Al arribo de sus padre, la villa del Rosario era apenas una aldea, (1842) cuyas calles de tierra ganaban la imagen del poblado, con las consabidas consecuencias para aquellos pocos transeúntes que debían atravesarla, en verano, cuando el viento norte soplaba con fuerza o en los días de lluvia, cuando se debían exponer al barro que desprendían las ruedas de los carros en su andar.
Castagnino padre, ni bien llegado abrió una modesta tienda que hábilmente manejada, le proporcionó los primeros pesos que necesitaba para llevar a cabo proyectos de mayor importancia que su ambición comercial le había hecho concebir.
Entre 1908 y 1910 el negocio familiar alcanzó un margen de producción tan grande que emplearía más de un centenar de personas ocupadas con repetida frecuencia para trabajar a destajo, logrando convertirse en un poderoso empresario.
Simultáneamente formó su hogar casándose con doña Rosa Tiscornia.De esa unión nació un niño Juan Bautista, que heredaría las aptitudes comerciales de su padre más una desmedida inclinación por las bellas artes.
La colección de Castagnino hijo, se conformó en dos etapas. La primera desde 1907 hasta 1913, donde mostró su interés por el arte europeo, sobre todo por la pintura italiana del siglo VII, preferencia en la que haya influido su origen peninsular y la actividad comercial de su familia, basada en el vínculo del puerto de Rosario con el de Génova.
“A través de sucesivos viajes se proveyó en galerías, subastas o por compra directa de gran cantidad de obras de notable valor estético, provenientes en su mayor parte de colecciones nobiliarias” - agrega Pablo Montini.
Al respecto consigna César Carrizo en su obra "Imagen y Jerarquía de Rosario". Publicación de El Círculo. Rosario 1940.
"El mecenas que murió joven, y que no tuvo tiempo de disponer de sus bienes, confió verbalmente a la madre sus últimas resoluciones, que en verdad se cumplieron religiosamente. En primer lugar debería levantarse un edificio para el museo; un solar magnífico como en realidad lo es y en el cual armonizaran la ubicación, la presencia y la arquitectura interior. Y todo dentro de una sobriedad clásica donde se concertaran lo mayestático y lo gracioso bajo la fiesta perenne de la luz."
Con respecto a Juan Bautista Castagnino se puede leer en un retablo este elogio. "Hijo dilecto de la ciudad de Rosario, fue benefactor de las bellas artes, con el sentido grande y amplio de los perfectos mecenas. Guió espiritualmente a los artistas jóvenes con un criterio inteligente y maduro, los ayudó materialmente a realizar sus obras y dio a la sociedad lo que consideró digno de ser tomado como ejemplo."
Al cruzar la Av. Pellegrini, límite natural norte del Parque Independencia nos encontramos con un acervo cultural que guarda sorpresas aún para los más prevenidos. Se trata del Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino que fuera habilitado oficialmente el 7 de diciembre de 1937.
Considerada como la segunda Casa de Bellas Artes del país, alberga actualmente una colección de casi 2.600 obras que son patrimonio de todos los rosarinos. He aquí una razón por la que un lugar como éste no resulta indiferente, nos dice Nelson Leopoldo Raschia en la revista Vasto Mundo.
“Su estructura fue proyectada por los arquitectos Hilarión Hernández Larguía y Juan Manuel Newton, donada por la señora Rosa Tiscornia de Castagnino en memoria de su hijo Juan Bautista, pionero de los coleccionistas de obras de arte de esta ciudad; como continuación del primitivo Museo Municipal de Bellas Artes que fuera creado el 15 de enero de 1920”.
Primera sede del Museo Municipal de Bellas Artes en calle Santa Fe entre Laprida y Maipú:
Fotografía: Rosario, Año 1929.
Museo Castanigno, en la intersección de Av. Pellegrini y Bv. Oroño
Fotografía: Rosario, en la actualidad.
En su diseño original contaba con 35 salas, lo que equivalía a más de 700 metros lineales para colgar obras, revestido su interior en lino crudo importado, cubierto sus pisos con linóleo italiano y con una iluminación lograda mediante plafones para luz cenital que daban un estilo decorativo muy particular, como lo hubiera deseado su alma protectora, en la actualidad está iluminado a través de cielorrasos vidriados (ahora algunos sectores reemplazados por acrílicos) que permiten tamizar la luz natural.
Desde aquél lejano 1920 el museo fue incorporando obras a su patrimonio telas realizadas por artistas de la trascendencia de El Greco, Francisco de Goya y Lucientes, José de la Rivera, Ticiano y El Veronés.
Ese patrimonio fue conformado a través de donaciones que realizaron particulares amantes del arte de nuestra ciudad.
Pero no solamente el acervo se constituyó con donaciones, sino también por premios otorgados a partir del viejo Salón de Otoño de 1917 a artistas plásticos rosarinos, a través de las décadas del siglo XIX.
Nos dice Raschia: "Es formalmente propiedad de la Municipalidad, pero en verdad es de todos los rosarinos que se acercan para ver arte, para conocer más, para admirar un sitio que atrae y que atrapa..."