Nacido en Tucumán en 1772, hijo de don Miguel Laguna y doña María Francisca Bazán – dama que ofreciera su casa para realizar las sesiones del Congreso de 1816 – asistió a la Universidad de Córdoba junto al Dr. Juan José Paso, secretario de la Primera Junta de Gobierno del 25 de mayo de 1810.
Doctorado en leyes, cuando aún en nuestra patria prevalecía el régimen colonial presentó su título a la Real Audiencia de Buenos Aires en junio de 1797, siendo registrado en la matricula de abogados.
El jesuita Diego León Villafañe en febrero de 1809 en carta enviada al Deán Funes destacaba que Laguna tenía una instrucción destacada en los derechos del hombre, cualidad no fácilmente encontrada en otros. Evidentemente era un profundo conocedor de la doctrina de los filósofos europeos del siglo XVIII.
Tenía formas muy agradables, un trato delicado y un gran amor por la nueva nación, que él contribuyera a formar, asistiendo a la casa-quinta de Rodríguez Peña (uno de los laboratorios de la “Revolución de Mayo” con Juan José Castelli, Medrano, Chiclana y el cura Alberti entre otros, donde se meditaban y resolvían operaciones y providencias.
Integrada la Primera Junta del 25 de Mayo de 1810, en junio Laguna sostenía que todo el interior debía integrarse con la nuevas autoridades porteñas erigidas el mes anterior, expresando “que ciudades, villas y lugares de esta jurisdicción debían reunirse sin distinción de clases antes de pronunciarse sobre la forma de gobierno. Dejaba así asentado el principio de la soberanía de los pueblos”.
Asiente González Arrili: “Desde el año 10, el Dr. Laguna tenía manifestado con fino concepto democrático, su respeto por la opinión pública.
Enviado diputado por Tucumán a la Asamblea del año XIII escribió a su Cabildo que sostendría la “majestad popular y la confederación de los pueblos.”
El caudillismo, producto del localismo, que tomó el pendón federal como excusa de no confesadas ambiciones políticas no se adecuaba a los cambios del país.
Para el historiador M. Lizondo Borda: “el Dr. Laguna, pudo demostrar que a pesar que ese caudillismo esterilizaba la acción de la Asamblea del año 13 con derivaciones absurdas e inquietando a las provincias, llenando de acusaciones perniciosas al ámbito porteño, se obtendrían verdaderos logros beneficiosos para esa patria naciente.
Laguna se presentó entonces como uno de los hombres más adelantados de su época”.
En 1815 actuó como cabildante en la elección de diputados que sancionó el Estatuto Provisional (ensayo constitucional) legitimando la autoridad máxima del el país , que por entonces se llamó Director Supremo.
En su tierra natal ejerció la gobernación y durante sus dos administraciones consolidó las finanzas, conservando simultáneamente la mejor relación con las provincias vecinas.
El Dr. Laguna amante de la geografía y el paisaje de su terruño se recluyó años después en la estancia “Las Tacanas” en Tafí del Valle, donde hasta hoy sobreviven restos de las defensas levantadas por los indígenas que dominaban el valle a la llegada de los españoles.
Sintiéndose enfermo, regresó a Tucumán para dictar su testamento, por su condición de soltero y sin familia. Agravada su salud por el mal terminal que lo aquejaba, falleció en junio de 1838 en la mítica casa del Congreso de 1816.
En cuanto a la casona de campo en Tafí del Valle aún se conservan muebles, como el escritorio, sillas y otros efectos personales.
Ingratamente su nombre no figura en la nomenclatura de la ciudad de Tucumán, más Rosario siente el orgullo de honrar su nombre.