Cuando se fundó el Tortoni (1858), siguiendo por Rivadavia hacia el Oeste, pasando por la calle Lorea se llegaba a la Calle De LAS TUNAS (actual Avenida Callao). En la intersección de Rivadavia y De Las Tunas giraban, hacía muchos años, las aspas de un molino.
Los vecinos, en los momentos de ocio, asomaban a a la puerta a contemplar la soledad del molino.
Esta visión impulsó al señor Rossi, propietario de la confitería existente en la esquina de Rivadavia y Rodriguez Peña, a adicionar a su negocio la denominación de “El Molino”.
Al iniciarse el año 1905, la construcción de la Plaza del Congreso motivó el traslado de la confitería al lugar ocupado actualmente en la esquina de Rivadavia y Callao.
Con motivo de la festividad del Centenario, personalidades extrajeras degustaron de sus especialidades, la Infanta Isabel de Borbón, el Príncipe de Gales y el Príncipe Humberto.
El poeta Amado Nervo cuando visitaba Buenos Aires solía encontrarse con el novelista José Ingenieros a quien le expondría su pensar socialista y liberal.
Refiriéndose a él, Gonzalez Arrili expresó: “Mucho se ha escrito sobre su vida. Inútil advertir que algunos comentadores no acertaron por desconocerlo totalmente. La novelería ha primado sobre la realidad. El hombre se prestaba a toda suerte de interpretaciones inverosímiles por la valentía de su conducta, la honestidad de su vida y los temas de sus escritos”.
Roberto Linares expresa: “Fecundo y brillante artesano del pensamiento de América latina y profundo conocedor del verdadero humanismo, por su obra, vasta construcción orgánica , metódica , sin improvisaciones conceptuales ni retórica académica, que abarcó asuntos de distintos tópicos se lo ha considerado hasta no hace no mucho tiempo maestro indiscutido de la juventud argentina.
La labor de este genio ha significado un permanente e invalorable aporte de estudio y meditación proyectado hacia el futuro para aleccionar a las siguientes generaciones, a veces proclives a admirar lo superfluo e ignorar la atendible trascendencia de los acontecimientos que engrandecen la vida del país.”
En su juventud tradujo libros extranjeros en la imprenta de su padre a razón de cuatro centavos la hoja. Aprendió francés, inglés e italiano. Entre aquellos textos le cupo la gran satisfacción de verter del francés al castellano las primeras obras de Nietzche, que llegaban a la Argentina en lengua gala.
El filósofo de Basilea encarnó en incentivo secreto de los libre-pensadores, dejó en su espíritu y en el espíritu de toda una generación una huella profunda y duradera.
Las palabras de “Ecce Homo”, refiriéndose a la felicidad viril, tiene un nombre “querer” sentencia que Ingenieros subrayara en su libro ”La simulación de la locura” y que sería la piedra fundamental de toda su labor.
Apareció y reapareció en distintas molduras: médico, escritor, sociólogo y profesor. Autor de obras psicológicas, filosóficas y de didáctica moral que ejercieron gran influencia en la juventud. En efecto las mismas fueron objeto de críticas por sus contemporáneos adultos, no así por los jóvenes que respetaron sus convicciones de hombre de bien.
Poliédrica y multiforme tarea que desarrolló sin conocer tregua en tan sólo un cuarto de siglo, desde 1900 a 1925, año en el que lo sorprendiera la muerte a la temprana edad de cuarenta y ocho años.
Cuando él era estudiante de medicina fundó el pabellón de Clínicas del Hospital Nacional el Centro Socialista Universitario, del que salieron dirigentes como Bunge, Jiménez y Dickman.
Más tarde, junto a otro genio de las letras argentinas, Leopoldo Lugones, fundó “La montaña”, periódico que se decía socialista y revolucionario, en el que se discutían problemas de sociología, arte y filosofía.
En 1907 fundó el Instituto de Criminología y ocho años después el seminario de Filosofía en la Facultad de Buenos Aires.
Ingenieros fue un verdadero y brillante expositor de los problemas científicos y biofilosóficos de su época.
Su fecunda producción bibliográfica abarca “Criminología”, “Principios de Psicología”, “Simulación de la locura”, “El hombre mediocre”; “Hacia una moral sin dogmas”; “Sociología argentina” y “La evolución de las ideas argentinas”
Obras que no podrán ser menguadas ni negadas, en las que amalgamó su filosofía en un contexto de pensamiento ye investigación, de deducción o inducción, de hipótesis y experimentos, de análisis y de síntesis, agrupando todas las formas de la actividad humana que la lógica procura comprender y dirigir.
Ingenieros aunque no religioso ni místico, le cupo la función de pensar, la característica que distingue al hombre de la bestia.
Bibliografía:
La expuesta en el texto.
Linares Roberto:”José Ingenieros”. Art. del diario “La Capital” en su edición del 27/10/1997.
Ingenieros José. Calle. Topografía:
Corre de E. a O. desde 600 hasta 6099, a la altura de Avellaneda 900Bis, Av. Alberdi 900 y Provincias Unidas 900 Bis.
Se le impuso ese nombre por D. 30 del año 1926.
Recuerda a una de las más vigorosas mentalidades argentinas de principios del siglo XX.