DISCÉPOLO ENRIQUE SANTOS (1901 – 1951)

Su historia se remonta a la llegada  de su padre en el aluvión inmigratorio, trayendo la música como único capital, que lo llevó a incorporarse  en la banda de música de la policía, a la de los bomberos y como profesor de música en una ciudad como Buenos Aires  que ese momento era la ciudad con mayor número de conservatorios en el mundo.

La muerte prematura de sus padres  y los intentos fallidos de triunfar de la figura paterna  marcó su destino por alcanzar la gloria a través del arte.


El mismo Discepolín en el suplemento de la revista Noticias N°1008. Art. “El diario del tango” cuenta: ”Tuve una infancia triste. No hallé atractivo enjugar  a la bolita o cualquiera de los demás juegos infantiles. Vivía aislado y taciturno. Por desgracia no era sin motivo. A los cinco años quedé huérfano de padre y antes de cumplir los nueve perdí también a mi madre.


Entonces mi timidez se volvió  miedo y mi tristeza, desventura. En  la escuela me hacía la rabona. En vez de ir al normal, me iba a una librería que había enfrente del colegio donde el librero me prestaba libros  de cuentos de  teatro.
Así seguí unos meses hasta que le dije a mi hermano Armando que no quería ser maestro de escuela sino actor.”

De la mano de ese hermano mayor, conoció la bohemia de los artistas proletarios, de los sueños de belleza y redención social, de una ciudad  desaprensiva de la que no deben excluirse los poderes políticos.

Con Armando subió al escenario, fue actor y se relacionó con las grandes figuras de un teatro en expansión y el grotesco criollo lo tuvo como protagonista, muy parecido al sainete. Si bien  ambos géneros se parecían,  tenían una profunda disimilitud, pues mientras en el sainete  predominaba lo divertido, en nuestro grotesco, el drama.


También diría:”Todas las grandes ciudades deben ser iguales. Grises y  no por crueldad preconcebida  sino porque en el fárrago ruidoso de su destino gigante, los hombres de las grandes ciudades  no tienen tiempo para mirar el cielo”.


Discepolín en las mesas de café, conoció a los anarquistas, a los personajes torturados de Dostoievsky , a los humillados y ofendidos con la vida.


Brillaba en la vida bohemia vivida hasta altas horas de la noche, en una época de desorden, vértigo y oligarquía. Vivencias que le harían  descubrir las enormes posibilidades de las letras del  tango: “Decir tantas cosas en tan poco tiempo”.


Aún en los tangos menos sociales es posible realizar una lectura política. Según  su biógrafo Norberto Galasso:“Fue el joven admirador de anarquistas, admirador de Goya y los escritores rusos, el que percibe la tremenda angustia popular de los años 30 y la recrea en sus tangos.”


  A diferencia  de buena parte de los letristas de tango de su generación, Discépolo no sólo mostró con lucidez la sociedad en crisis de esa   década sino sintió desacertadamente el peso de esa realidad, que transmitió con un lenguaje propio y conmovedor.


”En el universo discepoliano hay un conflicto entre el anarquismo y el orden: los valores éticos no logran hacer pie en un mundo que “Yira...Yira”, “Cambalache” es la gran metáfora nacional, y “Verás que todo es mentira”, es uno de los grandes temas de la cultura argentina” explicita Luis Gerovitch.


La adhesión cada vez más explícita al peronismo le provocó a Discépolo muchísimos enemigos, entre ellos algunos famosos como Jorge Luis Borges, quien acerca del poeta afirmaría despectivamente: “No recuerdo bien quien es, me parece que se trata de un funcionario peronista que hablaba por radio."


Sus audiciones radiales en la campaña electoral de 1951 a favor  del gobierno, lo llevaron al aislamiento, a la enemistad con amigos y colegas, y hasta su público de la calle Corrientes le dio vuelta la cara. Era una Argentina dividida  e intolerante.


Una fuerte depresión  lo condujo débil y enfermo hacia el final. Ya sin poder transitar esa calle Corrientes de sus tangos, el corazón se le rompió la noche del 23 de diciembre de 1951.


Medio siglo después de su muerte, hoy “Cambalache” tiene una vigencia inaudita. Tango que muestra  la con su más descarnada realidad y real imagen de la sociedad de todos los tiempos.

Letra del tango Cambalache, compuesto en  1935.
El tango Cambalache  se estrenó en una clásica obra del teatro de revista, en el Teatro Maipo.
Pero como consecuencia de éste acto, Mentasti, el director de la película “El alma del bandoneón”, se enfureció y presentó una enfática queja, ya que existía un acuerdo entre Discépolo y el director de cine para que éste último fuera el titular exclusivo de este tango.


 Que el mundo fue y será
 una porquería, ya lo sé.
 En el quinientos seis
 y en el dos mil, también.
 Que siempre ha habido chorros,
 maquiavelos y estafaos,
 contentos y amargaos,
 barones y dublés.
 Pero que el siglo veinte
 es un despliegue
 de maldá insolente,
 ya no hay quien lo niegue.
 Vivimos revolcaos en un merengue
 y en el mismo lodo
 todos manoseados.

Hoy resulta que es lo mismo
 ser derecho que traidor,
 ignorante, sabio o chorro,
 generoso o estafador...
 ¡Todo es igual!
 ¡Nada es mejor!
 Lo mismo un burro
 que un gran profesor.
 No hay aplazaos ni escalafón,
 los ignorantes nos han igualao.
 Si uno vive en la impostura
 y otro roba en su ambición,
 da lo mismo que sea cura,
 colchonero, Rey de Bastos,
 caradura o polizón.

¡Qué falta de respeto,
 qué atropello a la razón!
 Cualquiera es un señor,
 cualquiera es un ladrón...
 Mezclao con Stravisky
 va Don Bosco y La Mignon,
 Don Chicho y Napoleón,
 Carnera y San Martín...
 Igual que en la vidriera
 irrespetuosa
 de los cambalaches
 se ha mezclao la vida,
 y herida por un sable sin remache
 ves llorar la Biblia
 junto a un calefón.

Siglo veinte, cambalache
 problemático y febril...
 El que no llora no mama
 y el que no afana es un gil.
 ¡Dale, nomás...!
 ¡Dale, que va...!
 ¡Que allá en el Horno
 nos vamo’a encontrar...!
 No pienses más; sentate a un lao,
 que ha nadie importa si naciste honrao...
 Es lo mismo el que labura
 noche y día como un buey,
 que el que vive de los otros,
 que el que mata, que el que cura,
 o está fuera de la ley...

 

Bibliografía.
Patricio Fron y Patricia Suárez: “El enorme talento de Discepolín”. Artículo del diario La Capital del 2 de enero de 1995.
Gerovitch Luis: “Espectáculo, tango y soledad”.  Artículo del diario La Capital del 13 de abril de 1997.

Discépolo Enrique Santos. Calle. Topografía:
Corre de E. a O.  paralela a calle Baigorria 2400.
Se le impuso ese nombre por O. 2170 del año 1975.
Recuerda al consagrado compositor de tangos, Enrique Santos Discépolo (1901 – 1951).