Durante el año 1811, las fuerzas organizadas por la Junta Grande de Buenos Aires y las fuerzas gauchas organizadas por José Artigas habían puesto sitio a la ciudad de Montevideo, que se había negado a obedecer a las autoridades surgidas de la Revolución de Mayo.
Este sitio había sido levantado a fines de ese año, cuando la situación militar quedó en condiciones desfavorables en el frente del Alto Perú.
La llegada al poder del Segundo Triunvirato, impulsada por el cambio de la situación en el frente norte permitió reiniciar el sitio hacia octubre de 1812.
El segundo duró desde el 1° de octubre de 1812 hasta el 23 de junio de 1814 hasta la llegada del general Rondeau, quien con sus tropas sostuvo el sitio esperando la rendición.
Sobre el río Uruguay había una segunda fuerza, al mando de Domingo French, además de las milicias de Artigas, que no se habían sumado aún al sitio por desavenencias con el jefe político del mismo, Manuel de Sarratea.
De todas formas, el ejército sitiador logró expulsar a los realistas de Colonia del Sacramento y sitiar por completo Montevideo.
Las fuerzas realistas eran numéricamente superiores a las sitiadoras, pero su fidelidad a la causa de que defendían era algo dudosa.
En su favor jugaba la falta de refuerzos, municiones y armamento de los sitiadores. Enterado de ello, el general Gaspar de Vigodet decidió intentar una salida masiva a enfrentar a sus enemigos.
Las escaramuzas no cesaban, muchas veces con desventajas para los españoles, mientras la vanguardia argentina se forticaba con el regimiento 1, 3 y 4 de Dragones de la Patria, dos escuadrones del regimiento Blandengues de Santa Fe, sumados a una división de caballería del ejército de Artigas, y algunas compañías de Infantería más el Regimiento número 6 de gente de color (pardos y morenos) todos acampados en las faldas del Cerrito.
En la madrugada del 31 de diciembre de 1812 una fuerte columna de Infantería con potente artillería sorprendió los guardias enemigos apoderándose del Cerrito.
Los pobladores de Montevideo vieron flamear el primer día del año 1813, la bandera de Castilla, mientras los jefes patriotas lejos de intimidarse reorganizaban sus fuerzas encargando al teniente coronel Miguel Estanislao Soler revertir la situación.
Soler eufórico a paso de ataque y bayoneta calada trepó el Cerrito mientras sus hombres vivaban como rugiendo ¡Viva nuestro comandante! ¡Sigamos su ejemplo!
Los contrarios confiados en la victoria segura descargaban un fuego infernal, pero no esperaron nunca una lucha cuerpo a cuerpo donde su insignia sería reemplazada por nuestro pabellón.
En medio de la confusión y el desorden las tropas enemigas eran exterminadas a cuchillo y bayoneta.
Este importante triunfo levantó más que nunca el espíritu militar de los soldados patriotas, abriendo nuevos horizontes a la causa de la Independencia.
En esta contienda recordemos la valerosa acción del negro Joaquín Chaves, quien hundiendo su bayoneta en un pecho dijera históricamente: ¡Tomá Cerrito!
Haciendo alusión que habían pretendido los españoles apoderarse de tal espacio.