En 1928 Hipólito Irigoyen llegó por segunda vez a la presidencia precedido por simpatía popular, fama y poder como ningún otro gobernante había poseído. Tenía 76 años y se encontraba frente a la perspectiva de una compleja tarea sacudida por la crisis mundial de 1929.
Los proyectos generados por el P.E. encontraron una oposición cerrada que relegó importantes iniciativas. Hubo agitaciones obreras e Irigoyen tomó personal interés en estos problemas pero las soluciones, en medio de la crisis económica, no siempre llegaron a feliz término.
Se produjo la quiebra de la Bolsa de Nueva York (Wall Street) y el colapso fue general. La depresión que empezó en los EE.UU. se extendió por todo el mundo, y causó un desequilibrio económico-financiero que, en el caso de nuestro país, ocasionó la huida de los capitales extranjeros.
Los descontentos crecían e Irigoyen debió enfrentar los conflictos derivados de la crisis: desocupación, inflación y aumento de la deuda estatal.
Los apoyos políticos disminuyeron. La clase media, que era el centro de la autoridad de gobierno, se sumó a la crítica, lo mismo que los conservadores.
A la acción subversiva se sumó la agitación estudiantil. El influyente discurso de sectores antidemocráticos, vinculados con el fascismo italiano, presionó sobre los militares.
El primer golpe de Estado en Argentina
Se produjo el derrocamiento del presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, el 6 de septiembre de 1930 al Congreso Nacional y a doce de los catorce gobiernos provinciales (no fueron derrocados los gobiernos de San Luis y Entre Ríos), dando inicio al periodo conocido como “Década Infame” (1930-1943).
Los miembros de la Corte Suprema (José Figueroa Alcorta, Roberto Repetto, Ricardo Lavalle y Antonio Sagarna) y el procurador general (Horacio Rodríguez Larreta), permanecieron en sus cargos y avalaron el golpe mediante la doctrina de los gobiernos de facto.
El golpe de Estado fue ejecutado por un grupo de militares y civiles encabezados por el teniente general José Félix Uriburu, quien estableció una dictadura, con apoyo de influyentes grupos políticos, empresariales y mediáticos.
El golpe de 1930 fue el primero de una serie de golpes de Estado cívico-militares que interrumpieron los mandatos constitucionales hasta 1983, luego de que en 1912 se sancionara el sufragio secreto y obligatorio para varones.
El Gral. José Félix Uriburu derrocó a las autoridades nacionales, exigiendo la renuncia indeclinable del Dr. Irigoyen y del Vicepresidente Dr. Martínez.
Cerca de la plaza del Congreso, la calle fue un hervidero, ya que se produjo un tiroteo entre las fuerzas golpistas y leales.
En la mañana del 7, el vecindario se despertó presa de una gran excitación y nerviosismo.
La censura telegráfica y telefónica impuesta por el gobierno central aisló a Rosario de Buenos Aires y dio lugar a que corrieran las más graves versiones.
Al mediodía se esperó con gran impaciencia el rápido del central Argentino que debía traer los diarios matutinos metropolitanos, pero al comprobarse la escasez de noticias; también por la censura aumentaba la angustia de la gente.
Millares de personas inundaron las calles céntricas y frente a las pizarras de La Capital el público se renovaba constantemente.
En otra parte de la ciudad los estudiantes de la Escuela Superior de Comercio se lanzaron a la calle, pese que desde el día anterior, las fuerzas militares señalaban que quedaba terminantemente prohibido disparos de bombas, toques de sirenas u otros medios que podían alterar la tranquilidad de la población.
Los estudiantes, como ocurrió en todos los tiempos de la historia de los pueblos, que no tienen otra cosa que perder, salvo su vida, salieron a defender sin armas al líder caído: Hipólito Yrigoyen, y a luchar contra los uniformados que desde entonces, tomaron el gusto a la carrera política, la que no abandonarían por más de medio siglo.
En aquella tarde del 7 de septiembre, en plena calle por efecto de una ráfaga de tiros ocasionados por las fuerzas del ejército, el estudiante rosarino Juvenal Aguilar cayó instantáneamente muerto.
La noche anterior varios disparos habían terminado con la vida de Joaquín Penina y otros dos anarquistas en las inmediaciones del arroyo Saladillo, por orden de la Jefatura de policía.
Bibliografía:
Gómez Guadalupe. Rosario 1995.
Aguilar. Cortada. Topografía:
Corre de E. a O. entre las calles La Paz y Viamonte, desde la calle Felipe Moré
Hasta Pedro Lino Funes.
Carece de designación oficial.
Recuerda a la ejecución de un estudiante, que salió a la calle impulsado por el amor a la libertad y a la dignidad.