Nos dice Ricardo Levene: “El espíritu vehemente de Bartolomé de Las Casas, de tal modo trasciende de sus escritos y agita su accidentada vida que es imposible hacer sus referencias biográficas, como ha observado un autor ilustre, sin tomar parte en el movimiento y pasiones que le excitaron.
Su amor por los indios no está formado de ternura y tolerancia puramente.
Fue el apóstol combativo que ha lanzado palabras terribles, como proyectiles, sangrando los espíritus egoístas y sensuales”.
Asombra la imperturbabilidad de su carácter, que no cedía un punto aun a las amenazas de los poderosos.
Apasionado e íntegro, era capaz de decir toda la verdad ante el mismo emperador, señalando al culpable que tenía a su diestra.
Lo fue para descubrir en su Historia la llaga oculta de la venalidad y sórdido interés de muchos defensores de las encomiendas, ya se tratara de los franciscanos o del arcediano Fonseca y otros consejeros que tenían indios repartidos para sí propios.
Por entonces el crecimiento de la actividad económica en América exigió el aumento de la mano de obra nativa y por ello se instrumentaron sistemas para regular el trabajo de los indígenas.
En un principio se llamaron repartimientos y después encomiendas, palabras que aunque se consideran sinónimos expresaban realidades semejantes.
Así los colonizadores que recibían tierras en reparto obtenían a su vez un núcleo de familias indígenas que se les “encomendaba” a fin de ocuparse de su protección e instrucción religiosa; a cambio los nativos labraban sus tierras y les debían obediencia.
Encomienda y servidumbre significaba lo mismo para Fray B. de las Casas, quien había sido encomendero, nacido en Sevilla, hijo de un comerciante partícipe del segundo viaje de "Apóstol de los indios", así se lo denominó por su defensa de los derechos humanos de los aborígenes.
Sin embargo fue acusado de haber generado con su prédica, la leyenda negra de la conquista de América.
El hijo de Colón estudió en Salamanca, Derecho y Teología y en 1502 partió hacia América con el conquistador Nicolás Ovando, para explotar las tierras de su padre.
En 1511, escuchando el sermón de fray Antonio de Montesinos superior de los dominicos le impresionó las palabras que aquél decía sobre los excesos e injusticias que se cometían con los indios.
Fray de las Casas, publicó: “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, obra en la hizo un extenso alegato a favor de los naturales de América.
El emperador Carlos V, siempre dispuesto a descubrir los errores y a remediarlos, llamó a los sabios a Valladolid y les expuso sus serias preocupaciones sobre las leyes de Indias dictadas hasta entonces, ajustadas a las necesidades de la conquista y la colonización.
Les expuso su inquietud por cierto libro escrito por un sacerdote, en el cual afirmaba que España, por intermedio de sus encomenderos destruía las vidas de los indígenas.
Gracias a él se intensificó la vigilancia d la corona sobre los posibles atropellos de sus representantes en América.
Bartolomé de las Casas, a pesar de la feroz campaña de los encomenderos en su contra, viajó ocho veces a las nuevas tierras recorriendo desde las Antillas hasta el Perú y como resultado de cada viaje escribió memorias y protestas, consiguiendo finalmente la supresión de las encomiendas al promulgarse las llamadas Leyes Nuevas.
Pero como siempre, la fuerza del dinero o sea la presión de los colonizadores poderosos hizo que dichas leyes fueran derogadas, debiendo fray de la Casas regresar a España.
Desengañado y enfermo, se aisló en un convento de Valladolid donde murió en 1566 a los 92 años.
Bibliografía:
Levene Ricardo y Levene Ricardo (hijo.) Lecciones de Historia Argentina y Americana. Tomo I. Editorial Omeba. Buenos Aires.1978.
De las Casas, Bartolomé. Pasaje. Topografía:
Corre de N. a S. desde 600 al 699, a la altura de Santa Fe 3600.
Carece de designación oficial.
Recuerda a fray Bartolomé de las Casas (1474 - 1566), apóstol de los derechos humanos de los indígenas de América.