Un hombre alto, con un halo de misterio que envolvía sus movimientos desembarcó de un barco a vela en Southampton, Inglaterra, en el verano de 1874, proveniente de un lejano país sudamericano: Argentina, donde había nacido y aprendido a amar la naturaleza.
Había nacido el 3 de agosto de 1841. en la estancia Los Veinticinco Ombúes, Quilmes, provincia de Buenos Aires, cuyo nombre sería muy apropiado, porque había allí veinticinco de estos árboles indígenas de gigantesco tamaño, donde transcurrirían sus primeros años.
Hijo de Daniel Hudson y Teresa Kimble, norteamericanos de origen inglés establecidos en el Río de la Plata en el año 1832 provenientes de Boston.
Con el capital que trajeron comenzaron su vida nueva, en el viejo partido de Quilmes, hoy Florencio Varela.
Una fría mañana de 1846, la familia Hudson abandonaría el rancho de Quilmes para establecerse en la estancia Las Acacias en el pueblo de Chascomús.
Desde los cinco años en adelante hasta su juventud, vivió en ese paraje donde empezó a familiarizarse con las costumbres y personajes típicos de la región, a los cuales describirá magistralmente en el bellísimo relato autobiográfico “Allá lejos y hace tiempo”, totalmente teñido de saudades, al decir de R. Cunninghame Graham, escrita y publicada en inglés (como toda su obra) en 1918.
Lo llamaban el inglés de los pájaros porque al recorrer grandes extensiones pampeanas, uruguayas y británicas se especializó en el inventario y estudio de las especies de pájaros.
Se supone que podía reconocer cientos de ellas lo por el sonido. Pero no era su visión la del hombre de ciencia modelo, totalmente distanciado de su objeto, pretendiendo asirlo- valga la redundancia objetivamente.
Antes bien, se sentía atraído totalmente por el paisaje y las especies naturales con toda la fuerza de una verdadera pasión”... tan profundamente los amaba, que, en cierta ocasión, le oí decir que prefería ver destruir todas las obras griegas antes que el animal más pequeño desapareciese de la tierra” relata Cunnighame Graham en el prólogo de “Allá lejos y hace tiempo”.
En Buenos Aires solicitó una entrevista al director del Museo Natural, Herman Burmeister, cuando para esa época trabajaban estudiosos del extranjero, como los enviados por la Universidad de Harvard y el Museo Natural de Nueva York y los sabios argentinos Cándido López, Marcos Sastre y otros.
Sería Burmeister quien lo orientaría en la formación de su técnica científica.
Hudson comenzó entonces a enviar cada vez más colecciones de pájaros a la Smithsonian Institution de Washington y a la Sociedad Zoológica de Londres e
intensificó su diario contacto con la naturaleza de distintos ambientes geográficos, recorriendo el gran Chaco, la meseta de Patagonia y por un largo período, la Banda Oriental.
Allí ocasionalmente pudo presenciar la lucha civil entre blancos y colorados. Acontecimientos que impensadamente le producirían un desequilibrio emocional que él mismo no entendía: una mezcla de ciencia con poesía. Así se lanzó a escribir “The Purple Land”, “La tierra purpurea” no separando de ahí en más en sus producciones, lo científico de lo literario.
Hudson llegaría a conocer la vida gauchesca conversando con viejos gauchos partícipes durante las invasiones inglesas como también muchos de los que habían formado parte del sitio de Montevideo.
Es natural que Borges, un estudioso de la literatura gauchesca reclamara para Hudson un importante lugar dentro de las letras argentinas a pesar de haber sido la obra de este autor íntegramente escrita en idioma inglés, y para ello elabora una serie - Hernández, Ascasubi, Hudson –enfocando la felicidad en la escritura gauchesca, entendida como aquello que se opone al destino trágico. Así compararía los cuarenta sentenciosos y sufridos años de Martín Fierro y los fervientes veinticinco de Lamb (principal personaje de La tierra purpurea), escrita en 1885, más de una década posterior a nuestra magistral Biblia gaucha.
En 1861, a los 34 años de su vida se alejó de su tierra con sus valijas llenas de recuerdos, y frente a Londres, una ciudad que lo miró indiferente volcaría su desarraigo en una profusa labor literaria.
Más allá de otras publicaciones en Inglaterra, Hudson alcanzaría el reconocimiento y la fama con el libro El naturalista en el Plata(1892).
Afirma DelforReynaldo Scandizzo: “Con un gran componente de timidez, de niño huraño que conservó en su vejez, fue llegando al final de sus días. De este modo dejó de existir Londres en marzo de 1921”.
Bibliografía:
Scandizzo Delfor Reynaldo: “El legado de Guillermo Enrique Hudson”. Revista Todo es Historia. Año XXVIII. Octubre de 1994. Pág. 8 y sig.
Nessosi Gabriela: William Henry Hudson. Artículo del diario La Capital en su edición del 25 de junio de 1995.
Hudson. Pasaje. Topografía:
Corre de E. a O. desde 6800 hasta 7099 – desde 7200 hasta 7499, a la altura de Ecuador 1500; Nicaragua 1500 , paralela a Provincias Unidas 1500.
Se le impuso ese nombre por D. 21.794 del año 1958.
Recuerda a Guillermo Enrique Hudson (1841 – 1921) naturalista y escritor argentino, nacido en el partido de Quilmes, provincia de Buenos Aires.