Rosario tiene un acervo cultural e histórico digno de admiración. El pasado, plasmado para siempre en óleos, tapices, porcelanas, papeles y objetos constituye el legado del tiempo para la recreación del espíritu y para la rememoración de otras épocas. Documentos exclusivos, piezas úncas, obras originales de los grandes del arte, forman parte del patrimonio de esta pujante ciudad litoraleña.
Sus museos abren las puertas para mostrarnos un mundo diferente, deleite de quienes los visitan, con una nueva temática para el asombro y el turismo.
Mucho antes de que fuera construido El Museo Histórico Provincial como tal, y cuando Rosario no era más de un centenar de manzanas , allá por 1920, existía en ese lugar, el casco de una estancia perteneciente a don Alfredo Tiscornia, pasando luego a ser propiedad del municipio. Éste finalmente lo cedió a perpetuidad al gobierno de la provincia, para ser destinado a museo.
Detrás de la iniciativa había estado el Dr. Julio Marc (1884 -1965) quien había ocupado puestos en instituciones como El Círculo, la Filial Rosario de la Academia Nacional de la Historia, el Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, el Instituto Sanmartiniano y la Sociedad Argentina de Antropología , entre otras. Además presidió la Cámara de Apelaciones de Rosario y fue Vicedecano de la Facultad de Ciencias Económicas.
Fue inaugurado bajo su dirección el 8 de julio de 1939.
Pese al estallido de la Segunda Guerra Mundial y la amenaza de una inmigración masiva, bajo el designio de fortalecer la nacionalidad nacional, Marc invistió al museo de funciones patrióticas. Hecho que estrechó los lazos con el régimen conservador, que era por otra parte conveniente por razones presupuestarias, ya que para el mantenimiento y adquisiciones era necesario recibir fondos estatales de la Nación, la Provincia y el Municipio.
Sin embargo para Marc sabiendo que el progreso del museo dependía del apoyo de particulares que conocían el fin cultural que perseguía la institución, logró que miembros de las antiguas familias de Rosario entregaran piezas de valor, o bien sumas de dinero para realizar adquisiciones de importancia, como fue el caso de la colección de pintura virreinal sufragada por los dueños de La Favorita, don Ramón y Angel García.
Este gran lote de pintura americana de los siglos XVII y XVIII había pertenecido a Alfredo y Angel Guido, quienes por entonces tenían interés de subastarlo en el mercado de arte internacional.
En su afán coleccionista, Marc solicitó objetos de valor a instituciones estatales, eclesiásticas y no dudó en emplear métodos poco ortodoxos. A los allegados y amigos del museo los incitaba que cuando vieran algo útil lo pidieran, si no lo entregaban ofrecieran comprarlo y si se negaban lo robaran, porque robar para el museo no era delito.
Si bien recurrió a numerosos anticuarios, galeristas, marchantes y hasta huaqueros, privilegió su relación con una casa de antigüedades de Buenos Aires, la casa Pardo, cuyo dueño incluso por encargo de Marc, compraba en los remates colecciones especializadas en platería y arte colonial y hasta recibía donaciones para el Museo Histórico de Rosario.
Asiente el escritor Pablo Montini: “Otro de los mecanismos para dar mayor visiviblidad al museo y acrecentar su patrimonio fue la realización de las exposiciones de Arte Religioso Retrospectivo y en 1941 con motivo de la Coronación de la Virgen del Rosario y en 1950 al realizarse el V Congreso Eucarístico Nacional realizó muestras, con colecciones de los hogares tradicionales de Rosario, en cuyo acervo el arte religioso pasó a tener un papel destacado”.
Tan destacados fueron los lazos generados por las exhibiciones entre el museo y los expositores que muchos de ellos en 1950 formaron la Asociación Amigos del Museo Histórico de Rosario, la cual, en momentos en que el estado limitaba la asignación de presupuestos para adquisiciones, contribuyó a arraigar entre los miembros de la alta burguesía rosarina las donaciones como práctica cultural distinguida.