Su poesía se inscribió en la corriente modernista de la época, pero cuando el soterrado sentimiento que alentaba en el alma de la poetisa podía expresarse sin trabas, sus palabras alcanzaban una dimensión más arriesgada que dieron lugar a sus poemas excelsos: “Explosión”, “Íntima”, “Lo inefable”, “Visión”, “Otra estirpe” y “Plegaria”.
Delmira Agustini nació en Montevideo el 24 de octubre de 1886 en una familia burguesa, hija de Santiago Agustini y de María Murtfeldt.
Fue una niña solitaria, educada en el propio hogar donde recibió clases de francés, de música y de pintura, a cargo de maestros particulares.
Su madre tenía un carácter autoritario y absorbente que marcó la personalidad de la joven poeta.
Ante su familia, Delmira tenía un carácter eminentemente dócil pero paralelamente desarrolló casi en secreto, su verdadera personalidad de poetisa, en versos de un erotismo encendido, triunfal y agónico a un tiempo.
A los dieciséis años escribía columnas en La Alborada. Colaboró también en una sección titulada “La legión etérea” que firmaba con el seudónimo de Joujou.
A esa misma edad cuando aparecieron publicados sus poemas y relatos en conocidas revistas de entonces: Rojo y Blanco y La Pètite Révue; también en Apolo (revista de arte y sociología, dirigida por Manuel Pérez y Curis).
En sus primeros poemas su erotismo se desarrolla con imágenes de cisnes y lagos, flores de loto y jardines perfumados en los que brilla el mármol. Pero su poesía evolucionó y le cantó al amor de una manera más auténtica, transformando el discurso modernista con imágenes atrevidas y poco convencionales.
Dio una nueva visión del lenguaje erótico concebido por una mujer. Primero admiró, pero después provocó el desconcierto de sus contemporáneos pues describía con su pluma, retratos de mujeres de la burguesía montevideana que sobresalían en la vida cultural y social.
Rápidamente se convirtió en un personaje de la vida cultural, siempre acompañada por su madre.
Publicó en 1907 su primer libro: “El libro blanco” y en 1910 “Cantos de la mañana”.
En el año 1912, Rubén Darío (creador del Modernismo) llegó a Montevideo y fue a visitar a la poetisa y tanto lo deslumbróque prologó su libro: “Los cálices vacíos” con las siguientes palabras: “De todas las mujeres que hoy escriben en verso ninguna ha impresionado mi ánimo como Delmira Agustini...
Es la primera vez que en lengua castellana aparece un alma femenina en el orgullo de su inocencia y de su amor, a no ser Santa Teresa de Jesús en su exaltación... si esta niña bella continúa en la lírica revelación de su espíritu como hasta ahora, va a asombrar a nuestro mundo de habla española... pues por ser muy mujer dice cosas exquisitas que nunca se han dicho”.
El alma de Delmira, “sin filtros ni condicionamientos”, queda patente en el poemario Los cálices vacíos. La obra es, además, una invitación a desandar el camino que la condujo a su yo.
Agustini se casó con Enrique Job Reyes, un joven comerciante, el 14 de agosto de 1913 y, cincuenta y tres días después, volvió a la casa de sus padres, aduciendo que las mujeres cobardes son las que por temor al qué dirán, se resignan a vivir una vida que no es la que soñaron.
Por ese tiempo empezó a cartearse con el escritor argentino Manuel Ugarte, al que solía ver en Montevideo.
En pleno proceso de divorcio, visitó a su marido varias veces. Este achacaba la causa de la ruptura a su madre, la influencia que María Murtfeldt ejercía sobre ella.
El fallo de la disolución del matrimonio fue el 5 de junio de 1914 y la tarde del 6 de julio, él la citó en una habitación alquilada, donde le disparó dos veces en la cabeza, y luego se suicidó.
Esa muerte violenta, enmarcada en lo que más tarde se caracterizaría como feminicidio, fue de gran trascendencia mediática presentando la prensa a ambos como víctimas de un amor irracional.
Según el testimonio de algunos amigos, el cuarto de Reyes estaba repleto de recuerdos y fotografías de la poetisa, pensando que vivía un gran amor correspondido, no en la misma dimensión que el suyo.
Aunque fue reconocido su talento, la fuerte carga erótica de su poesía llena de feminismo, simbolismo, sensualidad y sexo,hizo que la crítica pusiera más énfasis en su belleza y su aura etérea.
Así nació el “mito Delmira”, con un valor ambivalente: por un lado, estaba la “niña virginal” y, por el otro, la “pitonisa de Eros”.
Con ello se ponía énfasis en su escritura producto del instinto. Con la publicación de Los cálices vacíos, en 1913, el escándalo fue mayor puesto que no se entendía que la mujer fuera el sujeto de deseo. En él habla de sus experiencias como mujer desde una óptica modernista.
Memorial
La ciudad de Montevideo cuenta con un espacio memorial dedicado a Delmira Agustini y a todas las víctimas de la violencia de género ubicado en la calle Andes 1206, donde Agustini fue asesinada por su exmarido. Es una obra del artista Martín Sastre y fue inaugurado en 2014 al cumplirse 100 años del femicidio de la poeta.
Bibliografía:
Agustini, Delmira (1999). Alejandro Cáceres, ed. Poesías completas. Montevideo: Ediciones de la Plaza.
Fernández dos Santos, Mirta (ed.) (2019). La recepción crítica de la obra de Delmira Agustini por sus contemporáneos : a través de su correspondencia inédita y poco difundida. Madrid. Editorial beroamericana.
Caballé, Anna, 1954- (2003). Delmira Agustini. Cronología. La pluma como espada: del romanticismo al modernismo. Círculo de Lectores.
Jiménez Faro, Luzmaría. Poetisas suicidas y otras muertes extrañas. Ediciones Torremozas, 2014.
Delmira Agustini. Calle. Topografía:
Corre de E. a O. a la altura de Buenos Aires 6300 “B”. D9.
La actual calle 1304 (Patricios) llevará su nombre.
El Concejo Municipal votó la O. 10237/21, la cual le asignará visibilidad a las mujeres de la historia, entre estas se encuentra Delmira Agustini, a quien se la recordará en la nomenclatura de nuestra ciudad.
Recuerda a a la poetisa modernista uruguaya que gracias a la fuerte carga erótica que poseía su poesía, generó que la crítica pusiera énfasis en su belleza y aura etérea.