Nos dice Sonia Giunta en su artículo de la revista: “Rosario y su historia”: “A José Manuel de Estrada lo conocemos por sus obras, sus enseñanzas, sus ideas, sus palabras y todo lo que dio de sí para una patria mejor, para una sociedad mejor”.
El talento oratorio, su rasgo saliente, estuvo al servicio de su fe robusta, cuyas enseñanzas practicó con abnegación apostólica.
Su honradez de convicciones y la austeridad de su vida lo convirtieron en maestro indiscutido de la generación literaria que apareció en el 80.
En la Escuela Normal empezó su carrera de conferenciante y la continuó en el Colegio Nacional como profesor de Instrucción Cívica, más la cátedra de Ciencias Jurídicas le abrió los claustros universitarios.
Los alumnos quedaban extasiados con su palabra, simultáneamente apasionada y serena, que blandía a su antojo, como la masa de un coloso bíblico para derribar las murallas de los sofismas y argucias adversarios.
Su verborragia hacia el cristianismo se anteponía a la historia, la filosofía, las leyes o la literatura.
Después se valió del lenguaje hablado o escrito para señalar el horizonte casi filosófico de sus creencias tanto en revistas, folletos, libros, cátedras o congresos.
Historiador y maestro a la manera de Michelet, amante de la libertad y de la justicia, y ejemplo de virtudes cívicas Estrada se sintió con fuerzas para salir a las calles, a la plazas y a los clubes, en procura de nuevos discípulos a quienes convertir.
Esto sucedió después de 1880. la reforma liberal iniciada por la presidencia de roca y continuada por Juárez Celman conmovería al maestro, quien había evolucionado del juvenil liberalismo hacia las fervientes disciplinas católicas. Estrada se plantó frente al Estado, y dio comienzo a la batalla por sus convicciones. Recia sería su lucha, pues Roca inflexible, destituyó al obispo Clara de Córdoba, expulsó del país al Nuncio apostólico, monseñor Mattera y separó al díscolo orador de su cátedra universitaria.
Las astillas de su cátedra fueron, desde entonces, puntas de lanzas con las cuales, muchas veces, la juventud hizo cruces para servir a la libertad, la decencia y la justicia.
Su catolicismo le venía de la cuna. Huérfano de madre a los pocos años, se crió junto a su abuela, doña Carmen de Liniers, hija del famoso virrey de Buenos Aires.
De la hija del ilustre francés heredó la tradición racial y religiosa de la época colonial, más su formación espiritual fue modelada por el excelso fray Buenaventura Hidalgo, del colegio franciscano de Buenos Aires, quien lo orientaría en Filosofía y Humanidades.
Vio en su infancia la caída de Rosas, y entre los tumultos de la lucha por la organización nacional, su espíritu se abrió a la corriente de cultura intelectual europea que, libres de las trabas de la dictadura, se derramó en la juventud porteña.
“Génesis de nuestra raza”, escrito para refutar al profesor Minelli, que negaba la creación del hombre por Dios, constituyó su primer trabajo de aliento y lo revelaría como un polemista de fuste
Sus obras juveniles fueron:”Sinum faederis”(1859). “El génesis de nuestra raza” (1861), “El catolicismo” y la democracia” (1862).
Combatió en su madurez la onda materialista y escéptica que impregnaba el ambiente porteño a fines del siglo XIX, a través de sus libros “Lecciones sobre la historia de la República Argentina” y “El derecho constitucional”, recopilación de su verbo expresado en la enseñanza, la propaganda y la polémica.
Falleció en Asunción del Paraguay el 17 de setiembre de 1894, cuando desempeñaba el cargo de Ministro Plenipotenciario argentino.
El gobierno paraguayo no sólo le tributó los honores usuales en estos casos sino que estableció que una Comisión de distinguidas damas acompañara sus restos en el vapor San Martín.
El gobierno argentino, por su parte dispuso que la fragata escuela “la Argentina” fuese al encuentro de sus restos y los recibiera en el puerto de Rosario, en cuya Iglesia Catedral se ofició un importante servicio religioso, recordando el párroco doctor Niella, sus altos méritos.
Fuera del templo el Jefe político Nicanor Molinas más el doctor Gabriel Carrasco le dedicaron serios discursos.
Día de duelo fue el del arribo de sus restos a la capital de la República.
Bibliografía:
Ibarguren Carlos: “Estampas de argentinos”.
La expuesta en el texto.
Estrada. Pasaje. Topografía.
Corre de N. a S. desde 500 Bis hasta 699 Bis, a la altura de Juan José Paso 900.
Se le impuso ese nombre por O. 229 del año 1942.
Antes se denominó Chaco – Frías.
Recuerda al católico orador elocuente y talentoso en la cátedra, en la tribuna y la polémica, José Manuel Estrada ( 1842 – 1894).