El historiador Miguel Angel de Marco explica así bajo el título de "El imprudente arrojo de Conesa": "El 31 de enero de 1866, tuvo lugar en Pehuajó el bautismo de fuego la 2da. División de Buenos Aires y su jefe protagonizó un acto de imprudente arrojo, el coronel Conesa."
Se unió a la campaña de Juan Lavalle contra Juan Manuel de Rosas en 1840 e hizo a sus órdenes la campaña al norte de su país. Tras la muerte de su jefe se exilió en Montevideo.
Fue oficial de las fuerzas argentinas en la Guerra Grande y por corto tiempo combatió en Corrientes a órdenes del general José María Paz.
Combatió a órdenes de Justo José de Urquiza en la batalla de Caseros. En septiembre de 1852 apoyó la revolución que separó el Estado de Buenos Aires de la Confederación Argentina.
En 1856 fue encargado de repeler la invasión federal de Jerónimo Costa, que había sido condenado a muerte de antemano por un decreto del gobernador Pastor Obligado. Lo derrotó en la batalla de Villanueva, y negó la rendición a los oficiales y soldados que se entregaban. Al día siguiente fusiló a los pocos prisioneros que tomó, entre ellos al propio general Costa, héroe de la defensa de la isla Martín García.
Participó en una expedición a las fronteras del sur en 1857, y participó en las batallas de Sol de Mayo, Cristiano Muerto y Pigüé.
Fue el héroe de la batalla de Cepeda (1859), en que se retiró con la infantería y la artillería después de la derrota, salvándole la vida y el prestigio a su jefe, Bartolomé Mitre. Se entrevistó con Urquiza preparando el futuro Pacto de San José de Flores.
Fue designado interventor en la provincia de San Juan junto con el general Juan Saá, dedicándose a entorpecer su tarea; pero no pudo impedir que éste invadiera la provincia. Se negó a combatir en la batalla de Pavón ni en las campañas siguientes contra el interior. Se dedicó a la guerra contra el indio unos meses, hasta que fue elegido diputado nacional.
Fue ascendido a general en 1863. Al iniciarse la guerra del Paraguay, tuvo a su cargo el embarco de las tropas hacia territorio paraguayo. Unos días antes de la operación, su desprestigio causó muchas bajas en la batalla de Pehuajó. Pero logró exitosamente el desembarco de las tropas en Paso de la Patria.
Mitre había ordenado que los batallones de la Guardia Nacional se ocultasen silenciosamente entre montes y pajonales, mientras el cuerpo de caballería del coronel Hornos desorientaba al enemigo que estaba ocupando territorio argentino, amparados por los cañones de la fortaleza de Itapirú.
Narra Seeber que: "Observó de pronto que el coronel Conesa en lugar de permanecer escondido con sus soldados a viva voz arengó a sus tropas, y de inmediato enardecidos se lanzaron con sus bayonetas sobre los paraguayos con ese denuedo e irreflexión propios de tropas novicias, y empezaron a caer con el fuego certero."
Marchaban a paso de trote, jadeantes con gran esfuerzo, cuando sólo estaban acostumbrados a montar veloces caballos y no a caminar o correr cargados con fusiles y calzados con los pesados botines de la infantería.
“Los 300 paraguayos del primer escalón se retiraron rápidamente y en perfecto orden - según Garmendia - porque iban desnudos y descalzos, mientras tiroteaban a sus seguidores, hasta que cruzaron el Pehuajó, donde nuestras tropas se hicieron fuertes en los bosques y recibiendo refuerzos revirtieron la situación con el fuego de sus armas largas y la mortífera acción de los cohetes”.
Luego de cuatro horas de lucha salió en apoyo de nuestras fuerzas la 1° División, mientras el enemigo se retiraba dando gritos de victoria.
Las bajas argentinas alcanzaron a 85 muertos, 259 heridos y 55 contusos mientras los paraguayos tuvieron 200 bajas.
Conesa recibió una velada reprensión del Gral. en jefe en la proclama que dirigió a la Guardia Nacional de Buenos Aires, la cual le reclamaba que fuese menos pródigo con sangre generosa.
Fue gravemente herido en Paso de la Patria (1866) y agobiado por sus dolencias físicas debió regresar a Buenos Aires.
Participó en un papel secundario en las operaciones de los meses siguientes, para regresar a Buenos Aires y hacerse cargo de la frontera contra los indígenas.
Tras la "Revolución de los Colorados", en 1867 se trasladó con varias unidades al interior del país. Ocupó la ciudad de Córdoba y expulsó al caudillo federal Simón Luengo, que había derrocado al gobernador. Luego marchó hacia Cuyo.
Su segundo, José Miguel Arredondo, derrotó a los federales en la batalla de San Ignacio. Nuevamente tuvo que enfrentar un nuevo alzamiento de Luengo al año siguiente. Enojado por la falta de apoyo de Urquiza esas dos revoluciones, Luengo sería su asesino en 1870.
Este crimen inició la rebelión federal de Entre Ríos, dirigida por el gobernador Ricardo López Jordán. Fue el jefe de una de las columnas del ejército nacional movilizado contra éste, y logró la primera victoria importante contra los federales, en la batalla de Sauce.
En sus últimos años fue nuevamente diputado nacional, pero las fatigas de su multifacético quehacer y las graves heridas recibidas en el campo de batalla lo envejecieron prematuramente falleciendo el 3 de septiembre de 1873.
Bibliografía:
Demaría Antonio M.: "Perfiles históricos." Publicado en 1887.
"Historias" en diario La Prensa, en su edición del 25 de marzo de 1923.
De Marco Miguel Angel: "La guerra del Paraguay". Editorial Planeta. Buenos Aires, 1955.
Conesa. Pasaje. Topografía:
Corre de E. a O. desde 6400 al 6499, a la altura de Fraga 100.
Carece de designación oficial.
Recuerda al militar Emilio Conesa (1823 - 1873), que intervino en la guerra del Paraguay con bravura y generosidad extrema.