Obviamente ya no existen hombres de aquellas generaciones de argentinos y extranjeros que recibieron aparte de los conocimientos, enseñanzas y métodos del proceso enseñanza – aprendizaje, lecciones de vida – no menos importantes – sobre como conducirse moral y humanamente, que sólo la sabiduría, hombría de bien y grandeza de espíritu de Harding podía brindar.
Justo el año de su arribo a Rosario, se realizaba el Primer Censo Municipal de la ciudad, levantado en octubre de 1900, durante la intendencia de Luis Lamas, el que evidenció una población de 112. 461 habitantes.
El Segundo Censo se realizó en 1906, en el transcurso de la intendencia de Nicasio Vila, que arrojó un número de pobladores de 150.686.
En abril de 1910 se levantó un Tercer Censo Municipal, con la dirección del doctor Juan Alvarez – fundador de la actual Biblioteca Argentina - que sumó una población de 192.676 habitantes, de los cuales casi la mitad eran extranjeros.
En cuanto a la nacionalidad seguían predominando los italianos y españoles, pero había también había súbditos de más de veinte países lo que con el tiempo produjo una fusión de razas heterogéneas.
*
El problema de la vivienda en Rosario era intensísimo, porque no bastaba para cubrir las necesidades de la inmensa ola inmigratoria, al igual que el educacional.
Estuvo demostrado en el Primer Censo que el número de colegios era insuficiente para llenar las necesidades de la población en edad escolar.
Dice Juan Alvarez, a modo de síntesis que “el Censo de 1906 (se refiere al Segundo) demostró que la instrucción primaria mejoraba poco. En cambio, las escuelas particulares habían prosperado a favor de la creciente inopia oficial”.
Así como Eudoro Díaz, educador y periodista, inició su labor en febrero de 1892, imponiendo a su colegio un ritmo acorde con su espíritu inquieto y sus grandes conocimientos en materia educativa, Harding en 1900 fundó en el barrio Talleres una escuela de primeras letras, cuando éste era un pequeño poblado de viviendas achaparradas.
Sobre su preparación pedagógica previa a su llegada a Rosario, poco se sabe, sólo que había nacido en la India en 1866.
Al abrir sus puertas, su establecimiento contaba con sólo 16 alumnos, llegando en 1914 a 343 de ambos sexos- establece Mikielievich.
Mister Harding, como lo llamaban en el barrio, fue un educador de la talla de las maestras que se dejaron persuadir por Sarmiento, aquéllas que vinieron de los Estados Unidos, desde 1870 en adelante, aquellas muchachas que embarcaron rumbo a Buenos Aires, una ciudad sin el brillo que adquiriría decenios después. Corrían por entonces, algunas líneas de tranvías tirados por caballos. Una ciudad modesta al lado de las que habían conocido.
Pero nuestro maestro hindú eligió trasladarse a Rosario, considerando que según le habían comentado, que crecía poco a poco.
Llevó a la práctica su repetida expresión: “Enseñar es un acto de amor porque prepara al hombre para un mundo mejor, porque lo capacita para construir su destino y el de su entorno”.