Por "la mar infecunda" llegaron los colonizadores, portadores de sueños, ambiciones, fortaleza y capaces de luchar con la ignorada naturaleza virgen y de transmitir de sus propias aventuras, el canto heroico de la noble poesía cantada sobre el río más anchuroso que el de Virgilio o del océano más imponente que el de Homero.
Por ello el capítulo de las letras es uno de los más ricos en materia de creación cultural en los tiempos coloniales.
Afirma el padre Guillermo Furlong que el primer poeta que se inspiró en estas letras fue Luis de Miranda de Villafañe, soldado y sacerdote, que vino con la expedición de Mendoza y permaneció luego en Asunción, junto a los gobernadores Alvar Nuñez y Domingo de Irala.
Su romance escrito en 1541, un cronicón en octavas reales que narró el medio indígena, el hambre y la destrucción de la primitiva Buenos Aires.
En ese siglo XVI, América era un hervidero de pasiones, al que no permanecían ajenos los misioneros, que estaban divididos en dos bandos: uno en defensa del indígena y otros admirando y perdonando las violencias de la conquista y Martín del Barco Centenera no sería una excepción entre los buenos frailes que con su cruz a cuestas tenían que enfrentar a los ambiciosos expedicionarios que atropellaban a blancos y cobrizos.
Los poetas levantaron su lira a lo largo de la escabrosa ruta de la conquista. La Araucana de Ercilla encabezó una serie de poemas adaptados a las sugerencias del medio.
Sobre la misma fuente de inspiración, la conquista del Plata, Martín del Barco Centenera produjo "La Argentina".
Ambos, sin embargo se identifican en una atmósfera de sentimientos e ideas comunes a su tiempo, a su raza y a su medio; pues en ambas producciones, pululan clérigos aventureros, capitanes despóticos, indios rebeldes, pero tanto uno como otro se identifican ensalzando la proeza de la gesta.
Ambos escritos en octavas reales coincidieron en la prolija mención de muchos nombres de indios, pero mientras la obra de Ercilla tenía plasticidad descriptiva la de Centenera era más desapasionada y tediosa.
Centenera describió tierras y pobladores, narrando aventuras y conquistas, sin atenerse mayormente a la unidad geográfica, cronológica y épica.
Su biografía comenzaría en Trujillo Extremadura) hacia 1544 más nunca se hallaron ni su fe de bautismo ni su matrícula de graduado en la universidad de Salamanca (como se decía).
Al producirse el 16 de agosto de 1590 un infamante proceso que conmovió a los austeros cochabambinos, nada acostumbrados a esta clase de expedientes, nacería Centenera entonces a la historia, al pisar playas americanas, lugar donde bautizó indios, recogió provisiones, ayudó a la fundación del pueblo de San Salvador, ejerciendo su ministerio eclesiástico en la Asunción del Paraguay y aprendiendo simultáneamente la lengua guaraní.
El comisario Centenera del Santo Oficio en el distrito de Cochabamba, fue privado de todo oficio inquisitorial y condenado a pagar doscientos cincuenta pesos de multa por “sustentar bandas en el valle de Cochabamba a vecinos que trataba de judíos e indios...” Circunstancia que lo obligó a desplazarse hacia el Río de la Plata. en la expedición de Juan Martín de Zárate.
Casi 10 años duró su residencia en el Plata, donde fuera de su sede asunceña visitaría Santa Fe, Buenos Aires, Martín García y los poblados indios costeros.
Por último recaló en Buenos Aires como jefe de la iglesia rioplatense, donde armaría el poema "Argentina y conquista del Río de la Plata, con otros acaecimientos de los Reinos del Perú, Tucumán y estado del Brasil" compuesto por más de 10.000 versos, que se publicó en Lisboa en el año 1602.
Murió después de 1691.