DRUMMOND FRANCISCO (1803-1827)
Juan José de Soiza Reilly en su artículo: “La voz de nuestros almirantes”, en la revista Caras y Caretas. Año XXXIII. N° 1657. Julio de 1930, exalta la figura de los próceres del mar con las siguientes palabras: “La voz de los marinos, escuchada a través de la historia, contiene una música extraña. La emoción que produce es distinta de aquellas que irradian las voces terrestres”.
Los próceres del mar fueron siempre lacónicos, con el laconismo de los hijos de Esparta.
Se explica que el espartano, era hijo de tierras montañosas, prisionero de cumbres, que supo adaptarse al enorme tamaño de su soledad. El marino encerrado entre el mar y las nubes, se identifica también con la soledad sintiéndose transformado en un silencio más de la naturaleza.
La voz de los marinos aparece en la historia de América, sintetizada en frases de muy pocas palabras o en monosílabos tajantes, ruidos heroicos, definitivos, trágicos. Pero ¡Qué magnífica expresión en esos gritos roncos! ¡Qué estupenda elocuencia en esas voces!
La Armada Argentina tropezó en sus comienzos con el hecho que los jóvenes criollos se resistían a hacerse marinos.
Fue menester que Alvear procediera en 1813, con mano enérgica, fusilando a los cabecillas de una huelga a bordo del Zephir y del Nancy para que surgiera la primera oleada de afición a la abnegada carrera marina, tomando como ejemplo a Brown, Bouchard, Espora y Drummond, entre otros.
El almirante expresaba: “Yo aconsejo a los muchachos que vengan a la carrera del mar. Es la mejor escuela de los optimistas”.
Y para infundirles admiración libró un combate próximo a Buenos Aires, para que el pueblo como desde una platea viera el espectáculo. El 11 de julio de 1826 fue el Combate de los Pozos, contra la escuadra portuguesa.
Desde los campanarios pudieron divisarse los buques enemigos y un gentío enorme acudió a presenciar el enfrentamiento agolpándose en barrancas, tejados y azoteas.
Se puso en evidencia el coraje de nuestros hombres de mar, algunos de ellos eran extranjeros, como el escocés Francisco Drummond, novio de la hija de Brown.
A fines de marzo de 1827 el gobierno instruía al almirante Brown para realizar un crucero sobre las costas del Brasil, para llevar la guerra no sólo a las aguas ribereñas sino al propio territorio del Imperio, autorizándolo a realizar desembarcos en puertos y lugares donde la naturaleza de las operaciones aconsejaran.
Se preparó una fuerza puesta bajo su mando compuesta del bergantín República, comandada por el señor Enrique Granville; el bergantín Independencia comandado por Francisco Drummond y la goleta Sarandí por Juan H. Coe y la Barca Congreso cuyo comandante era Roberto Mason.
El 6 de abril paría la escuadra desde el fondeadero Los Pozos en dirección S.S.E. pero en la madrugada del día siguiente un viento poco propicio produce el varamiento del Independencia y poco después del República frente a Ensenada.
Los esfuerzos para auxiliarlos fueron inútiles, en la madrugada del día 7 toda la escuadra imperial bloqueadora atacó a nuestros cuatro buques republicanos, y como dos de ellos carecían de capacidad de maniobra fueron vencidos.
La lucha fue salvaje. La pequeñez de nuestras naves que luchaban como verdaderos gauchos era notoria frente al poderío portugués.
El bergantín Independencia comandado por Drummond de entrada estuvo en peligro y su comandante resistiéndose a abandonarlo desesperadamente pedía municiones y pólvora a los barcos más próximos.
Ante tal indefensión fue herido mortalmente el día 8 de abril de 1827.
Lo condujeron moribundo a su cámara y con débil voz pidió hablar con su compatriota el capitán Coe a fin de confiarle sus últimos deseos: “Este reloj es para mi madre, este anillo para Elisa (su novia hija del Almirante Brown)”, seguidamente se despidió en esta forma: “Muero cumpliendo mi deber”.
La novia al enterarse de los hechos, desesperada no pudo aceptar su destino y se arrojó con su traje blanco purísimo al río.
El capitán Caille Bois atinó a decir: “¡Así muere esta Ofelia del Plata!”
Bibliografía:
La expuesta en el texto.
Drummond. Pasaje. Topografía.
Corre de N a S en la manzana rodeada por las calles Rueda, Ayacucho y Alem.
Se le impuso ese nombre D. 24341 del año 1960.