Alberto Campazas y Nicolás Baclini en su obra: "Crónicas históricas de la ciudad de Rosario" declaran: "En cuanto a Central Córdoba, José González Castillo, rosarino amante del fútbol, viendo desempeñarse a los jugadores del club expresó con admiración "atacan como un malón, para agregar como un malón charrúa". De ahí en más se los conoce con ese apodo Los charrúas.
González Castillo fue periodista, poeta y dramaturgo en términos generales, pero dicho en detalle escribió de todo. En distintos momentos de su vida, de su pluma surgieron sainetes, dramas, comedia, tragicomedias, zarzuelas, revistas, cuentos escénicos para niños, monólogos, adaptaciones, traducciones y letras de tango.
¿Cómo pudo hacer González Castillo tanto en tan corta trayectoria de vida? Al fin y al cabo, toda su vida tendría un sello muy personal, aunque sólo alcanzó a vivir medio siglo, lo hizo a pleno, mostrándose desde temprana edad imparable, gestual y vigoroso.
Con sólo 22 años lograría que los hermanos Podestá, ya consagrados por entonces representaran en el Apolo su primera obra: "Del fango" (1807.)
Simultáneamente aprovechando sus relaciones con Max Glucksman compuso el tema musical de la película Juan Moreira, producida por el cineasta don Mario.
Informa Julio Nudler: La letra de tango nació hacia 1914, a partir de las concebidas por Pascual Contursi aquel año y los siguientes (“De vuelta al bulín”, “Ivette”, “Flor de fango”, “Mi noche triste (Lita)”), y fue imponiéndose muy lentamente.
Tanto que en el repertorio de Carlos Gardel los tangos constituían, hasta ingresar en la década siguiente, una rareza. Ni siquiera había noción de cómo cantar un tango, canon que fue estableciendo Gardel paulatinamente después de 1922.
Ese fue, precisamente, el año en que José González Castillo desembarcó verdaderamente en el género con la letra de “Sobre el pucho”, sobre música de Sebastián Piana, que presentaron al concurso de los cigarrillos Tango.
Acerca de esta obra, José Gobello en Crónica general del tango, Editorial Fraterna, afirma: que, con ella “irrumpieron en el tango algunas novedades que la tanguística de Homero Manzi convertiría más tarde en verdaderas constantes. Por lo pronto, Pompeya (“Un callejón en Pompeya/y un farolito plateando el fango...”); luego, la descripción del barrio y, enseguida, la enumeración como procedimiento descriptivo”.
Pero en esa letra hay algo más, la metáfora, que surge en el recuerdo que el malevo dedica a su amor perdido “... tu inconstancia loca/me arrebato de tu boca/como pucho que se tira/cuando ya/ni sabor ni aroma da”.
Queda claro que González Castillo fue un precursor, y también que cupo a otros letristas posteriores la profundización de esos lineamientos.
Los mismos elementos, pero con mayor vuelo poético, reaparecen al año siguiente, 1923, en “Silbando”. A ellos se añade la acción dramática, que estalla tras la minuciosa descripción de la escena, con su decorado, su iluminación (la luz mortecina de un farol) y sus sonidos (un canto de marineros, el aullido de un perro, el silbar de un reo). Llega sigilosa “la sombra del hombre aquel”, relumbra su facón y corre la sangre en la serena noche del Dock.
El González Castillo autor de innumerables sainetes y obras diversas convierte así a su letra de tango en una pequeña pieza teatral.
Un hecho único en la historia del tango es el binomio creador que González Castillo conformo con su hijo Cátulo, que en cada caso componía la música, aunque luego trascendería a su vez como letrista, superando incluso a su padre. Juntos concibieron hermosas piezas, como “Aquella cantina de la ribera”, “El circo se va”, “El aguacero (Canción de la Pampa)”, “Invocación al tango” y “Papel picado”, entre otras.
A González Castillo le gustaba que sus tangos contaran dramas humanos no aparentes, ocultos en los repliegues de sus personajes.
En sus elaboradas descripciones, González Castillo siempre mezcla una reflexión, ora filosófica, ora moral o social. En “Aquella cantina de la ribera” retrata así la taberna: «Como el mal, el humo de niebla la viste,/y envuelta en la gama doliente del gris/parece una tela muy rara y muy triste/que hubiera pintado Quinquela Martín». En “Música de calesita”, evocando su infancia, confiesa su sueño: «Yo quiero como el cansino/caballo del carrusel / dar vueltas a mi destino / al ruido de un cascabel».
Y es al ruido entrañable de sus tangos que sigue dando vueltas la memoria de José González Castillo.
En su producción constituida por 77 piezas; entre ellas "El grillete", "Luigi", "Entre bueyes no hay cornadas", "El pobre hombre" y "La mala reputación" escritas entre 1909 y 1919 haría una contemplación sardónica de problemas sociales de lacerante verdad.
Algunas obras las compuso en colaboración de consagrados dramaturgos como García Velloso, Pedro E. Pico, Alejandro Berrutti y Alberto Vacarezza. Con éste último autor de "El conventillo de la paloma" mantendría una verdadera amistad, denunciando ambos el uso y abuso de las orquestas de tango instaladas en plena acción escénica.
Al tesón de García Velloso creador de la Sociedad de Autores o Círculo Argentino de Autores se le sumaría el profundo esfuerzo de González Castillo como presidente de dicha institución, durante varios períodos.
Creador del Boletín oficial de Argentores en el año 1935, ejerció su dirección hasta poco antes de su muerte ocurrida en 1937.
Su hijo, el consagrado músico Cátulo Castillo diría: "Siempre tuvo mi padre un carácter alegre y dinámico. No estaba nunca quieto y tenía aptitudes para todo: dibujo, carpintería, política, artes gráficas, propaganda, hasta gremialismo... Nos quiso hacer estudiar, pero siempre fuimos rebeldes, seguramente por herencia de él”.
La calle Boedo, refugio de la bohemia de entonces sería el refugio de sus últimos años y no hubo bodegón o café que no conociera.
En ese barrio que tanto amó, su vida se apagó el 22 de octubre de 1937 y en la casa que habitara, múltiples placas recuerdan su paso y su quehacer.
Bibliografía:
Del Pino, Diego en su artículo: "José González Castillo y el mundo literario de Boedo" en revista Todo es Historia. Junio 1993.
Alen Lascana Luis C: Revista Todo es Historia N°46. Febrero 1971.
González Castillo. Pasaje. Topografía:
Corre de N. a S. desde 4600 al 4699, y desde 4800 al 4999, a la altura de Av. Uriburu 1200 y Esteban de Luca 1200.
Se le impuso ese nombre por D. 21748 del año 1958 y por Decr. N°24565 de 1960 se extendió el mismo nombre al tramo que corre desde Uriburu a la calle Israel.
Con anterioridad de denominó Amberes.
Recuerda a José González Castillo (1885 - 1937), dramaturgo rosarino autor de múltiples obras.