Nos dice el historiador Armando Alonso Piñeiro: “Tanto se ha escrito sobre la personalidad militar y de estadista del Libertador y tanto se ha investigado sobre sus condiciones morales y la densa campaña continental, que poco o nada ha quedado sobre su esposa., doña Remedios Escalada.”
También opina el historiador Pacífico Otero en su Historia del Gran Capitán: “Los documentos que conocemos guardan un silencio absoluto en lo relativo a las relaciones de San Martín con su esposa desde abril de 1819 a los primeros meses de 1823. A no dudarlo, ambos se comunicaron con la frecuencia que las circunstancias lo permitían, escribiéndole San Martín ya desde Chile o ya desde Perú pero como se trata de documentos privados, las cartas cambiadas no aparecen en el Archivo del Libertador...”
Nos dice la profesora Guadalupe Palacio de Gómez: Allá por 1810, las tertulias eran el más representativo entretenimiento de la nocturnidad de Buenos Aires. Cubrían la demanda de las escasas y pobrísimas representaciones del único teatro disponible,
Cada familia se asignaba un día semanal para abrir sus puertas a los más destacados personajes en el orden social, político y económico de entonces.
En aquella casona situada frente a la Plaza Mayor porteña, en las inmediaciones de la Catedral, después de la de Riglos, concentraba la elite de la sociedad de esa época.
Escalada, criollo rico, habíase casado en segundas nupcias con doña Tomasa de la Quintana, mujer elegante y hermosa, cuyas hijas, doña María de las Nieves y doña María de los Remedios, heredaron la belleza de la madre y la gentileza del padre.
Nos dice Daniel Balmaceda : En una de esas reuniones San Martín que había arribado a Buenos Aires en marzo de 1812 junto a otros militares, conoció a Mercedes Escalada, novia de Gervasio Dorna, quien murió como un héroe en Salta, joven que los padres Escalada respetaban y amaban.
José Francisco solía concurrir a reuniones en la casa de la familia Escalada que era una de las pocas casas de alto de la ciudad y se ubicaba en una de las esquinas que hoy miran a la Pirámide de Mayo en la Plaza Mayor.
La joven niña se enamoró del coronel de 34 años, pese al disgusto familiar `porque los objetivos del mismo era “esperar qu e los jóvenes de las principales familias porteñas se sumaran al Cuerpo de Granaderos que él estaba integrando.
Remedios contrajo matrimonio con el recién llegado el 13 de setiembre de 1813, cuando el 3 de febrero San Martín había vencido a los realistas en San Lorenzo.
Los que lo conocieron lo describieron como un hombre sobrio, que imponía respeto, de ojos negros y expresivos, talla más elevada de lo habitual, vigorosa contextura física, voz varonil de metálico acento. Todo en él, hasta la fama que traía de España, hacía de su persona un motivo de latente interés y curiosidad. Sobre todo para el espíritu femenino porteño, acunado desde la infancia, en el sentimiento heroico de las luchas por la libertad, trocado casi en religión por las conversaciones en el hogar y en las tertulias, las prédicas de los gobiernos posteriores a Mayo de 1810 y por las páginas de la Gazeta de Buenos Aires.
Se trataba de una familia pudiente formada por Antonio José Escalada –quien había desempeñado altos cargos gubernamentales-, su esposa Tomasa de la Quintana y varios hijos, entre los que se encontraba la joven María de los Remedios.
Remedios tenía quince años de edad. Era de mediana estatura, delgada y débil físicamente. Con una pobre salud, la hija menor de la acaudalada familia, había sido criada con todos los cuidados y desvelos del hogar.
En vísperas de la Semana Santa de 1812, mientras andaba de recorrida por las tiendas de la ciudad, madre e hija se cruzaron con dos apuestos militares. Supieron que eran los recién llegados en la fragata Canning. Intercambiaron miradas con ellos y tanto Remedios como José Francisco quedaron impresionados.
Se volvieron a ver en el templo de San Miguel de Arcángel, donde se veneraba la imagen de Nuestra Señora de los Remedios y ambos concurrieron a la celebración de las ceremonias del culto. Luego de la misa de Gloria, don Antonio José de Escalada dio una fiesta en su casa, a la cual resolvió invitar a todos los oficiales llegados en la Fragata George Canning dos semanas antes. Fue en esa ocasión donde Remedios y José se pusieron de novios.
Al poco tiempo, San Martín comenzó a organizar el Regimiento de Granaderos a Caballo. María de los Remedios tendría una decidida participación. Redactó una nota al gobierno –que firmaron muchas damas de la sociedad- en la que explicaba que deseaban contribuir con pequeñas sumas que sustraerían de sus necesidades a la compra de armamento destinado al Regimiento en creación. El gobierno autorizó la suscripción y don Antonio Escalada fue facultado para recibir los donativos en su casa.
José obtuvo licencia para contraer matrimonio el 27 de agosto de 1812. El 12 de septiembre de ese año se casaron en la Catedral de Buenos Aires, siendo padrinos de la boda, Carlos María de Alvear y su esposa María del Carmen Quitanilla.
Fueron de luna de miel a una finca en San Isidro. Una quinta que era propiedad de José Demaría, esposo de María Eugenia, hermana mayor de Remeditos y casi su segunda madre.
Por aquel entonces, San Isidro era sólo un caserío construido alrededor de la capilla de San Isidro Labrador; uno de los lugares más pintorescos de la costa de Buenos Aires.
Las fuerzas realistas dominaban Montevideo y con pequeños barcos de guerra realizaban expediciones sobre las costas bonaerenses atacando a las poblaciones y saqueando para acrecentar su provisión de víveres. Bombardearon Buenos Aires en varias ocasiones y convirtieron el río Paraná en teatro de sus correrías.
Pronto, la tranquilidad de la luna miel trocó en inquietud y preocupación: San Martín marchó junto a los Granaderos a enfrentar al enemigo en San Lorenzo.
Ella permaneció en casa de su familia, esperando noticias de su marido. Era sólo el comienzo de una vida en la que Remeditos tuvo que aceptar que la “la Patria estaba primero”.
Otro desencuentro se generó cuando San Martín debió tomar el mando del Ejército del Norte. Por entonces, José Francisco se vio obligado a trasladarse a la provincia de Córdoba, a fin de restablecerse de una enfermedad.
Los que lo conocieron lo describieron como un hombre sobrio, que imponía respeto, de ojos negros y expresivos, talla más elevada de lo habitual, vigorosa contextura física, voz varonil de metálico acento. Todo en él, hasta la fama que traía de España, hacía de su persona un motivo de latente interés y curiosidad. Sobre todo para el espíritu femenino porteño, acunado desde la infancia, en el sentimiento heroico de las luchas por la libertad, trocado casi en religión por las conversaciones en el hogar y en las tertulias, las prédicas de los gobiernos posteriores a Mayo de 1810 y por las páginas de la Gazeta de Buenos Aires.
Remedios de Escalada con José Francisco solía concurrir a reuniones en la casa de la familia Escalada que era una de las pocas casas de alto de la ciudad y se ubicaba en una de las esquinas que hoy miran a la Pirámide de Mayo en la Plaza Mayor.
Se trataba de una familia pudiente formada por Antonio José Escalada –quien había desempeñado altos cargos gubernamentales-, su esposa Tomasa de la Quintana y varios hijos, entre los que se encontraba la joven María de los Remedios.
Remedios tenía quince años de edad. Era de mediana estatura, delgada y débil físicamente. Con una pobre salud, la hija menor de la acaudalada familia, había sido criada con todos los cuidados y desvelos del hogar.
En vísperas de la Semana Santa de 1812, mientras andaba de recorrida por las tiendas de la ciudad, madre e hija se cruzaron con dos apuestos militares. Supieron que eran los recién llegados en la fragata Canning. Intercambiaron miradas con ellos y tanto Remedios como José Francisco quedaron impresionados.
Se volvieron a ver en el templo de San Miguel de Arcángel, donde se veneraba la imagen de Nuestra Señora de los Remedios y ambos concurrieron a la celebración de las ceremonias del culto. Luego de la misa de Gloria, don Antonio José de Escalada dio una fiesta en su casa, a la cual resolvió invitar a todos los oficiales llegados en la Fragata George Canning dos semanas antes. Fue en esa ocasión donde Remedios y José se pusieron de novios.
Al poco tiempo, San Martín comenzó a organizar el Regimiento de Granaderos a Caballo. María de los Remedios tendría una decidida participación. Redactó una nota al gobierno –que firmaron muchas damas de la sociedad- en la que explicaba que deseaban contribuir con pequeñas sumas que sustraerían de sus necesidades a la compra de armamento destinado al Regimiento en creación. El gobierno autorizó la suscripción y don Antonio Escalada fue facultado para recibir los donativos en su casa.
José obtuvo licencia para contraer matrimonio el 27 de agosto de 1812. El 12 de septiembre de ese año se casaron en la Catedral de Buenos Aires, siendo padrinos de la boda, Carlos María de Alvear y su esposa María del Carmen Quitanilla.
Fueron de luna de miel a una finca en San Isidro. Una quinta que era propiedad de José Demaría, esposo de María Eugenia, hermana mayor de Remeditos y casi su segunda madre. Por aquel entonces, San Isidro era sólo un caserío construido alrededor de la capilla de San Isidro Labrador; uno de los lugares más pintorescos de la costa de Buenos Aires.
Las fuerzas realistas dominaban Montevideo y con pequeños barcos de guerra realizaban expediciones sobre las costas bonaerenses atacando a las poblaciones y saqueando para acrecentar su provisión de víveres. Bombardearon Buenos Aires en varias ocasiones y convirtieron el río Paraná en teatro de sus correrías.
Pronto, la tranquilidad de la luna miel trocó en inquietud y preocupación: San Martín marchó junto a los Granaderos a enfrentar al enemigo en San Lorenzo. Ella permaneció en casa de su familia, esperando noticias de su marido. Era sólo el comienzo de una vida en la que Remeditos tuvo que aceptar que la “la Patria estaba primero”.
Otro desencuentro se generó cuando San Martín debió tomar el mando del Ejército del Norte. Por entonces, José Francisco se vio obligado a trasladarse a la provincia de Córdoba, a fin de restablecerse de una enfermedad.
Designado Gobernador Intendente de la provincia de Cuyo, pudo gozar de la compañía de su esposa en Mendoza.
Durante los preparativos del Ejército de los Andes, un grupo de mujeres, encabezado por Remedios, se reunió en el Cabildo y decidieron donar sus alhajas al ejército, además de comprometerse a contribuir en la provisión de elementos para las tropas: algunas donaron dinero, otras cosieron uniformes, bordaron banderas o tejieron ponchos para los soldados. Entre ellas, estuvo la esposa del Comandante.
En medio de estos preparativos, nació Mercedes Tomasa de San Martín, el 31 de agosto de 1816.
Antes de iniciar el Cruce de los Andes, José le pidió a Remedios que retornara a Buenos Aires a casa de sus padres. Viajó en compañía de su hija Merceditas.
Al llegar a Buenos Aires, agravada la enfermedad que padecía, se trasladó por consejo médico a una quinta de los alrededores (en actual Parque de los Patricios) de propiedad de su medio hermano, Bernabé. Abatida y enferma, esperando siempre el regreso de su esposo, falleció el 3 de agosto de 1823.
San Martín se encontraba en Mendoza y sus propios males le impidieron llegar a Buenos Aires para despedir a su esposa.
De regreso a Buenos Aires, se reencontró con su hija e hizo construir un monumento en el cementerio de la Recoleta, para depositar los restos de Remeditos. Gravó en él siguiente epitafio: "AQUI YACE REMEDIOS DE ESCALADA, ESPOSA Y AMIGA DEL GENERAL SAN MARTIN".
Gónzalez Arrili: “San Martín debió quedar desconforme con la educación que le dieran a doña Remedios en la casa de los Escalada. Procuró que la hija Merceditas no atravesara iguales inconvenientes y, cuando pudo la sustrajo de la influencia de la abuela, llevándosela a Europa.”
Hay unas cartas a Guido donde se ve claro su disconformidad: “La niña estaba muy resabiada, dice. No sabía obedecer, le daban berrinches. La mitad del viaje lo pasó arrestada en su camarote. Pero la comprensión del general pudo más”.
La historia argentina recuerda el amor por su hija y sus nietas durante su ostracismo en Francia, pero poco nos dice de su amor de hombre treintañero por esa dulce niña de tez mate, cabellos negros y rizados, boca fina y osos grandes y expansivos. (Esa descripción física consta en una miniatura de porcelana donada por su sobrina Remedios Oromí de Acosta.)
Ricardo Rojas en “El santo de la espada” narra el encuentro entre el héroe y Remedios así: “Al poco tiempo de llegar a Buenos Aires y de haber obtenido su graduación, San Martín fue presentado a algunas de las principales casas de la ciudad, entre ellas la de don Antonio José de Escalada, cuyo hogar refundía la sencillez patriarcal de las viejas familias coloniales con las maneras cortesanas que dejó el virrreinato”.
Esta última, María de los Remedios Carmen Rafaela Feliciana nacida el 20 de noviembre de 1797, al igual que su hermana fue criada en un ambiente de boato y distinción.
Era Remedios muy mimada por su padre, de poca salud y muy amiga de hacer cumplir su voluntad tanto que en una de esas distinguidas reuniones, el 25 de mayo de 1812 que al conocer y enamorarse a primera vista del coronel San Martín de 34 años, que llevaba sólo dos meses de regreso al Río de la Plata, decidió casarse.
Esa noche cruzaron las primeras palabras, luego llegó el pedido de mano, y ahí nomás el casamiento, el 19 de setiembre del mismo año, cuando apenas ella había cumplido los catorce años.
El matrimonio duró once años, pero la pareja pasó más tiempo separada que juntos.
En efecto a los tres meses de la boda, el esposo salió de campaña en persecución de los godos que merodeaban las costas del Paraná no demorándose una nueva partida para hacerse cargo del Ejército del Norte.
Cuando llevaban cuatro años de casados, al ya general, le dieron la gobernación-intendencia de Cuyo, y Remedios creyendo que había llegado el momento de armar su casa en la ciudad de Mendoza, se instaló y llegó a dar a luz a su única hija, Mercedes.
Pero al comenzar el año 1817, ya volvió a deshacerse el nido: él debió partir hacia Chile, para realizar la gran cruzada de la emancipación americana, y ella con su niña, su hermano el coronel Mariano Escalada, su sobrina Encarnación Demaría más sin la criada negra Jesusa (porque la morena se había sumado a las huestes del General) retornó a Buenos Aires a la casa paterna, aconsejada por su tío el general Hilarión de la Quintana.
El 30 de abril de 1819, el Libertador le escribió a Bernardo O´Higgins: “Remedios marchó para Buenos Aires, pues el temperamento de este país (refiriéndose a Mendoza) no le probaba; aquí me tiene usted hecho un viudo”.
La joven enferma vivió esperando la vuelta de su esposo, mientras él llevaba las banderas de la revolución a Lima.
En el año 22, Remedios se agravó y por consejo de su médico se instaló en la quinta de Barracas de su hermano Bernabé (en las actuales calles de Caseros y Monasterio).
Estaba postrada y sin aliento cuando el 10 de junio de 1821, su marido entraba victorioso en la capital del Perú.
En breve nota biográfica el historiador Carranza, anota: “Nos decía una de las sobrinas que rodeó su lecho en los últimos instantes: Murió como una santa, pensando en San Martín, que tardó en llegar unos meses después, con amargura en el corazón, con un desencanto y melancolía que no le abandonaron jamás.”
Al generalGuido, amigo íntimo del Libertador, desde Lima le escribió el día 17 de agosto de 1823: “Temo que al llegar ésta, ya no exista Remedios, según la carta de usted y otras que he visto confirmando su mal estado”.
Cuando esas líneas salieron, los presentimientos de San Martín y los suyos se habían cumplido pues ya había fallecido de tuberculosis el día 13 de agosto. Documento que consta en el Archivo del Padre de la Patria. Tomo IX, pág.440.
Antes de partir para Europa, San Martín mandó decir una misa en sufragio de su bien querida esposa y puso sobre la tumba en el cementerio de la Recoleta en un pequeño monumento de mármol la leyenda: “Aquí descansa Doña Remedios de Escalada. Esposa y amiga del General San Martín. 1823.” dejando acaso sin pretenderlo el testimonio insustituible que los historiadores buscan en vano en los papeles de época.
Amiga, en efecto pues se sabe de su trabajo al frente de las damas mendocinas quienes se encargaron de cooperar en el armado de la Expedición Libertadora, y amiga inimaginable porque debió ser la solitaria depositaria de las ilusiones y proyectos del esposo.
Nos quedaremos sin saber esos secretos. No las tiernas, y reiteradas palabras de amor tan comunes a todo romance, sino la gloria prefigurada de los planes libertadores, el enigmático latido de la historia presentida en confidencias memorables que se han perdido para siempre.
Cuando se renovó el mausoleo a Remedios en 1928, la lápida original que fuera encontrada en una casa de remate, fue enviada al Museo Histórico Colonial de Luján.
Bibliografía:
Carranza Adolfo P.: “Patricias argentinas”. Buenos Aires. 1910.
Quartarolo Mario V.: “Hito de aflicciones en la vida de Remedios Escalada de San Martín por ser la esposa del Libertador”. Revista Militar. Bs. As. Julio-setiembre, 1959. N°653. Pág. 83-106.
Más la expuesta en el texto
Escalada Remedios. Diagonal. Topografía:
Corre de N. a S. a la altura de Bv. Rondeau 200.
Se le impuso ese nombre por O.765, 31 de mayo de 1951.
Con anterioridad se denominó Calle 15.
Recuerda a Remedos Escalada (1797-1823), esposa del general San Martín, y madre de la única hija de ambos, llamada Mercedes Tomasa nacida el 16 de agosto de 1816. Fue una incansable colaboradora en las tareas de organización del Ejército de los Andes.