestra historia que presenten los destellos románticos de la del Gral. Lamadrid.
Su vida colmada de aventuras, algunas increíbles podrían proveer de tema a varias novelas de acción. La densidad de sus antecedentes guerreros, su extraordinaria resistencia física, su ausencia absoluta de miedo, su arrojo desmesurado y hasta la misma ingenuidad de su pensamiento, lo singularizan en el escenario del pasado ”...
Miguel Ángel De Marco en un artículo del diario La Capital de Rosario en enero de 1965, expresa: “El desprecio hacia el peligro, aún más la búsqueda del riesgo para demostrar intrepidez, convertía a aquel tucumano guerrero y cantor de vidalitas en una figura amada y respetada por sus oficiales y soldados”.
Nacido en Tucumán el 28 de noviembre de 1795, Gregorio Aráoz de Lamadrid, personaje de leyenda, alcanzó a ver la caída de Rosas pues vivió hasta 1857.
Sus padres lo enviaron a la escuela de San Francisco para que recibiese una esmerada educación, más al quedar huérfano a temprana edad al igual que Sarmiento debió trabajar como dependiente de almacén.
Después de la desgraciada jornada de Ayohuma, del 14 de noviembre de 1813 donde los soldados de la Patria dieron su más acabada prueba de valor, el Gral. Belgrano siempre dispuesto a sostener la bandera de la revolución, con los restos de su ejército emprendió la retirada hacia Tucumán con el fin de reorganizarse, decidiendo integrar montoneras con algunos oficiales de valor acreditado para que hostilizasen más de cerca los destacamentos realistas.
Entre estos jefes de partida escogió al activo, fogoso y dotado de la audacia de un héroe, a un teniente de Dragones, don Gregorio Aráoz de Lamadrid, quien sin dudar se incorporó como voluntario a un escuadrón de caballería a las órdenes del capitán Gervasio Robles, iniciando la vida más curiosa que pueda imaginarse, tan llena de heroicidad que al escribirlos en sus Memorias, se lo tildó de exagerado… pero sus exageraciones – si las hubo o no – fueran verbales o escritas, sino realmente vividas en las campañas emancipadoras.
Se halló como ayudante de Díaz Vélez en Vilacapujio y de Belgrano en Ayohuma, a las órdenes de Güemes en Humahuaca y bajo Rondeau en los encuentros de Venta y Media y en Sipe - Sipe.
No obstante esta última derrota, al formarse el Cuerpo de Húsares de la muerte, en 1816 Pueyrredón lo autorizaría a integrarlo.
Todos estos hechos históricos justifican a Lamadrid como el sable presente en todas las batallas.
En 1820, fue testigo de la sublevación de Arequito, razón por la cual regresaría a su tierra natal, después de visitar en Buenos Aires a Manuel Belgrano que guardaba cama pronto a morir.
En 1826 en la batalla de Tala fue herido por un tiro de trabuco a quemarropa y once sablazos en la cabeza, y moribundo se arrastró hacia unos matorrales, donde fue rescatado por sus hombres.
Con voluntad se sobrepuso para enfrentar más tarde a Quiroga y Rosas.
Este último lo obligó a exilarse desde 1833 a 1840 en Bolivia y C hile.
En este último año, debió encontrar una forma de sustento ¿qué hizo? se puso a fabricar pan de leche y masas, consciente de que el pueblo chileno era muy afecto a los dulces.
En sus Memorias escribió: “Yo no he tenido ni tendré emulación de nadie, porque soy tan orgulloso en esta última línea que vivo persuadido de que ninguno me aventaja en patriotismo ni en coraje para sacrificarme por sólo la patria y el bienestar de mis compatriotas...”
Bibliografía:
De Marco Miguel Angel:"Quince sablazos, un bayonetazo y un tiro junto a la paletilla..." Artículo del diario La Capital, Rosario, 1995.
“Homenaje a su memoria en el centenario de su muerte (1857 - 1957)”. Prólogo de Manuel Lizondo Borda. Tucumán, 1957.
Balmaceda Daniel: La comida en la historia Argentina. Pág. 103.
Lamadrid. Calle. Topografía:
Corre de E. a O. desde 100 al 3699, a la altura de Abanderado Grandoli 5000 y Ovidio Lagos 5000.
Carece de designación oficial.
Recuerda a Gregorio Aráoz de Lamadrid (1795 - 1857), considerado por la historia argentina como el sable presente en todas las batallas.