CÉSPEDES MARTINA (1762-?)

Las Invasiones inglesas fueron dos expediciones militares fracasadas que el Imperio británico emprendió en 1806 y 1807 contra el Virreinato del Río de la Plata  (perteneciente a la Corona española) con el objetivo de anexarlo.


Ocurrieron en el marco de la Guerra anglo-española (1804-1809), undécima guerra anglo-española.


Ambos intentos fallidos significaron la incorporación de la región a las guerras napoleónicas, conflicto que enfrentó a las dos potencias dominantes de la época: el Reino Unido y Francia.


La guerra en Europa le otorgó a los vastos territorios de Hispanoamérica un papel estratégico y económico de gran importancia para el Reino Unido, que se hallaba por entonces en plena revolución industrial, pretendiendo terminar con el Imperio español.


Quedó en evidencia la eficacia de las milicias del Imperio español para defender a sus territorios en el contexto de los conflictos internacionales de la época.
Las tropas de la infantería británica más poderosa de la época desembarcaron para marchar sobre Buenos Aires. La finalidad de la operación era ocupar la plaza con el mercado más importante de toda la región.


¿Qué pasó en la primera Invasión Inglesa en Argentina?
La flota inglesa arribó a las costas de la Banda Oriental el 6 de junio de 1806 encontrándose al mando del Brigadier General William Carr Beresford y el Comodoro Home Popham, quienes decidieron atacar directamente a Buenos Aires, ante la presencia de los caudales reales que debían ser enviados a España.


En una carta de Popham pueden leerse algunos fundamentos de la empresa: “Un eminente comerciante de la ciudad de Londres, me informó (…) que Montevideo estaba muy indefenso, que mil hombres obtendrían fácilmente posesión de la plaza y de Buenos Aires”.


En un avance sin mayores dificultades las tropas de casaca colorada ocuparon la Plaza Mayor de la ciudad e hicieron flamear su bandera en el fuerte.
El 27 de junio las autoridades virreinales aceptaron la intimación de Beresford y entregaron Buenos Aires a los británicos.


En la tarde de ese mismo día, las tropas británicas desfilaron por la Plaza Mayor y enarbolaron su bandera que quedaría por 46 días.


El territorio bajo dominio británico fue rebautizado bajo el nombre de Nueva Arcadia, en alusión a la tierra pastoril griega de tanto peso en las fábulas neoclásicas.


El virrey abandonó la capital en la mañana del 27 de junio y se retiró junto con algunos centenares de milicianos que no tardaron en desertar.


Contrariamente a una persistente leyenda, no llevaba consigo los caudales, ya que los mismos habían sido evacuados dos días antes de acuerdo a un plan trazado el año anterior.


Beresford demandó la entrega de los caudales del Estado y advirtió a los comerciantes porteños que en caso contrario retendría las embarcaciones de cabotaje capturadas e impondría contribuciones.


El Cabildo no vaciló en enviar una comisión a Sobremonte rogándole entregara el tesoro a un destacamento inglés enviado en persecución del mismo. Este tesoro fue trasladado a Londres y paseado como trofeo de guerra, antes de ser depositado en un banco.


Ante la huida del virrey y la aceptación de la situación por parte de algunos comerciantes todo parecía estar encaminado al éxito militar y político de la operación inglesa.


Pero la abrumadora mayoría del pueblo porteño sentía como una afrenta a su dignidad la presencia del invasor, y así comenzó a gestarse una resistencia armada para expulsar a las tropas inglesas.


El 10 de agosto, apostado en los corrales de Miserere, Liniers intimó la rendición a Beresford con una carta que contenía los siguientes párrafos: “Vengo a la cabeza de tropas regladas muy superiores a las del mando de Vuestra Excelencia y que no les ceden en instrucciones y disciplina. Mis fuerzas de mar van a dominar las balizas y no le dejarán recursos para emprender una retirada”.


El comandante inglés se negó advirtiendo que defendería su posición.


Las tropas de Liniers avanzaron sobre el Retiro y derrotaron a las tropas inglesas apostadas allí, luego convergieron sobre la Plaza Mayor en distintas columnas para lo que sería la acción decisiva.


Miles de hombres de distintas procedencias se transformaron en improvisados soldados, sumándose de a poco a las tropas virreinales existentes, a las que también se agregó el pueblo.  


Así, el centro de la antigua ciudad iba convirtiéndose en una trampa para los británicos sin que ellos lo advirtieran.


Los combates tomaron otra dimensión, tornándose más violentos y encarnizados entre las calles.


Finalmente, los invasores se replegaron hacia el fuerte, a su paso recibían toda clase de metralla desde los techos y terrazas, escombros, piedras, agua o aceite hirviendo; y ante la decisión de las acciones de los patriotas y la abrumadora superioridad numérica que presentaban, no tardaron en rendirse.


El 12 de agosto de 1806 en la Reconquista de Buenos Aires, una ciudadanía heterogénea hombres, mujeres, niños y ancianos; criollos, españoles, aborígenes y afroamericanos, todos unidos por la decisión de defender su tierra.


Cuando el combate llegaba a su culminación en la Plaza Mayor, tratando de recuperar la Fortaleza, Manuela Pedraza se destacó entre todos, al lugar de mayor peligro, luchando junto a su marido, un soldado de Patricios, el que cayó atravesado por una bala.


Ella entonces, endurecido el semblante, tomó el fusil y continuó tirando balas, a la par de los hombres.


Manuela, la Tucumanesa (por la tierra de su nacimiento) logró matar a uno de los invasores y quitarle el arma, que aquella tarde, como un trofeo, entregó personalmente a Liniers mientras avisaba la muerte de su marido... Por su acción fue nombrada “subteniente”.


Lo mismo hizo con Martina Céspedes (1762-?), mujer nacida en Buenos Aires, quien era propietaria de un almacén al que acudían  muchos oficiales en busca de alcohol.


Un día recibió la visita de doce soldados ingleses que se introdujeron en la casa de Martina Céspedes y sus hijas, debilitados algunos por  los golpes en la calle, Martina les sirvió bebidas hasta embriagarlos, encerrarlos en el sótano del negocio y entregarlos después a Liniers, quien hizo honor a la ocurrencia.


Así pasó a ser integrante de una de las mujeres heroicas de la Independencia.  


 Fue la captura de doce oficiales más importantes antes de la rendición.


Martina devolvió solo once de esos  británicos, porque uno de ellos se había enamorado de su hija menor.


Curiosamente la relación culminó en boda con una fiesta impensable, a la que asistió orgullosa con su condecoración y su nuevo grado militar.

 

 

Bibliografía:
Rivera Indarte: “Memorias treinta años después de los hechos.
Pigna Felipe: “Algunas curiosidades de las invasiones Inglesas”.

Céspedes. Pasaje. Topografía:
Corre de N. a S. a la altura de Mendoza 7600.
Se le impuso ese nombre por O. 8.846 de noviembre 2011.
Recuerda a Martina Céspedes (1762-¿?), heroína durante la primera Invasión Inglesa que obtuvo el título de subteniente del Ejército Argentino de esos tiempos.