Nació en Buenos Aires cuando gobernaba el país Julio A. Roca (Primer período presidencial 1880 -1886), quien plasmó un modelo de país agro exportador liberal vinculado al gobierno inglés.
Tiempo en que los aristócratas hacían valer su preponderancia política y junto al intendente Marcelo Torcuato de Alvear convirtieron al barrio Norte porteño en señorial y distinguido para unos pocos, mientras los inmigrantes que eran muchos fueron ubicados en el sur de la ciudad, hacinados en conventillos o construcciones de bajo nivel, de madera y chapas de cinc pintadas de vivos colores.
La Boca, barrio ubicado en la desembocadura del Riachuelo era una Babel de idiomas y dialectos griegos, italianos, austrohúngaros y judíos que se reunían después de trabajar sin desmayo, compartiendo las promesas incumplidas o rumiando algún intento de alzamiento contra los jerarcas del gobierno qe viviían en el lujo y la opulencia.
Y en ese clima de antagonismos y marginación social nació nuestro músico Juan de Dios Filiberto, el 8 de mayo de 1885, en la calle Necochea esquina Brandsen., concurriendo primeo a una escuela pública y después al Colegio Salesiano San Juan Evangelista.
Cerca de su casa funcionaba el teatro de títeres “La Sicilia” cuyo dueño Vito Cantone lo tomó para trabajar de organillero* para musicalizar las funciones. La paga escasa y la mucha necesidad familiar le hacen abandonar su trabajo entretenido pero poco rendidor y se emplea como obrero portuario.
Después se empleó en los talleres de reparaciones de barcos en la compañía Mihanovich donde trabó amistad con un calafatero de embarcaciones, llamado Polzinetti, quien le daría lecciones de acordeón, violín y solfeo.
Ese peón maestro instaló un conservatorio y Juan de Dios en quien había nacido amor a la música, lo siguió en pos de un perfeccionamiento, más su instructor lo derivó después al maestro Piaggio.
Continuó estudiando con el reconocido *pianista italiano por entonces César Stiatessi, acompañante de José Brindisi de Salas, concertista de violín, apodado el rey de las octavas, que animaba tertulias en la cas de don Bartolomé Mitre.
Motivado por este último aprendió a tocar el armonio, adoptándolo como instrumento definitivo, estudiando armonía, contrapunto y fuga*.
En la década del 20 se vinculó con el poeta y músico Enrique Santos Discépolo, identificados ambos en la visión del proceso de descomposición de la sociedad de entonces hasta de los valores morales, reflexiones que volcaron en letras de tango.*
Caminito obtuvo- entre abucheos, como el Hernani de Víctor Hugo, como el Bolero de Ravel – el primer premio en un concurso organizado por la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires en 1926. Fue para carnaval y destinado para canciones nativas.
Pese a los disconformes Ignacio Corsini cantó esa pieza con éxito atronador el 5 de mayo de 1927, en el estreno del sainete Facha Tosta de Alberto Novión. Antes lo habían llevado al fonógrafo Gardel y la orquesta de Francisco Canaro, ésta en dos versiones sin canto. De ahí en más la difusión de Caminito fue universal. En 1959, siendo intendente municipal, Hernán Giralt, se impuso el nombre de Caminito a una calleja de La Boca.
Filiberto junto a Discepolín convertidos en poetas filósofos usaron un lenguaje donde exteriorizaron sus estados de án imos, mostrando la vida con su más descarnada y real imagen.
En 1933 con orquesta propia debutó en el teatro Cómico, luego en el Ateneo para actuar después en las radios Excelsior, Splendid y Belgrano, donde dejó impresiones imborrables en el público como autor y compositor.
Hasta sus amigos aplaudían y alentaban su profesionalismo porque tanto en la vida como en los medios, en la diaria jornada de sus días intensos, colmados de canciones porteñas se prodigaba hasta el desangre, estableciendo la jerarquía absoluta de los grandes intérpretes-autores.
Mientras se agrandaba su éxito y brillo, su contextura delgada y no muy fuerte se iba desmoronando poco a poco.
El 11 de noviembre de 1964 dejó de vivir en su casa de la Boca.
El país perdía una figura relevante en el mundo del tango.