FERNÁNDEZ JOSÉ MARÍA MANUEL (1902 – 1965)

Expresa el historiador   Rafael  Ielpi  en su artículo “Vocación de curar :“Durante una visita  al norte de Brasil, a uno de los focos donde se originó la enfermedad que tanto había combatido durante toda su vida, lo obligó a pedir su traslado a Rosario, donde murió el 10 de diciembre  de 1966”.

A partir de 1900, la ciudad de Rosario con más de medio millón de habitantes en continua expansión demográfica, demandaba al Estado una mayor capacidad de prestación sanitaria.


El diario de Ovidio Lagos, si bien reconocía la acción de los sucesivos gobiernos municipales al construir nuevos hospitales, dispensarios y servicios de asistencia médica en distintos barrios de la ciudad, objetaba la falta de una política integral y previsora de la ciudad que abordara los problemas desde sus raíces. Mientras así no sucediera – auguraba desde sus columnas – todo el peso de la demanda recae en los nosocomios municipales más importantes: el Hospital Rosario (hoy Provincial) y el Carrasco.


Este último hospital modelo  en 1894, con una capacidad  de 150 camas albergando  treinta años después 210 enfermos, había caído en tal forma en el descrédito, que  según el consenso popular “el enfermo que se hospitalizaba en él  era un ser con probabilidades casi remotas de reintegrarse al mundo de los sanos”,  vulgarmente  llamado   “el  pabellón de los moribundos”.


Esto tenía su origen en el hecho de ser simultáneamente centro de atención múltiple “de infecciones y clínica general”, hacía  que los enfermos con dolencias comunes, se resistieran a  atenderse.


 Fue un efectivo propósito realizado  del doctor Giacosa y del doctor José María Fernández junto al Dr. Schujman y a la admirable Hermana del Huerto, María del Valle Altamirano, a fin de atemperar temores,  dividir  la “Casa de aislamiento”, antigua denominación del mencionado nosocomio, en dos áreas:“Una  de atención puertas abiertas para el público con males no infecto contagiosos, y otra reservada  en un predio exclusivo, con el flamante  servicio de leprología  asignando la Sala VI para internación de los enfermos de Rosario y su zona de influencia, sala que debido al gran número de internos en pocos meses vería  colmada su  capacidad de recepción”.


A fines de la  década del 30,  atendería  el Dr. Fernández en dos salas menores del hospital, a aquellos afectados de menor gravedad y a aquéllos que convivieran con enfermos de lepra.


 Su entorno influyó  en su formación y calidad humana, primero su familia  en Tucumán, donde el padre se desempeñaba como inspector de rentas, después sería la escuela, los amigos, los libros y  la vida.


Ya treintañero contrajo enlace con una puntana el 7 de noviembre de 1934 en la catedral de San Luis.  Mujer distinguida aunque sumamente  sencilla, le ayudaría a cumplir su destino manifiesto, aparte de transmitir a sus cuatro hijos, la percepción inmediata del mundo necesitado.


El Dr. David Staffieri en su obra ”Labor dispersa”. El Ateneo. Buenos Aires. 1941, pergeñó un ideal médico tan perfecto, tan excelso que pocos profesionales dada su natural imperfección fueron capaces de lograrlo.


Sin embargo, José María Fernández sería un arquetipo de esa  perfección médica, fiel discípulo del Dr. Enrique P. Fidanza, gran maestro de la dermatología argentina, sabio, genio y misionero, capaz de tratar a cada enfermo que atendiera como un hermano que clamara por ayuda.


Sentía como  obsesión de su vida,  la salud tanto física como mental del hombre que  no admitía dilaciones, y su lucha por lograrla lo harían  llegar  a los más altos niveles profesionales.


Profesor de la Facultad de Medicina de nuestra ciudad y jefe del servicio de leprología del hospital Carrasco, vivió el Dr. Fernández una vida consagrada al enfermo de lepra, cuando la lepra era considerada un peligro de contagio que debía aislarse. Significaba  por entonces “castigo y segregación”, desatando   pánico, rechazo  y hasta egoísmos familiares, al igual que en los tiempos de Cristo y  tal  como  es en los tiempos contemporáneos, el sida.


Nombrado jefe del dispensario antivenéreo establecido en el barrio Pichincha, con el doctor Fidanza y Schujman también se preocuparían, de las  enfermedades de origen sexual que provocaban estragos en el seno de la sociedad, tratando de hallar una solución adecuada.


Se trataba de un enorme foco de contagio donde  las pupilas aunque víctimas inocentes de ese vil comercio oficializado, eran sin quererlo un activo agente de transmisión rápido y voluminoso". Descubrió el Dr. Fernández que  el gran problema sanitario radicaba en la  adulteración de los resultados de los análisis de control, hasta el punto que debió  llevar consigo los tubos con sangre y los extendidos vaginales para efectuarlos en la sala 4 del hospital Centenario.


Bregó  por el cierre de los prostíbulos al constatar la enorme corrupción que este comercio se ejercía, tanto en el área sanitario como en lo administrativo y policial, aunque su fuerte voluntad sería  sacudida por obstáculos y presiones por parte de los poderes  tanto económicos como políticos.


Este apóstol de la salud consiguió por fin en 1932,  la Ordenanza municipal que pronunciara el cierre  de dichas casas de mala vida y rufianismo, notándose enseguida una drástica disminución de casos de enfermedades venéreas.


“Este éxito sanitario - agrega el Dr. Augusto Mercau - fue observado por las autoridades de la provincia de Santa Fe y del orden nacional, aboliendo la prostitución  en todo el territorio nacional. En síntesis, el doctor Fernández abolió la prostitución oficializada; mejoró la prevención de las enfermedades venéreas y destruyó el comercio relacionado con los prostíbulos; demostró el enorme  valor del B.C.G. en la prevención de la lepra. También  descubriría  la reacción que lleva su nombre, sintetizando con el doctor Olmos Castro el antígeno bacilar y el proteico”.


El Dr. Fernández con su equipo sería quien cambió la antigua concepción del mal de Hansen, educando, informando y asesorando a la comunidad que la lepra es una enfermedad curable, ni hereditaria ni contagiosa”.

 

Bibliografía:
Mercau Augusto R: “Homenaje a un maestro de la leprología argentina Profesor José María Fernández”. Artículo del diario La Capital en su edición del 19 de julio de 1995.

 

José María Manuel Fernández. Calle. Topografía:
 Corre de E. a O. entre las calles Ramos Mejía y Av. de Circunvalación, paralela a Salvat.
Se le impuso ese nombre por D.  4671 del 16 de setiembre de 1977.
 Recuerda al leprólogo y dermatólogo tucumano, Dr. José María Fernández (1902 – 1963),  profesor en la Facultad de Medicina de Rosario  y Jefe de Leprología del Hospital Carrasco.