El malestar y el descontento poblaban las calles. Las fortunas recién urdidas, frescas y palpitantes, se precipitaban a la ruina. El improvisado mundo de los negocios veía desmoronarse su castillo de naipes.
Las acciones convertidas en tiras de papel, pasaban urgentes de mano en mano. el oro seguía subiendo y encarecía la vida. Los insatisfechos y las ambiciones frustradas sumaban su rencor al desaliento general.
Y la crisis encontró al gobierno de Juárez Celman huérfano de opinión y de soluciones. El vuelco que la situación exigía, no podía el poder el poder afrontarlo ni solucionarlo.
Mientras en el tremedal de la crisis se quemaba la impotencia de los ministros de hacienda, otros acontecimientos políticos venían sucediéndose: Surgirían dos facciones: una integrada en julio de 1889 para combatir el orden de cosas existentes por jóvenes donde la mayoría sólo contaba con veinte años como Angel Gallardo, Enrique Larreta, José María Drago, Rufino de Elizalde y Luis Mitre entre otros.
La otra, constituida por jóvenes amigos prometidos a relevantes destinos com Ramón J. Cárcano, Paul Groussac y José S. Alvarez que con el nombre de Fray Mocho escribiría páginas genuinas del costumbrismo vernáculo. Los motejaron de "incondicionales".
Más el golpe certero en la diatriba la darían los jóvenes seguidores de Leandro L. Alem, "modesto abogado de suburbio", anticlerical, político liberal para quien el juarismo era la causa de todos los males.
Muchachos que se organizarían bajo la nominación de "Unión Cívica de la Juventud" realizando el primer mitin político en el Jardín Florida.
No asistieron ni Mitre ni Bernardo de Irigoyen pero en la tribuna hicieron uso de la palabra Aristóbulo del Valle, Goyena, Vicente Fidel López y Alem, mitin que daría lugar a la formación de catorce nuevas células políticas: comités de parroquias o agrupaciones barriales.
Juventud que distribuía sus preferencias entre Luis Mitre y Alem preparándose para los comicios nacionales del 2 de febrero de 1890, mientras que en el pueblo cundía una apatía general.
Nada impidió que el 13 de abril coincidiendo con la renuncia colectiva de los ministros, la Unión Cívica despojada de la palabra "Juventud" realizara en el frontón buenos Aires una asamblea memorable, que los diarios llamarían "mitin monstruo".
Mientras el gobierno azotado por las dificultades financieras procuraba atenuar el descontento, Alem, del Valle y un grupo de iniciadores optarían por prescindir del concurso popular conciliando con los jefes militares hostiles hasta que en el amanecer frío y brumoso del 26 de julio comenzó el desplazamiento sigiloso de las tropas alzadas al parque de la Artillería, frente a la plaza Lavalle.
El general Manuel J. Campos comandaba las fuerzas revolucionarias y Leandro N. Alem el gobierno provisional.
Mientras tanto se combatía en las calles, desde las azoteas de las casas, se armaban cantones mientras la artillería se pondría en movimiento desplazándose en dirección a de la plaza Lavalle, sumando bajas de ambos bandos.
En el cuartel revolucionario pensaban tomar prisioneros a los máximos exponentes de la conducción nacional: Juárez Celman, Pellegrini, Roca y Levalle y por falta de coincidencias junto a los civiles, decidieron por un armisticio que después sería una capitulación.
La revolución duró tres días y mientras la ciudad enterraba a sus muertos el dolor y la frustración de los vencidos se sumaba al desasosiego de los vencedores.
Las consecuencias de esa rebelión sofocada conseguiría, un inesperado suceso, "la renuncia de Juárez Celman".
Ramón Cárcano en su obra "Mis primeros ochenta años" hace referencia a que el presidente saliente con envidiable filosofía desde su retiro escuchaba el rumor de la gente entonando el estribillo: "Ya se fue, ya se fue, el burrito cordobés..."
Por eso, el 7 de agosto de 1890 se hizo cargo de la Presidencia de la Nación mientras en las calles de Buenos Aires la alegría popular se manifestaba ruidosamente en procesiones, reuniones, iluminaciones y bailes, estruendos y aclamaciones celebrando la instalación de las nuevas autoridades.