Nació en La Carolina, San Luis. Fue hijo del español Luis Lafinur (probable adaptación castellana del apellido francés Laffineur) y de Bibiana Pinedo de Montenegro, nacida en Córdoba del Tucumán, quienes se radicaron en esa localidad puntana para dedicarse a la minería.
Parafrasea Gonzàlez Arrili: “Don Luis de Lafinur, era español y militar. Anotaba en su foja de servicios campañas diversas; había guerreado contra los portugueses en la Banda Oriental, con los británicos de las invasiones rioplatenses, pero tenía sobre sí, el negro pecado de haber usado sus armas contra los pobres indígenas".
Más día, el antiguo capitán dejó las armas en busca de fortuna en el valle sanluiseño de la Carolina, donde no sacó mayor provecho de esas minas auríferas, pero se vio compensado con el nacimiento de su hijo Juan Crisóstomo, el 27 de enero de 1797, ignorando que ese niño sería un día el cantor de la belleza, el amor y la muerte y el explicador de la fuerza de la libertad en lucha con la violencia.
El almanaque dio a ese vástago, nombre que significa un vaticinio: Crisóstomo “significa ponderaciòn de la elocuencia”, aplicado a uno de los padres de la Iglesia que, asegura, había sido el autor de bellísimas homilías amenas sobre temas tremendamente pesados.
Años más tarde, como consecuencia de las invasiones inglesas al Río de la Plata, la familia se radicó en Córdoba.
Una vez allí, la familia lo anotó en el Colegio de Monserrat y posteriormente se inscribió en la Universidad de esa ciudad.
Cursó en el Colegio de Monserrat los grados preparatorios, respondiendo al deseo de los padres que se ordenase sacerdote.
Allí trabó amistad con algunos porteños, entre ellos Juan Cruz Varela, que lo indujeron a la lectura de los clásicos, descubriendo con ellos las letras humanas dejando un tanto de lado las religiosas.
Fue expulsado de la universidad en 1814, por su mal carácter y sus ideas revolucionarias.
Logró cursar tres grados: bachiller, licenciado y maestro de Artes (filosofía) y le quedaron pendientes los cursos de Teología.
Su expulsión determinó que ofreciera sus servicios al general Belgrano a quien había conocido en su paso por la ciudad de Córdoba hacia Tucumán, cuando más difícil era la situación de los ejércitos de la revolución.
.Según Alejandro Korn: Se trasladó a Tucumán, donde se incorporó al Ejército del Norte, y estudió para oficial artillero en la Academia de Matemáticas fundada por el general Belgrano.
Hasta setiembre del año 17 permaneció en Tucumàn. No hay manera de detallar la vida de Lafinur durante esos tres o cuatro años de su estadía., Sólo se sabe que permaneció hasta 1818, año en que solicitó el retiro.
Joven y apuesto, debió dedicar sus días al estudio y al amor. Hombre de verso y canto le resultó fácil inspirarse en tierra cálida donde las flores abundaban y las mujeres eran hermosas.
Algún soneto quedó por ahí escondido en las páginas de su obra “Antologías” si bien no le dio fama ni gloria, debió encantar a quien se la dedicara, o acaso se la leyera alguna tarde en el oscurecer, perfumada de azahares” asevera González Arrili.
Durante el Directorio de Pueyrredón, con 22 años obtuvo la cátedra de filosofía . Todo un logro porque las disciplinas filosóficas hasta entonces habíanse mantenido en manos del clero y enseñado en latín, acaso para hacerlas màs inaccesibles al estudiante no especializado.
Lafinur rompió los hilos de una apretada trama teológica, al ser el primer laico que ganaría esa cátedra en el país, apartando de la tradición secular de enseñar filosofía en latín.
La educación en esos tiempos que le tocó vivir a Lafinur se robustecía a favor de tradiciones de hogar, y él consideraba que urgía renovar esa sociedad estancada durante el largo coloniaje, creando ciudadanos dignos de merecer la libertad política, de abrir las puertas al comercio, a las industrias y al arte, y tendiente a esparcir la ilustración.
Fue un personaje muy discutido. En efecto no le resultó tarea fácil hablar de los temas que él se planteaba en auditorios preparados para escuchar lo contrario.
Como masón, creía en las virtudes de la enseñanza lancansteriana, todo lo cual trajo una polémica larga y enconada.
Separado de su función docente partió rumbo a Chile y según Zapiola, “Lafinur en el país trasandino diversificó su quehacer, ejecutando en el piano todo el repertorio de Mozart, Haydn y Dusek y reemplazando el antiguo himno nacional existente agregándole nueva partitura mientras completaba sus estudios de abogado en la Universidad de San Felipe en Santiago”.
Recibido estableció un bufete con el cual mejoró su nivel económico y le permitió casarse con una dama de la más alta sociedad chilena.
Simultáneamente colaboró como poeta y pensador en el periodismo,siendo columnista de “EL Mercurio", “El Liberal, El Tizón Republicano”, “El Observador Chileno” y “El Despertador Americano”.
En 1820 había compuesto un profundo “Canto elegíaco a la muerte de Belgrano”. Fue uno de los pocos amigos que acompañara al Creador de la Bandera en sus últimos momentos de vida.
LLevó una vida polifacética y reaccionaria a las costumbres y a la política de sus tiempos dada su corta existencia.
Falleció tempranamente con apenas 27 años, el 13 de agosto de 1824.
Dice la leyenda que el poeta sufría de vértigo, y en un ataque sorpresivo falleció al caerse del caballo que montaba.
Sus restos han sido reclamados por la provincia de San Luis, sin que hasta el presente se haya podido dar con ellos.