Una de las razones que estimularon la salida de ese país, de muchos inmigrantes llegados a nuestras tierras, sería la guerra más los sucesivos pleitos y las guerras internas. Por ejemplo en España cuando se produjo la caída de la primera República y la restauración de los Borbones en 1874.
Expresa María José González Achaval:”Los argentinos claramente estamos marcados por la inmigración española. Basta tomar una guía telefónica para darnos cuenta del peso de los descendientes de españoles en nuestro país. Entre los años 1869 y la Primera Guerra Mundial , luego en la época de la Guerra Civil Española, y en los años posteriores a este dramático enfrentamiento – por mencionar sólo las etapas más recientes- llegaron a nuestras costas cientos de miles de españoles”.
Nos dice Miguel Angel De Marco: ”Por aquellos años, - mediados del siglo XIX - se reanudaron lentamente las relaciones entre la Argentina y España, interrumpidas por las guerras emancipadora”.
Los vínculos diplomáticos se enlazaban con más restricciones que los consulares, a raíz de que nuestro país no aceptaba el principio de jus sanguinis para los hijos de peninsulares residentes en nuestro territorio – es decir no consentía que los nacidos aquí fuesen considerados súbditos de Su majestad Católica – y el secretario de Estado de Isabel II se mostraba renuente en reconocer el jus soli que sustentaba la Confederación a través de su ministro Juan Bautista Alberdi y sostenía que los vástagos de extranjeros que veían la luz en estas tierras eran argentinos.
España con el beneplácito de las altísimas autoridades, abriría a mediados del siglo XX, consulados en el Estado rebelde de Buenos Aires, y luego en Rosario y otras poblaciones ubicadas a la vera de los ríos interiores, bajo la jurisdicción del Estado nacional con capital en Paraná”.
En diciembre de 1855, como preludio de esa presencia oficial, había visitado Rosario la goleta Cartagenera, estacionada en el Río de la Plata, provocando, según el vecino Antonio Fayó, el “entusiasmo de los hijos del Cid”.
Era la primera vez que flameaba el pabellón rojo y gualda luego de la guerra de la Independencia”.
Pero la gran causa de la afluencia inmigratoria desde fines del XIX y principios del siglo XX sería el hambre de la gente de los pueblos y sus secuelas de males, asociada con ella sería el crecimiento demográfico.
Mientras la parcela de tierra tenía siempre el mismo tamaño, la familia aumentaba; los hijos crecían y se casaban. Entonces las posibilidades eran dos: o fragmentar la tierra y todos se empobrecían o hacer que heredara el hijo mayor mientras los otros quedarían en la calle. Entonces se animaron a partir en busca de un mundo mejor.
El objetivo de venir al Nuevo Mundo, nos dicen H. Sábato y L. A. Romero, 1992: “A veces por rumores consistentes, noticias del amigo o del pariente de un amigo. Otras, eran los propios interesados en promover la emigración quienes lo divulgaban, y, encima daban facilidades para viajar (...) El que emigraba hacía una apuesta fuerte. Si la posibilidad tentaba a muchos, sólo algunos se decidían: quizás los que tenían menos raíces, o menos que perder, o los que sentían menos atrapados por la tradición y la costumbre, o los más ambiciosos”.
Asevera González Achaval: “En la Buenos Aires de principio del siglo XX había casi tantos inmigrantes como nativos argentinos y el fenómeno se repetía en las ciudades del interior en menor escala. Estos inmigrantes, fueron nuestros abuelos, a quienes veneramos por su lucha y coraje, al mismo tiempo que agradecemos a esta tierra el haberles dado las posibilidades de crecimiento y de futuro.
Deberíamos recordar que entre aquellos abuelos nuestros llegaron escasos científicos, profesionales u hombres ilustrados, la mayoría de ellos fueron simples trabajadores campesinos, jornaleros, de escasa preparación, pero con voluntad de encontrar aquí un futuro. No sufrieron la marginalidad por su condición humilde.”
Arribaron gallegos, asturianos, catalanes, mallorquines, canarios y andaluces, y también castellanos duros de piel agrietada como la yerma tierra de donde provenían.
Todos estaban acostumbrados a subsistir con poco. La mayoría se quedó en Rosario. Algunos lograron emplearse en los bodegones de la ribera, en almacenes de ramos generales, o de mozos de bares y cafés próximos al Mercado Central (ubicado en la manzana que hoy ocupa la plaza Montenegro y el Centro Cultural Bernardino Rivadavia).
Trabajaban de sol a sol y de noche, para no pagar alojamiento dormían sobre los mostradores o se echaban en los rincones. Apartaban algunos pesos de sus salarios para enviárselos a sus madres o esposas que aguardaban pacientes su regreso, y ahorraban el resto.
Muchísimos de los grupos familiares se establecieron en los conventillos localizados en su mayor parte en las zonas céntricas. La vivienda familiar, propia, sería el sueño y la aspiración de la mayoría de esa gente, frente a la miserable vida cotidiana del conventillo. El crecimiento del municipio y la extensión del tranvía eléctrico posibilitaron que muchos se trasladaran lejos del centro.
Otros que los rosarinos, generalizaban llamándolos a todos “gallegos” aún cuando provenían de distintas regiones de España, instalaron pequeños comercios o almacenes, prosperaron y fueron aceptados con simpatía por los argentinos nativos.
Por suerte la creciente colectividad española contó desde el 1° de julio de 1872, con la institución mutualista Asociación Española de Socorros Mutuos de Rosario” ubicada en Santa Fe y Entre Ríos, que prestaba múltiples y eficaces servicios a sus compatriotas, como también con la patente consular representante de Su Majestad Católica en la ciudad y una vastísima jurisdicción.
Aunque en mucha menor medida fueron muy reconocidos los poquísimos los dedicados a la actividad editorial o librera, u hombres de letras o del teatro los que generaron significativos y persistentes proyectos culturales que además posibilitaron el constante intercambio con la cultura de España. Se destacaron en el mundo de la cultura, los catalanes.
Los inmigrantes pueblerinos, de la colectividad española, en estas nuevas tierras preparaban a sus hijos para progresar económicamente, o bien para decir: “Mi hijo el doctor…” o bien - al no hacerlos estudiar, les inculcaban a fuego la cultura del trabajo, de las buenas costumbres y el valor de la palabra como una definición clarísima entre lo bueno y lo malo.
Por ello sus hijos tuvieron la posibilidad de llegar a estudios superiores. Sus hijos, llegaron a ser profesionales o comerciantes prósperos. “Eso aconteció con mi esposo y nuestro hogar” –acota Guadalupe Palacio de Gómez.
Algunos hijos de inmigrantes, españoles y de otros orígenes, pronto llegaron a cargos de poder y responsabilidad. Fueron ellos los gestores de los grandes cambios sociales que el país necesitaba, pues portaban ideas nuevas y perspectivas más amplias.
Cierro repitiendo palabras textuales de María José González Achával:
Los argentinos, que crecimos en tierra de inmigración, rodeados de apellidos que suenan familiares y extraños al mismo tiempo, que nos acostumbramos a mezclar en nuestra dieta variados alimentos de todos los confines hispánicos, que nos alegramos con la música y la danza de ellos y otros países del mundo; eclécticos en todas las formas posibles, nos solazamos en nuestra diversidad y riqueza pero continuamos preguntándonos a veces quiénes somos realmente luego de tamaña mixtura”.
Máximo homenaje de nuestra ciudad a España: EL Parque de España
El complejo alberga el "Colegio Internacional" y un "Instituto Superior", establecido por el Ministerio Español de Educación y Ciencias y son dirigidos por funcionarios españoles. El Colegio es propiedad de la Fundación Complejo Parque de España desde el 25 de mayo de 1993.
Tiene cursos básicos y avanzados, con la triple orientación Humanidades, Ciencias-Tecnología y Negocios. Los estudiantes reciben el equivalente del sistema español de educación.
HistoriA: En el Sector de puerto de Rosario en donde ahora se encuentra el Parque de España (año 1971), el gobierno español tomó la iniciativa de construir un centro cultural en tierras cedidas por la Municipalidad de Rosario como parte de las celebraciones del 500º aniversario de la Colonización Española en América.
El proyecto arquitectónico lo realizó el Estudio Arquitecto Horacio Quiroga y el del sector Paisaje y Vialidad por el Estudio H, ambos de Rosario.
El Complejo se inauguró en noviembre de 1992, con la presencia de Su Alteza Real la Infanta de España Doña Cristina, el Presidente de la República y autoridades provinciales y municipales.
A partir de 2002 el CCPE integra la red de Centros en Iberoamérica de la Agencia Española de Cooperación Internacional, lo que constituye para la institución un reconocimiento a la vez que una valiosa oportunidad relacional.
El complejo fue manejado por una fundación constituida por el Gobierno español, la Municipalidad de Rosario y la Federación de Asociaciones Españolas de la provincia de Santa Fe.
En 2002, por un nuevo acuerdo, lo hacen el gobierno municipal y la Agencia Española de Cooperación Internacional.
El Complejo Cultural Parque de España tuvo su origen en una iniciativa de un grupo de ciudadanos de Rosario, descendientes de españoles y vinculados al Consulado General de España en la ciudad.
Su primer objetivo, construir un parque y un Centro cultural y educativo que llevara a España en su nombre, y que recordara de este modo el origen de buena parte de la masa inmigratoria que le dio forma de ciudad a la villa de mediados del siglo XIX.
Con el producto de una mitológica cena-show a cargo de Julio Iglesias y las Trillizas de Oro, realizada a fines de la década del 70, los entusiastas pioneros contrataron al arquitecto catalán Oriol Bohigas, autor del anteproyecto del Complejo cultural, montado sobre cinco túneles del ferrocarril del último tercio del siglo XIX, sobre el viejo puerto de la ciudad.
Se fundó entonces la Fundación Complejo Cultural Parque de España, integrada por el Gobierno Español, que aportó la construcción del complejo que alberga al Centro Cultural.
la Municipalidad de Rosario, que donó los terrenos aledaños al río que lo hospedan, y la colectividad española de la ciudad, a través de la Federación de Asociaciones Españolas de la provincia de Santa Fe.
Se realizó entonces la construcción del edificio con el proyecto y dirección del arquitecto Horacio Quiroga quien resultó ganador del concurso convocado a tal efecto.
El complejo se inauguró en noviembre de 1992 y en marzo del año siguiente se realizó la primera actividad del Centro Cultural, que instaló muy tempranamente en la ciudad un nuevo modelo de gestión cultural -creativa, cosmopolita, programada a partir de objetivos-, con un concepto amplio y no convencional de cultura, siempre vinculado a la formación, muy atento tanto a las nuevas tecnologías y su relación con el arte, como al apoyo a las industrias culturales, que fue modelo de gestión de exitosas experiencias posteriores.
Hoy el Centro Cultural trabaja a partir de ocho programasrectores:Capacitación, y Profesionalización en el sector cultural; Apoyo y fomento a las industrias culturales; Artes visuales; Artes escénicas; Educación, arte y desarrollo; Comunicación y acceso a las Tic's; Acceso y reconocimiento de derechos culturales; Cooperación en red, sobre los cuales se coordinan una cantidad de proyectos y acciones que honran la tradición del Centro pero que, como en 1993, tienen la mirada clavada en el futuro.